Un nuevo estudio realizado por científicos de la Universidad de Chapman en California (EE UU) cuestiona la hipótesis de que la apariencia de una raza ayude directamente a la especialización de tareas.
Los investigadores centraron su trabajo en el cráneo del perro. A partir de 117 especímenes de museo, generaron reconstrucciones en 3D de 41 razas domésticas y 18 subespecies salvajes.
A continuación, examinaron si cada raza tenía rasgos distintivos para su finalidad prevista. Por ejemplo, estudiaron si los cráneos de las razas utilizadas por las fuerzas del orden y el ejército tenían rasgos distintivos para trabajos como seguir rastros y morder.
Descubrieron que las morfologías de este grupo eran estadísticamente muy parecidas a las de otras razas no destinadas a la protección, así como a las de lobos y coyotes. Solo algunas razas de compañía presentaban morfologías distintivas ligadas a la estructura extrema de su hocico.
Lo esperable es que, al ver las características de estos cráneos, si la cría para obtener formas especializadas fuese eficaz, se observase un grupo distinto formado por las razas diseñadas con una tarea específica como resultado de esa especialización.
“Esto no ocurre en nuestro análisis y, por lo tanto, podemos estar seguros de que la cría de formas especializadas no ha tenido un éxito significativo. Pero eso no quiere decir que la cría selectiva haya sido completamente ineficaz. Lo que parece ocurrir, y en lo que los humanos han debido ser realmente efectivos -ya sea intencionadamente o no-, es en generar razas que predispuestas a personalidades y comportamientos que les provocan hacer tareas específicas y eso, a su vez, les hace más efectivos”, Nicholas Hebdon, autor principal del estudio que publica la revista Science Advances y reproduce el portal SINC.
Para explicar por qué externamente sí parece que existen estas distinciones, el investigador explica que toda esa variación se distribuye de forma bastante uniforme entre los diferentes grupos, en lugar de que cada uno de ellos posea rasgos únicos. “No es que no haya mucha variación, sino que la que vemos no tiene ningún tipo de patrón como cabría esperar”, subraya.
Por tanto, la cría selectiva de rasgos físicos específicos como forma de mejorar el rendimiento en el caso del cráneo no es útil. Los cambios en el hocico, por ejemplo, no tienen ninguna correlación con ventajas en los animales que se emplean para determinados trabajos olfativos.
“Hay razas con un hocico ancho o profundo que no se emplean para desarrollar esa capacidad y, del mismo modo, hay razas que no poseen esos rasgos que empleamos con frecuencia. Todo se reduce a aquellos que no podemos observar visualmente o que pueden ser de naturaleza más cognitiva”, asegura Hebdon.