La mayor temperatura y el renovado ciclo de lluvias constituyen la combinación perfecta para la reaparición estival de enfermedades infantiles asociadas al agua.
Según datos nacionales, el 38,6 por ciento de la población infantil carece de agua corriente y potable para consumo e higiene, por lo que en cada verano se reiteran trastornos como infecciones gastrointestinales, picaduras de insectos, intoxicaciones crónicas y eventuales ahogamientos.
Según la Oficina Panamericana de la Salud, el 80 por ciento de los niños infectados con un virus de origen hídrico habían tomado contacto con aguas contaminadas. Más aún, actualmente la Argentina es el país con mayor número mundial de casos de síndrome urémico hemolítico, con epicentro en el Río de la Plata. A la conocida ingesta de carne vacuna mal cocida, se agregan otras fuentes potencialmente contaminantes: lácteos y agua mal conservados.
A pesar de los avances en la prevención y el tratamiento de las diarreas agudas infantiles –y su principal complicación, la deshidratación–, siguen produciéndose muertes, por lo que urge el desarrollo de sistemas de provisión de agua segura como medida más eficaz, ya que ampliar los sistemas de atención médica es una acción tardía; las infecciones ya se han producido y ciertos daños son irreversibles.
“Lejos de querer causar temor, intentamos advertir sobre riesgos asociados al agua en verano”
En otro aspecto, enfermedades tropicales como dengue, fiebre amarilla y chicunguya dependen de vectores como los mosquitos, cuyas larvas crecen en agua estancada. Expertos advierten que el cambio climático ha provocado un descenso de la línea endémica para fiebre amarilla en Sudamérica hasta las provincias del norte argentino, y se estima que llegará al centro del país en los próximos cinco años.
Un aspecto poco difundido del consumo de agua no potable son las intoxicaciones crónicas. En su mayoría estas se producen entre habitantes de zonas rurales que disponen de agua de pozo que, en muchos casos, proviene de capas subterráneas contaminadas con arsénico. “Hidroarsenicismo crónico regional endémico” (HACRE) es la denominación dada a la enfermedad que ocurre por ingerir arsénico en valores que exceden las cifras máximas aceptadas para el agua potable. Los niños son los más expuestos debido al alto consumo de agua en relación con su masa; luego de un período aparecen pigmentación exagerada en la piel, queratosis en palmas y plantas, y cáncer dérmico. Esta condición revela un doble riesgo: tiene alta prevalencia (14 por ciento de la población expuesta) y una considerable letalidad potencial, conformando un problema de salud poco abordado por las autoridades sanitarias.
Los ahogamientos por inmersión en agua son otro problema que reaparece en período estival. Según la Secretaría de Salud de la Nación, un promedio anual de 450 argentinos pierde la vida por ahogamiento y sumersión accidental; la mitad, menores de edad. Las piscinas –públicas y privadas– y los cursos naturales son los sitios frecuentes donde ocurre, aunque también puede suceder en pequeñas acumulaciones de agua si son niños o niñas pequeños.
Lejos de querer causar temor, estos comentarios intentan advertir sobre riesgos asociados al agua en verano, etapa en la que padres y madres deberían procurar espacios abiertos y vigilar con los ojos más que abiertos.