Poco amiga de las hornallas y los cucharones, pero profesional de la escritura y la fotografía, Victoria Schirinian se dejó llevar por los aromas de su infancia y encontró en las recetas de su tía abuela Luisa una fuente para contar sobre la cultura armenia. Al igual que en su familia, en otras mesas, los platos típicos y las manos que los preparaban conservaban la identidad y las tradiciones de su país. “La cocina fue una excusa para contar las historias de esas mujeres. Lo que me llena es compartir el legado. Quise reivindicar a la mujer armenia y lo que hizo para transmitir la cultura a la siguiente generación”, dice la autora sobre Una pizca de amor, que comenzó con esta idea como un regalo familiar.
El amor y la dedicación son ingredientes básicos, así como el trigo o el morrón. Cuenta que con un mismo producto se hacen platos totalmente diferentes entre sí, con la particularidad de ser muy elaborados y detallistas: “Allí está el amor, en el deseo de nutrir a la familia”. También porque en la mesa, siempre, además de alegría, hay lugar para otro comensal y comida extra para dos días. “La abundancia es otra característica común, por el hambre que sufrieron en la guerra. Se vinieron con lo puesto, pero trajeron la cultura, sobre todo a través de la comida”, explica mientras se prepara un revuelto de zapallitos como menú de mediodía.
- ¿Un libro que estés leyendo?
La sal, de Adriana Riva.
- ¿Uno que recomiendes?
La novela luminosa, de Mario Levrero.
Una pizca de amor
Doce entrevistas y más de treinta recetas de la cocina tradicional armenia. Historias que retratan a estas mujeres descendientes de armenios y también a toda una comunidad. Recuerdos, heridas y alegrías entre aromas y sabores.
128 págs.
El Ateneo
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