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ANGLICISMOS A LA CARTA

El español, esa lengua camaleónica que amamos y de la que a veces renegamos, sigue mutando a toda velocidad. Y entre sus transformaciones más recientes, se destacan los anglicismos, palabras que saltan del inglés a nuestro vocabulario con la agilidad de un influencer en TikTok. Pero ¿qué pasa cuando estos términos se instalan en nuestra cotidianidad? 

En esta oportunidad, vamos a revisar tres anglicismos que han irrumpido con fuerza: cringe, random y ghostear. El primero, cringe, define esa sensación incómoda, entre vergüenza ajena y escalofrío, que experimentamos al presenciar una situación bochornosa. Antes, recurríamos a expresiones como “Qué vergüenza” o “Qué papelón”. Ahora, un simple “¡Qué cringe!” resume a la perfección ese sentimiento.

Random, por su parte, se ha convertido en sinónimo de aleatorio, fortuito, inesperado. Lo vemos en frases como “un pensamiento random” o “una conversación random”. Aunque el español cuenta con alternativas, como “azaroso” o “casual”, random aporta una frescura y una inmediatez que parecen conectar mejor con los más jóvenes.

“Es importante usar los anglicismos con criterio, sin caer en la pedantería”.

Por último, el término ghostear proviene del inglés to ghost, que significa “fantasmar” o “desaparecer como un fantasma”. En el contexto de las relaciones interpersonales, especialmente en las digitales, ghostear hace referencia a la acción de cortar toda comunicación con alguien de manera abrupta y sin dar explicaciones, similar a como un fantasma desaparece sin dejar rastro.

Este término comenzó a popularizarse en la década de 2010, a medida que las interacciones en línea, como las conversaciones por redes sociales y aplicaciones de mensajería, se volvieron más comunes. Es particularmente utilizado en el contexto de citas en línea, donde una persona deja de responder a los mensajes sin dar ninguna justificación, dejando a la otra persona en la incertidumbre.

Ahora bien, ¿qué opinan los expertos de los anglicismos? El lingüista Leonardo Gómez Torrego, en su libro El buen uso de las palabras, dice que “la incorporación de extranjerismos es un proceso natural en la evolución de las lenguas, siempre y cuando no sean innecesarios y aporten algo nuevo”. En este sentido, podríamos argumentar que cringe y ghostear sí cubren un vacío semántico en español, al describir emociones y comportamientos que no tenían una traducción directa.

A su vez, el académico Francisco Moreno Fernández, en su libro Historia de la lengua española, señala cómo los anglicismos relacionados con emociones y sensaciones suelen ser de los primeros en entrar en el español. Esto se debe a que las nuevas realidades sociales, como las que propician las redes sociales, demandan constantemente formas de expresar sensaciones novedosas y complejas.

Entonces, ¿debemos abrazar todos los anglicismos sin filtro? La respuesta es no. Como dice la escritora y académica Soledad Puértolas, “el español tiene una riqueza expresiva enorme, y no debemos renunciar a ella por modas pasajeras”. Es importante usar los anglicismos con criterio, sin caer en la pedantería ni en la necesidad de aparentar modernidad.

 

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