Con el invierno aparecen, implacables, las infecciones respiratorias.
Padres, madres e hijos sufren por igual las interminables toses y las feroces fiebres.
Pero no es el frío per se el que causa contagios, sino su consecuencia: pasar la mayor parte del tiempo en sitios cerrados, compartiendo un aire que, antes o después, se contamina.
La principal preocupación incumbe a los más pequeños, los lactantes, que sufren la peor amenaza sanitaria: bronquiolitis, el peor representante de las infecciones respiratorias agudas bajas (IRAB).
Infecciones, porque son causadas por microorganismos; respiratorias bajas, porque comprometen a los pulmones; y agudas, porque son de aparición súbita.
El principal agente implicado, virus respiratorio sincicial, se contagia con asombrosa facilidad a través de las secreciones nasales u orales, o por contacto con superficies contaminadas.
Los bebés tosen, su ánimo decae y sufren dificultad respiratoria de variable intensidad, lo que altera sus ciclos de sueño y de alimentación.
Muchos mejoran luego de dos a cuatro semanas; otros, en cambio, se agotan por la respiración forzada, dejan de alimentarse y terminan hospitalizados.
Es entonces (usualmente cada junio y julio) cuando los centros de atención pediátrica se abarrotan de pacientes a los que, sin tratamiento antiviral específico, solo se les alivian los síntomas.
Durante el año 2023 fueron notificados más de 200 mil casos en la Argentina, aunque se estima que el número real es el doble.
Todo lo anterior explica la enorme expectativa causada por los recientes anuncios sobre nuevos recursos médicos disponibles.
“La principal preocupación incumbe a los más pequeños, los lactantes”.
Uno es la incorporación al calendario oficial argentino de una vacuna que, aplicada a personas embarazadas, genera anticuerpos protectores que son transferidos por la placenta al feto. De tal modo la protección es transitoria, pero cubre el período de mayor riesgo de contraer bronquiolitis.
La autorización de ANMAT está respaldada por otras agencias sanitarias internacionales sobre la base de estudios clínicos que demuestran eficacia y seguridad.
La siguiente buena noticia es que la Comisión Europea de Salud autorizó el uso de otra vacuna para prevenir bronquiolitis, en este caso directa a los bebés.
En nuestro país ya se disponía de una vacuna similar (Palivizumav), aunque se limita a niños menores de un año exprematuros o con trastornos cardíacos o respiratorios crónicos, y es aplicada en cuatro dosis.
La propuesta (Nirsevimab) ha demostrado ser 50 veces más potente y solo es necesaria una sola dosis.
Ambas vacunas, una indirecta (oficial, obligatoria y gratuita) y la otra directa (comercial), podrían reducir el sufrimiento de muchos niños y de sus familias, como así también la impotencia de quienes tratan cada invierno a lactantes severamente comprometidos.
No obstante, la alegría no debe postergar el sentido común.
Resulta fundamental en esta época mantener criterios sencillos como alimentar a los bebés al pecho al menos durante los primeros seis meses, evitar su estancia en ambientes de hacinamiento o contaminados, higienizar objetos y superficies del entorno, todos lavarse las manos con agua y jabón, y, de ser posible, no escolarizar a los niños desde tan temprano.