Un descubrimiento excepcional en Australia ha permitido a los científicos desentrañar los hábitos alimenticios de un dinosaurio de hace más de 94 millones de años. Judy, un ejemplar de Diamantinasaurus matildae, ha sorprendido al mundo con restos fósiles de su intestino que confirman una dieta herbívora, diversa y dependiente de la fermentación bacteriana. Este hallazgo, publicado en Current Biology, marca la primera evidencia directa del contenido gastroenterológico de un saurópodo, un grupo de dinosaurios que dominó los ecosistemas del Mesozoico durante más de 130 millones de años.
El esqueleto de Judy, descubierto en 2017 por un equipo del Museo Australiano de la Era de los Dinosaurios en la formación de Winton (Australia), incluía una cololita, un conjunto de fósiles de plantas notablemente conservados. Entre los restos se encontraron follaje de coníferas, frutas y flores, evidenciando una dieta variada. Según Stephen Poropat, autor principal del estudio e investigador de la Universidad de Curtin, “las plantas halladas sugieren que Diamantinasaurus consumía a diferentes alturas, al menos en su etapa subadulta, y era poco selectivo, ingiriendo diversas partes de plantas sin ser exigente”.
Un aspecto clave del descubrimiento es que las plantas en el interior de Judy estaban mordidas, pero no masticadas, lo que indica que estos dinosaurios dependían de su flora intestinal para procesar los alimentos mediante fermentación. Además, la ausencia de gastrolitos —piedras estomacales usadas por otros animales para triturar comida— sugiere que los saurópodos no las ingerían intencionadamente, desafiando ideas previas sobre su digestión.
La conservación excepcional de Judy se atribuye a dos factores: la mínima alteración del cadáver por carroñeros y el entorno ácido del tracto digestivo, que preservó los restos vegetales. Este hallazgo no solo confirma que los saurópodos eran herbívoros, como se infería por su anatomía, sino que también destaca su adaptabilidad. Poropat señala que Judy consumía angiospermas (plantas con flores), que coexistían con coníferas hace 100 millones de años en Australia. “Su flexibilidad alimentaria pudo ser clave para sobrevivir a cambios florales durante su evolución”, explica.
El estudio también revela que la dieta de Diamantinasaurus variaba con la edad. Los saurópodos jóvenes, al nacer de huevos pequeños, se alimentaban de plantas cercanas al suelo. A medida que crecían, sus largos cuellos les permitían alcanzar vegetación más alta, como hojas de coníferas, mientras que las flores y vainas de semillas indican una alimentación a alturas intermedias y bajas. Sin embargo, Poropat advierte que el análisis refleja solo las últimas dos semanas de la vida de Judy, por lo que no se puede confirmar si esta dieta era representativa.
Los restos de Judy refuerzan la hipótesis de que los saurópodos tuvieron un impacto significativo en los ecosistemas globales del Mesozoico. Su capacidad para adaptarse a diferentes tipos de vegetación y alturas de forrajeo demuestra su resiliencia y versatilidad.