La vida es movimiento, qué otra cosa es si no. Se mueve tu sangre, late tu corazón, el viento te vuela el pelo y la mente se mueve”, dice Canela. Este mes cumple años y los 83 la encuentran en movimiento. Con alma de productora, ella misma organizó un viaje familiar. “No me gustan las sorpresas, parte de mi placer es organizar los festejos. Este año, como tuve algunos problemitas de salud que estoy superando, culpa del exceso, no de alcohol ni de comida, sino de trabajo, decidí que quería una cosa diferente”, revela.
Moverse es parte de su esencia, porque así llegó al mundo. El 15 de diciembre de 1942, al romper bolsa, su madre empezó a caminar rumbo al hospital y a cada paso el nacimiento era inminente. Esa noche de nieve, en Vicenza, Italia, nació Gigliola Zecchin. Una década más tarde, sentiría el vaivén del mar cuando un barco la cruzó a otro continente, con su mamá buscando un mejor destino para la familia. “Ni siquiera sabíamos que existía la Argentina, para nosotros era América”, cuenta.
Luego, ya instalada en el país, tampoco se quedó quieta y se mudó entre provincias. Así, en Córdoba, a principios de los 60, se convirtió en conductora al frente de un programa infantil en el por entonces recién nacido Canal 10. El amor la llevó a Buenos Aires, donde tendría una extensa trayectoria televisiva. En paralelo, desarrolló su carrera en el mundo editorial, escribió cerca de cuarenta títulos, la gran mayoría para las infancias. De algún modo, creando para la niñez, revisita la propia y la reinventa.
Este 2025 lanzó un nuevo libro, La niña que no vio los besos, donde retoma sus memorias y cuenta por primera vez el abuso que sufrió de pequeña. Ahora, en sus obras para adultos firma como Gigliola Zecchin. “Estoy recuperando mi identidad”, dice del otro lado del zoom con su pelo blanco atado con un moño como el que usaba de niña. La mirada pícara es la misma, la sonrisa traviesa también.
- ¿Ya lo viviste todo?
No, nunca viví las experiencias con la idea ni de que me faltaba algo, ni de que había hecho demasiado ni de que tenía sueños que cumplir. Me gustaría mucho conocer Austria por Mozart, también China, ir a Islandia, y sigo… Me gusta mucho viajar con un objetivo intelectual o laboral.
- ¿No podés estar sin trabajar, te gusta mantenerte siempre activa?
Estar activa no necesariamente es trabajar. Me gusta mucho leer, la contemplación de paisajes, estar en el campo, y así me han sucedido cosas preciosas. Recuerdo haber estado en el mar, un mes bajo los árboles, donde se me ocurrió una colección de libros y la escribí. Trabajar no es un imperativo tan absoluto y mucho menos para ganar dinero. Lo hice siendo joven porque era mi medio de vida, pero ahora hago realmente lo que me permite gozar de ello y, si es posible, aprender.
- ¿En qué etapa de la vida estás?
En una etapa de contemplación, de balance, no solo de mi propia vida, donde cumplí muchas etapas y en general tuve mucha suerte. Me encuentro en una etapa donde no trato de poner el freno, sino de ralentizar, de aceptar mis limitaciones, de no imponerme objetivos de urgencia, pero todo el tiempo se me cruzan actividades inesperadas. Por ejemplo, salieron al hilo cuatro libros y es mucho acompañarlos, responder a los reportajes, ir a una escuela a presentarlo. Ahora me doy tiempo para estas cosas.
- En “La niña que no vio los besos” volvés sobre tu historia personal, ¿temías olvidarla?
No, venía pensando en escribir algo de esas historias de mi infancia, pero algún día. Y en la pandemia se me apareció un cuento concreto, lo escribí. Mi infancia aparece en mi poética, poesías a mis mayores, a la tierra, a la guerra, a la lengua, entonces todo eso ahora está en el libro de otro modo, contado en relatos.

- ¿Por qué te dedicás a los niños?
Fui la décima de los hermanos vivos y era un poco el juguete de todos, se divertían conmigo. Mi madre ya estaba cansada con tantos hijos, el final de la guerra, la muerte de mi papá, entonces, en realidad, mis padres fueron mis hermanos según la ocasión y cada uno a su manera me cuidaba. Era la más chiquita, así que dentro de lo terrible que es nacer y vivir en la guerra y la posguerra, tuve una infancia con muchos momentos que ahora son relatos humorísticos en el libro. O sea, todo eso estuvo circulando en mi memoria. Yo siempre fui un poco niña, la niñez estaba muy presente en mí.
