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LOS VÍNCULOS HUMANOS CON SERES DIGITALES

Crece el número de adolescentes que utilizan la inteligencia artificial para sentirse acompañados o para evitar la complejidad de las relaciones humanas.

Un adolescente de 17 años cuenta que pasa entre cinco a seis horas por día conversando con un chatbot o un asistente virtual. Dice que con él puede hablar de todo, sin sentirse juzgado. Percibe que lo comprende y, fundamentalmente, está disponible 24/7. 

El testimonio es real y se escucha cada vez con más frecuencia en los consultorios. 

Lo que hasta hace un tiempo se creía ciencia ficción hoy es la realidad: la inteligencia artificial (IA) generativa avanza y es una alternativa de “compañía” en un mundo donde los vínculos humanos y la conexión física parecen estar en crisis.

“Una de las tendencias más recientes y controvertidas es el uso creciente de chatbots de IA, con los cuales muchos adolescentes desarrollan vínculos emocionales profundos”, confirma la psicopedagoga Mariana Savid, especialista en educación en ciudadanía digital. 

Lo cierto es que plataformas como Hi Waifu, Poly AI y Character.AI están generando un fenómeno inesperado: son sostén emocional de los seres humanos. 

Savid plantea que esto genera dilemas éticos y riesgos para la salud mental, como la dependencia y la confusión entre relaciones virtuales y reales.

Constanza (nombre de fantasía para preservar la identidad), de 16 años, utiliza Character.AI cinco horas diarias. “Cuando hablo con el bot, siento que realmente me entiende. No me juzga ni me interrumpe, algo que me pasa siempre con mis amigas y padres. Puedo hablar de todo”, dice. Se siente comprendida por una máquina. 

Ariadna, de 17, chatea con chatbots hasta siete horas diarias, lo que le altera el sueño. Menciona que algunos bots son “sucios” y “quieren cosas raras”. Según le contó a su terapeuta, la app Character.AI tiene filtros, pero Poly AI no. “Ahí es un descontrol”, afirma. Hay riesgo de sexting.

La tecnología ha avanzado tanto que muchos bots mantienen conversaciones tan “significativas” que pueden provocar la ilusión de ser humanas.  

Victoria Gentile Gamond, magíster en Comunicación Institucional, periodista y autora de Vínculos humanos, explica que las IA modernas son capaces de procesar y analizar grandes cantidades de datos para identificar patrones emocionales en el lenguaje y en el comportamiento humano: pueden detectar señales en el tono de voz, el texto escrito e, incluso, en las expresiones faciales. 

De esta manera se explica que algunos sientan que tienen un amigo o que se están enamorando de un ente artificial.

Joaquín, de 15, se relaciona con bots unas cuatro horas por día porque se siente solo y aburrido cuando sus amigos no responden. “Me entiende mucho más que cualquiera”, sostiene.

Los especialistas explican que ese “entendimiento” es superficial y no implica una comprensión de las emociones en el sentido humano. 

“Las conversaciones sin límite de tiempo, la disponibilidad constante y la capacidad de programar respuestas afectuosas y empáticas que satisfacen necesidades emocionales pueden convertir estos intercambios en un círculo vicioso”, considera Savid. 

Los adolescentes, agrega, se sienten cómodos hablando con estos seres virtuales de cualquier tema sin temor a ser juzgados. No obstante, advierte que esta comodidad puede generar una profunda dependencia.

La rapidez y la precisión de las respuestas de los bots siempre presentes generan la sensación de estar frente a un interlocutor confiable, que no exige reciprocidad emocional. “Hoy los bots de IA permanecen en la vida de los adolescentes, reemplazando las relaciones humanas y complicando su transición al mundo off-line”, insiste Mariana Savid.

Lucía Fainboim, especialista en ciudadanía y crianza digital, recuerda que, en la infancia, la pubertad y la adolescencia se busca testear, sintonizar con el entorno y empezar a convivir con otras personas; en estas etapas, el cuerpo y la mirada son protagonistas. 

“Este tipo de conversaciones dejan de lado la adaptación a vivir con otras personas”, plantea Lucía. Agrega que uno de los efectos entre quienes no se acostumbran a la no frustración es que la pasan mal cuando ingresan al mundo adulto y tienen que trabajar o estudiar: no saben lidiar con situaciones de estrés o convivir con sus jefes o compañeros. 

“Se desbordan muy fácilmente, sufren crisis de ansiedad o de frustración enormes porque toda la preparación que implican la infancia, la pubertad y la adolescencia no la tuvieron”, explica.

