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NICOLÁS PASQUALI: EL EXPLORADOR

Se propuso ser el primer argentino en conocer todos los países del mundo. Desde chico se interesó por huir de las rutinas y descubrir experiencias. En 2016 comenzó a viajar alrededor del planeta.

Como una bola de nieve, el deseo exploratorio y la avidez por conocer el mundo fueron creciendo permanentemente en Nicolás Pasquali. Desde chico, esperaba ansioso las vacaciones de verano, esa interrupción de la rutina cotidiana, ese escape de las horas escolares y las tareas. Sin embargo, no le alcanzaba: algo en él pedía más, se preguntaba por qué todos los eneros terminaban pareciéndose, siempre en la playa, habiendo tantos lugares más por visitar.

A los doce años hizo su primer viaje internacional, a Brasil, y allí descubrió que las fisonomías, los tonos de piel y los idiomas en los que se comunican las personas varían de acuerdo con la geografía. También la comida y algunas costumbres. Al volver a su casa, en la ciudad de Buenos Aires, se puso a leer todo lo que pudo sobre otros territorios: “Empecé a leer acerca de África, después sobre la Guyana y Surinam, seguí con Europa. De un país pasaba a otro y luego a otro más. Quería aprender todo”, cuenta.

En paralelo, proyectaba una carrera deportiva en el tenis. Viajó a torneos afuera del país, pero sin poder recorrer las ciudades a las que iba. Llegaba, jugaba y se volvía. El tenis le permitió forjar templanza en la soledad, se acostumbró a ser un “solucionador de problemas” y a pasar tiempo consigo mismo, a no depender de otros para conseguir resultados. Las horas de entrenamiento se extendieron y dejó de cursar presencialmente el colegio secundario. Se recibió estudiando por Internet. A los 19 le puso punto final a aquel proyecto y se comprometió a ser igual de intenso y profesional en lo que fuera que emprendiera a continuación.

Unas vacaciones con su familia santafesina dieron inicio a su primer periplo, a la confirmación de que viajar se convertiría en su estilo de vida: “Un primo se iba a Tucumán un fin de semana y lo acompañé. Él se volvió, y yo seguí hacia Salta y Jujuy. Después me fui a Bolivia, Chile, Perú, Ecuador, Colombia. Di toda la vuelta a Sudamérica, estuve cuatro meses viajando y me gasté los cuatro mil dólares que tenía”, recuerda. Al regresar, comenzó a estudiar Administración de Empresas. Ya tenía en mente un plan que consistía en juntar cierto monto de dinero (trabajó en bancos, haciendo viajes como Uber, vendiendo electrodomésticos y algunas cosas más), invertirlo en el mercado de valores y, con los rendimientos que obtuviera, solventar una vida lo más austera posible viajando por el mundo.

En cuanto llegó a la cifra que se había marcado como objetivo, dejó todo y le contó a su círculo íntimo cómo continuaría su vida. Fueron pocos los que entendieron sus motivaciones y creyeron que sería posible recorrer cada país del mundo. A los 193 Estados miembros de la ONU, agregó Palestina, el Vaticano y Taiwán. En 2016, comenzó a viajar, poniendo a prueba la planificación que elaboró durante cinco años. La primera sorpresa que obligó a ajustar variables: “Los países más peligrosos son más caros, porque necesitás más garantías de seguridad. Eso me obliga a asumir más riesgos en las inversiones, por lo que el estrés es doble. Estás pendiente de que no te lleven las acciones y de que no te maten si es una zona de guerra”, explica.

En 2019, el proyecto entero estuvo a punto de terminar. En Mauritania, viajaba junto a un francés en un vehículo por el medio del desierto. Vieron a dos personas haciendo dedo y las levantaron, sin saber que eran integrantes de un grupo terrorista. Desviaron el coche y los tuvieron tres días secuestrados. En un traslado, Nicolás y el francés se tiraron del auto en movimiento y escaparon. “Yo pensé que ya no salía. Me dije ‘Me hubiese gustado tener una familia, poder despedirme de mis viejos’. Me fui a islas Canarias y, al principio, decidí no volver a África nunca más. Al cabo de dos meses, después de hacer terapia, me animé a seguir”, confiesa. 

Al cierre de esta edición, Nicolás esperaba la autorización para ingresar a Corea del Norte, el último destino que le falta para completar este objetivo. Nunca se trató, sin embargo, de coleccionar sellos en el pasaporte: no solo pisó capitales, sino que profundizó el conocimiento en cada país. En algunos, como Irak, se quedó más de cuarenta días; otros, como Senegal, los visitó cinco veces. “Donde vaya, voy a fondo”, cierra.

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