- ¿Por qué te interesa que los chicos lean?
Porque leer es una de las cosas más hermosas del mundo. ¿Cómo no los voy a hacer participar de ese bien de la humanidad? Hace trescientos años poca gente sabía leer, hace cien, todavía la literatura infantil era algo incierto, ahora es parte del consumo.
- ¿Hay que arriesgarse en las temáticas para las infancias?
Siempre me animé a hablar de todo. De hecho, Marisa que borra es una invitación a que los chicos piensen qué borrarían del mundo. Y en La batalla de las voces hablo de cómo los niños son testigos de la discusión entre padres. Me gusta mucho darles vuelta a las historias, encontrar en los problemas, en el sufrimiento, no digo una solución, no digo un final feliz, pero sí cómo la imaginación te permite crecer, a pesar de las circunstancias.
- ¿Qué te gustaría borrar?
Me encantaría poder borrar desde que soy muy pequeña. Borrar la violencia, la amenaza de la guerra, el hambre. Experiencias que yo he vivido, entonces la posibilidad de que esa niña borre lo que no le gusta me remite a mi propia infancia, que es la que nutre todo lo que somos.
- ¿En cuál de tus facetas te sentís más libre?
Uno nunca es libre del todo, a veces tiene la ilusión de la libertad, pero siempre está condicionado por su situación social, afectiva, económica, condicionada por su propia educación, por el país en el que vive. Lo importante es aprender a reconocer esos muros que nos cercan. Si no trabajás con responsabilidad y con placer, tu trabajo pasará sin pena ni gloria.
«Leer es una de las cosas más hermosas del mundo».
- Viviste el siglo pasado, ¿qué te sorprende y qué no cambió?
No solo cambié de siglo, sino de país y de lengua. Mis padres nacieron en el siglo 19 y cuento historias de mi abuela, entonces siento como si hubiera vivido dos siglos y medio. Recupero su historia y me doy cuenta de lo difícil que fue para ellos, la Primera Guerra, la crisis del 30, la migración, luego la Segunda Guerra. Los cambios tecnológicos que acompañan este relato han sido fabulosos: el tren, el automóvil, el teléfono, las armas que han evolucionado tanto. Y apareció el muro de Berlín y las grietas. Después de la Segunda Guerra, Estados Unidos ganó la batalla de invadir el mundo con su cine, con sus costumbres, con la imagen de la mujer preparada para atender al marido cuando volvía del trabajo, del bienestar. Un salto enorme fue la aparición de la computadora y ahora la inteligencia artificial. Pero la creación no cambió. El amor no cambió. La necesidad de amor y el hambre tampoco. Esas son constantes de la humanidad que nos acompañan.
- ¿Sos rebelde?
Soy medio rebelde, a mi modo. Por ejemplo, no he sido manifestante del feminismo, pero mi madre era una feminista y yo lo fui en la medida en que siempre me mantuve independiente, autora de mi vida. No elegí manifestarme con una pancarta en la calle, pero sí estuve a favor de los desprotegidos, de los desaparecidos, de los sufrimientos que los distintos gobiernos nos han impuesto.
- ¿Estás conforme con tu vida?
Quisiera haber hecho cosas más aventureras, más peleadoras, pero he sido criada en la mansedumbre, en la obediencia, en el silencio, así que esto, volviendo a la infancia, es algo que solo puedo cambiar con mucho esfuerzo. Por eso escribo y hago programas, para poder encontrar una voz y una manera de explicar mi vida.
UN AÑO DE LIBROS
Como Gigliola Zecchin este 2025 publicó La niña que no vio los besos, con relatos sobre su infancia; y volvió a editarse La hoguera, donde aborda la inquisición. “Un tema que me indigna”, reconoce. Además, confiesa que lo considera su mejor libro.
También, para los pequeños lectores lanzó La batalla de las voces y se reeditó Marisa que borra, su primer libro, cuya primera publicación data de 1988. “En los libros infantiles seguiré siendo Canela”, dice con una sonrisa. Y confiesa que esto no es todo: “Tengo muchos proyectos inconclusos de escritura, son cinco en danza y hace pocos días se me añadió uno nuevo de poesía para adultos”.
