Un estudio publicado en la revista Scientific Reports por investigadores de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (FCNyM-UNLP), en colaboración con las universidades de York (Reino Unido) y Ciudad de Cabo (Sudáfrica), revela nuevos datos sobre las paleodietas de los cazadores-recolectores del norte de la Patagonia durante el Holoceno tardío (hace unos 3000 años).
Mediante técnicas biomoleculares y análisis estadísticos, los científicos analizaron isótopos estables de carbono y nitrógeno en restos óseos humanos provenientes de sitios arqueológicos del valle medio e inferior del Río Negro y el piedemonte de Somuncurá, en la provincia de Río Negro.
Alejandro Serna, autor principal del estudio, explicó que las técnicas biomoleculares permiten explorar la dieta de poblaciones del pasado con gran precisión. “A través de la medición de isótopos estables de carbono y nitrógeno en el colágeno de los huesos, podemos cuantificar las proporciones de diferentes recursos alimenticios. Estas se comparan con datos de recursos silvestres para inferir la dieta”, detalló. Las muestras, analizadas con un espectrómetro de masa, provienen principalmente de sitios excavados en la última década, junto con colecciones de la laguna del Juncal, datadas en la segunda mitad del siglo XX.
Los resultados muestran que la dieta de estas poblaciones era variada, combinando recursos terrestres (52%), plantas silvestres (30%) y peces fluviales (18%). Entre los animales terrestres, predominaban presas como el guanaco, aunque también se consumían animales menores como armadillos, aves y roedores. “El guanaco fue central en la economía patagónica, pero la alta biodiversidad de la región sugiere un uso complementario de otras presas”, afirmó Serna.
Las plantas silvestres, como gramíneas del tipo Panicum, representaban un tercio de la ingesta alimentaria, un aporte significativo que se alinea con evidencias arqueológicas como herramientas de molienda, cerámica y restos vegetales. Este aumento en el consumo de plantas, observado entre 1500 y 1000 años antes del presente, coincide con una mayor prevalencia de enfermedades dentales en los restos estudiados.
Por otro lado, un hallazgo destacado es el papel marginal del maíz en estas dietas. Las dataciones radiocarbónicas indican que este cultivo domesticado, probablemente importado de regiones distantes, no fue un alimento básico, sino un producto consumido esporádicamente, posiblemente con un valor social o simbólico. “El maíz podría haber llegado mediante intercambios a larga distancia, funcionando como un alimento de prestigio más que como base de la dieta”, explicó Serna.
El estudio refuerza patrones observados en más de 200 sociedades de cazadores-recolectores a nivel mundial, donde los alimentos de origen animal suelen dominar (73% de los casos), aunque las plantas tienen un rol relevante en contextos ecológicos favorables. En la Patagonia, la explotación equilibrada de recursos refleja una adaptación a la alta biodiversidad de los valles del Río Negro.
Además, este trabajo abre nuevas líneas de investigación sobre las interacciones entre cazadores-recolectores y productores agrícolas distantes, proporcionando una base para estudiar el intercambio cultural y económico en la prehistoria patagónica. “Hemos cuantificado el papel clave de las plantas silvestres y ofrecemos una plataforma para analizar cómo estas poblaciones se conectaban con otras regiones”, concluyó Serna.