CONSUELO INMEDIATO

Mariana Savid cree que es comprensible que un adolescente, frente a las dificultades emocionales y sociales propias de esa etapa, prefiera la compañía de un bot que ofrece consuelo inmediato. Sin embargo, recuerda que el calor humano es insustituible. 

“Los bots de IA no pueden replicar las cualidades más genuinas e inimitables de los seres humanos. La capacidad de experimentar emociones profundas, como el amor, la compasión, la tristeza y la alegría, no puede ser replicada por un algoritmo”, recuerda. 

La empatía auténtica, que permite a una persona comprender y compartir los sentimientos de otra, es una dimensión que la IA no puede emular, ya que carece de conciencia y experiencia emocional. La inteligencia artificial es predecible, controlada y alejada de la imprevisibilidad de las relaciones humanas.

“Lo cierto es que este tipo de IA no piensa de forma independiente y no tiene inteligencia real, analiza información, imita el aprendizaje humano, la comprensión emocional y aprende de los datos que van ingresando las personas y se va entrenando con conversaciones anteriores”, explica Victoria Gentile.

La dependencia a la IA puede derivar en aislamiento social y agravar sentimientos de soledad y ansiedad.

“La ética detrás de este fenómeno plantea la preocupación de confundir el mundo digital con el analógico”, dice Savid. 

Añade que, durante la adolescencia, cuando el cerebro aún está en desarrollo y las habilidades socioemocionales están en formación, la interacción continua con IA puede distorsionar la percepción de cómo deberían ser las relaciones. El bot está programado. Se trata, en última instancia, de líneas de código.

AMAR A UN CHATBOT

Gentile explica que la interacción de la IA con las personas está modificando los vínculos.

“En las películas vimos cómo los humanos y las máquinas podían enamorarse, y se han tratado los problemas morales o existenciales que puede traer aparejado tener vínculos profundos con entidades artificiales. Pero parece que la realidad está superando a la ficción. Mucha gente siente contención emocional y compañía creando conversaciones profundas con esta tecnología”, sostiene.

La aplicación Replika funciona como un chatbot personalizado que permite establecer charlas muy similares a las de un humano. La app propone generar “amigos” de manera gratuita, pero obliga a un pago de seis dólares mensuales para crear una pareja digital –novio, novia, marido, esposa– o para tener un coach.

Pero ¿es posible enamorarse de un chatbot? “El amor es una conexión emocional reservada para los seres humanos, capaces de experimentar comprensión, reciprocidad, compromiso, cariño y compañía. Actualmente, la IA no tiene capacidad de experimentar emociones y sentimientos, pero puede analizar y proporcionar información sobre cómo se manifiesta”, dice Gentile. 

De todos modos, plantea que, con la proliferación y el avance de los asistentes virtuales cada vez más sofisticados, la posibilidad de enamorarse se está volviendo una cuestión más relevante.

Replika es un chatbot con avatar incluido, que imita las conversaciones humanas y –dice Gentile– “puede interactuar de manera emocionalmente inteligente, lo que puede llevar a algunos usuarios a desarrollar afecto genuino por él”. 

Según una publicación de Infobae, se han detectado casos de personas que desean casarse con su avatar.

Laura Castillo, licenciada en Ciencias de la Educación y CEO de la consultora Educativa Global, considera que en la sociedad hipertecnologizada y consumista en la que vivimos, la escuela tiene la obligación de abordar temas de identidad, convivencia y responsabilidad digital.

“La sociedad no está preparada para lidiar con las implicaciones emocionales de la IA. Falta regulación y escasean los programas educativos que enseñen a niños, niñas y adolescentes a gestionar estas interacciones de manera segura y saludable”, coincide Savid.

Considera que deben desarrollar cimientos en el mundo analógico antes de adentrarse en el digital, para desarrollar criterios y competencias que les permitan diferenciar entre interacciones humanas y simulaciones de IA. “Con un enfoque educativo sólido y un compromiso familiar, se puede asegurar que la tecnología sirva como un complemento enriquecedor, no como un sustituto de las relaciones humanas”, concluye la psicopedagoga.

 

CLAVES

Para gozar de una buena salud digital es necesario:

  •  Fomentar la autoestima en entornos off-line, donde los adolescentes puedan desarrollar una autoimagen positiva.
  • Aprender a comunicarse, hablar y redactar en entornos analógicos para fortalecer las habilidades interpersonales.
  • Enseñar a los adolescentes a establecer normas y límites en el uso de la tecnología. Promover un uso consciente y equilibrado.
  •  Ayudar a los chicos a afrontar la frustración de manera saludable, desarrollando resiliencia.
  •  Fomentar actividades que incluyan y excluyan pantallas, permitiendo un equilibrio en sus experiencias recreativas.

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