En nuestro país, las organizaciones ecologistas trabajan para proteger a la fauna salvaje, que ya se redujo al menos un 60 por ciento desde 1970. Modos de colaborar.
Foto Naturepl/Gabriel Rojo
Según el informe “Planeta Vivo”, del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, 2018), las poblaciones de peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos se redujeron en un 60 por ciento entre 1970 y 2014, principalmente por amenazas relacionadas con las actividades humanas, como la pérdida y la degradación del hábitat por la agricultura y la sobreexplotación de la vida silvestre.
En particular, las poblaciones de agua dulce cayeron un 83 por ciento en ese período, y las especies más comprometidas se encuentran en los trópicos, con un descenso del 89 por ciento en América Central y del Sur entre 1970 y 2014.
“En la Argentina hay alrededor de 500 especies amenazadas de diferentes grupos. Desde mamíferos grandes hasta invertebrados pequeños, pasando por anfibios y reptiles”, detalla a Convivimos el director general de la Fundación Vida Silvestre (FVS), Manuel Jaramillo.
“No es tanta la presión directa sobre este tipo de animales o de plantas, sino que el hábitat se transforma para dedicar ese espacio a una actividad productiva. Puede ser la agricultura, la ganadería, la urbanización”, continúa.
Los mamíferos nativos en estado crítico en nuestro país –de acuerdo con el informe “El estado de los mamíferos de la Argentina”, de la Sociedad Argentina para el Estudio de los Mamíferos (Sarem)– son la rata vizcacha de Los Chalchaleros y la dorada, el tuco-tuco de Roig y el de d’Orbigny, la rata nutria del Atuel, el yaguareté y el aullador rojo. Además, hay otras 26 especies en peligro y 65 en estado vulnerable, entre ellas el gato andino, el huemul, el venado de las pampas, el tatú carreta y la ballena azul.
GRANDES PREDADORES
Una especie fuertemente amenazada y con la que FVS trabaja para su conservación desde hace casi 20 años en conjunto con investigadores del Conicet y otras organizaciones es el yaguareté, cuyo hábitat está amenazado por el desmonte, la caza ilegal y los atropellamientos en la ruta.
El yaguareté es lo que se conoce como una “especie paraguas”. Esto significa que al protegerlo se resguardan de forma indirecta muchas otras especies que componen la comunidad de su hábitat. En el Chaco, por ejemplo, al oso hormiguero, al tatú carreta, al chancho quimilero, a la lampalagua o boa constrictor, a las tortugas, a los yacarés, a las iguanas y al loro hablador.
Luego de un minucioso trabajo de seguimiento y registro, en Misiones se pudo aumentar la población de yaguaretés y promover un plan de conservación para la especie, en articulación con Parques Nacionales y el Ministerio de Ecología de Misiones. Estas acciones incluyen apoyar a los guardaparques para darles más capacidad de control y vigilancia, crear áreas protegidas que permitan la conexión con áreas protegidas existentes y trabajar con los ganaderos para generar mecanismos de manejo de ganado que reduzcan el conflicto con el yaguareté.
“El planeta no necesita de nosotros como nosotros necesitamos de él; para el planeta nuestra presencia es más una molestia que un beneficio”.
Manuel Jaramillo
“Presentamos un amparo tomando al yaguareté como una especie emblemática para defender y salvar los últimos bosques”, explica, por su parte, Noemí Cruz, coordinadora de la Campaña de Bosques de Greenpeace. “Estamos juntando firmas para que los gobernadores de Santiago del Estero, Salta, Chaco y Formosa decreten el Desmonte Cero, que no se desmonte ni una hectárea más. En el Gran Chaco hay únicamente 20 ejemplares de este animal”, dice.
Chaco es la provincia con más deforestación de los últimos cuatro años (130.177 hectáreas). Ya perdió unos dos millones de hectáreas de bosques. El desmonte no solo afecta a los animales, también hay comunidades indígenas y campesinas que habitan esa zona y se ven comprometidas.
“En la cuarentena estuvimos trabajando con organizaciones de Chaco monitoreando la zona de La Fidelidad para el lado de Formosa. Hay más de 20 fincas en las que se autorizó el desmonte que estaban protegidas por la ley. Más de 40 kilómetros de picadas se abrieron durante la cuarentena. Esto involucraría, estimamos, un desmonte de 7000 hectáreas en una zona considerada de alto valor ambiental. Algunas provincias están actuando, parando desmontes, y en otros casos, como en Salta y Formosa, no”, completa Cruz.
EN PANDEMIA
En los últimos meses pudimos observar cómo el aislamiento obligatorio en diferentes países le dio un respiro a la Tierra, y los animales y las plantas volvieron a surgir en zonas, incluso ciudades, donde antes estaban siendo sometidos por la acción humana. ¿Puede la pandemia ser una buena noticia para los animales que están en peligro de extinción?
“Para algunas especies, si justo coincidió con la época de cría y demás, puede llegar a determinar un cambio a mediano y largo plazo. Si tienen menos presión por nuestra presencia, algunas pueden tener camadas más grandes o más exitosas”, apunta Manuel Jaramillo, de Fundación Vida Silvestre. Pero, sobre todo, los expertos coinciden en que se presenta una oportunidad para difundir el mensaje de que la naturaleza, sola, puede recuperarse.
“La rápida aparición de muchas especies nos demuestra dos cosas que nunca debimos olvidar: una, que el planeta no necesita de nosotros como nosotros necesitamos de él; para el planeta nuestra presencia es más una molestia que un beneficio. Y la otra, que la capacidad de recuperación es muy rápida”, resalta Jaramillo.
“A principios del siglo XIX el desafío era domar a la naturaleza. A fines del siglo XX el mensaje era que había que salvarla y protegerla. Y hoy el mensaje tiene que ser que no hay que molestar a la naturaleza, y eso ya es suficiente”, concluye.
PARA COLABORAR
Vida Silvestre : [email protected].
Greenpeace Argentina: [email protected].
Fundación Patagonia Natural: [email protected].
Aves Argentinas: [email protected].
Fundación Temaikèn: www.temaiken.org.ar.
Güira Oga: [email protected].
Fundación Mundo Marino: [email protected].
Red Yaguareté: www.redyaguarete.org.ar.
UN EQUILIBRIO NATURAL
El coronavirus, al igual que el ébola, el SARS, la gripe aviar y el 70 por ciento de las enfermedades humanas, es zoonótico, es decir que se transmitió de los animales al hombre. El ser humano, al avanzar sobre los ecosistemas naturales, está facilitando la transmisión de patógenos, aumentando el riesgo de contacto y de contagio. Hoy más que nunca es momento de pensar en una nueva manera de convivir con la naturaleza, porque un ambiente en equilibrio es el mejor anticuerpo para evitar la próxima pandemia.