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SOLO: ¿CON O SIN TILDE?

Convivimos con la lengua y, como toda convivencia larga, a veces discutimos. Uno de esos conflictos que vuelve una y otra vez a la mesa es el uso de la tilde en “solo” cuando funciona como adverbio (solo=solamente). Muchos crecimos escribiéndola (“Vendré sólo si me llamás”) y sintiéndonos seguros con esa tilde compañera. Hasta que, un día, la Real Academia Española (RAE) dijo: “Esa tilde, mejor no”.

Y empezó el revuelo.

La historia es así: desde 1959 la RAE permitía tildar “solo” adverbial si había riesgo de ambigüedad. O sea, si una oración podía interpretarse de dos maneras. Por ejemplo: Trabajo solo los domingos. ¿Significa que trabajo únicamente los domingos o que los domingos trabajo sin compañía? En esos casos, una tilde nos “aclaraba” la intención: Trabajo sólo los domingos (únicamente) o Trabajo solo los domingos (sin compañía).

Pero en 2010 llegó la reforma ortográfica y todo cambió. En el libro Ortografía de la lengua española, la RAE afirmó que ni “solo” adverbial ni los pronombres demostrativos (este, ese, aquel, etc.) deben llevar tilde, ni siquiera en casos de posible ambigüedad. La razón: el contexto suele ser suficiente para interpretar el sentido correcto, y colocar la tilde va en contra de las normas generales de acentuación (las palabras graves terminadas en ene, ese o vocal no llevan tilde).

“Escribir bien no es seguir reglas con rigidez, sino con inteligencia”.

Lo que se desató después fue más emocional que lingüístico.

Gabriel García Márquez ya lo había anticipado en el Congreso Internacional de la Lengua Española de 1997: “Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna”. Y aunque esa frase siempre fue provocadora más que literal, algo de eso late en cada modificación normativa. Porque la ortografía no es solo una convención: es también costumbre, seguridad, memoria.

A más de una década del cambio, la tilde en “sólo” sigue apareciendo en titulares, tuits y textos escolares. Es como un ex que nos escribe los domingos: sabemos que no deberíamos responder, pero a veces lo hacemos igual.

En 2023, la RAE volvió a suavizar su postura. Aclaró que, si el autor lo considera necesario para evitar ambigüedad, puede tildar “solo” sin culpa. Pero enfatizó que no es obligatorio ni siquiera recomendable en la mayoría de los casos.

Entonces, ¿qué hacemos? Mi consejo: como en toda convivencia, escuchemos el contexto. Si la oración es ambigua y de verdad importa que no lo sea, la tilde es un recurso válido. Si no, mejor dejarla ir.

Escribir bien no es seguir reglas con rigidez, sino con inteligencia. Y como dijo el lingüista José Antonio Millán: “La ortografía no es la lengua. La lengua vive; la ortografía sobrevive”.

Al final, la lengua es un organismo vivo que evoluciona con nosotros. Cada cambio nos invita a reflexionar sobre cómo nos comunicamos y por qué. Quizás el verdadero desafío no sea decidir si poner o no una tilde, sino aprender a expresarnos con claridad y precisión, independientemente de las reglas ortográficas del momento. La próxima vez que dudes, recordá: la mejor escritura es la que comunica eficazmente tu mensaje.

 

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