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DANA CROSA: LA POTENCIA DE CREAR

En teatro, sobre todo, pero también en series audiovisuales, como actriz y dramaturga desarrolla producciones con trabajo colectivo y reconocimiento internacional.
En teatro, sobre todo, pero también en series audiovisuales, como actriz y dramaturga desarrolla producciones con trabajo colectivo y reconocimiento internacional.

En los últimos años, Dana Crosa osciló entre la alfombra roja de Cannes –con vestidos glamorosos para la ocasión, luces y figuras internacionales alrededor– y las vicisitudes de la autogestión teatral en el circuito off local. La actriz, dramaturga, directora, productora y lo que sea que necesite un proyecto artístico en el que se embarque hace base en el teatro, su hogar y su fuerte, pero también se anima a la creación audiovisual, a sumergirse en otros lenguajes narrativos y estéticos que le permitan contar las historias que habitan en ella.

El arte estuvo siempre revoloteándole, en distintas formas: una tía que le armaba disfraces, una hermana mayor que actuaba, un padre que cantaba y tocaba la guitarra, una madre que la llevaba al teatro. Sentada en la butaca, como espectadora de una obra de danza-teatro que no se parecía a absolutamente nada de lo que había visto antes, descubrió que había algo más, que quizás podría también ella expresarse sobre el escenario o detrás de él. Se sumó al Banfield Teatro Ensamble a los 16 años, primero como un hobby e imaginándose exclusivamente como actriz, pero muy temprano comenzó a trabajar en el café concert, armando número tras número para cientos de personas por fin de semana y adquiriendo experiencia en otros roles. “Era como una máquina de producir, de crear y de mostrar que me encantó. No hubo vuelta atrás después de eso”, recuerda.

Completó su formación en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático, donde incorporó mayores conocimientos sobre el teatro, construir un proyecto colectivo, sostener producciones y procesos. Sobre todo, le quedó marcada a fuego una máxima: “La manera de hacer teatro es una manera de vivir, también”. Esa manera de vivir y de hacer constituye, según su visión, una irreverencia en un mundo que invita a la quietud. Producir en lugar de ver, crear y no solo consumir, es su manera de enfrentarse a aquello. Esa irreverencia también se hace presente en ser mujer y ocupar espacios. “Como piba joven, veía que había muchos hombres en roles de toma de decisiones. Poder agarrar esas riendas y decidir, construir equipo, elegir a las personas con las que trabajar se convirtió en algo muy importante para mí”.

Su desarrollo en el teatro avanzó por carriles que vivió como lógicos, consecuentes con su trabajo. Hasta que apareció Esto no es un hotel, que constituyó una sorpresa en diferentes sentidos. La escribió primero como obra de teatro, pero no terminaba de cerrarle el formato hasta que se convenció de que debía ser una serie audiovisual. Con un presupuesto, digamos, moderado, y el apoyo de la Universidad de Tres de Febrero, no imaginó que fuera a crecer más allá de algunas reproducciones en YouTube. Pero la potencia de la serie alcanzó a muchos más espectadores de los esperados, y no solo eso: llegó a una plataforma y fue nominada como Mejor Serie Corta en el Festival de Cannes.

“La serie fue reveladora para mí. Tuve una etapa en la que sufrí del síndrome del impostor, creí que solamente había tenido suerte. Y que ya había contado todo lo que tenía para contar, que ya no podría hacer algo bueno de vuelta. La clave para salir de ahí es no creerse el centro de la escena, armar equipos y saber que entre todos podemos hacerlo otra vez”, confiesa sobre los vaivenes emocionales que trajo este hito en su carrera.

Si aún tenía dudas sobre las posibilidades de repetir un éxito similar, quedaron atrás con su segunda serie, Mejor quemarse, que fue nominada al mismo premio en Cannes y resultó ganadora. En paralelo a su actividad artística, Dana integra hace ocho años el equipo de Plantarse, una ONG enfocada en la sustentabilidad. Llegó allí en medio de una búsqueda laboral lisa y llana, con el objetivo de ganar lo necesario para pagar sus cuentas en un empleo fijo. Con el tiempo, se sumergió en las temáticas abordadas por la organización y en el modo de trabajo del resto del equipo, y encontró un propósito que no estaba buscando: “Me fui enamorando del trabajo y de este tema haciéndolo. Es bastante parecido a lo que me pasó con el teatro, en el que crecí en otros roles en el camino”, sostiene.

Al tiempo que escribe el guion de una nueva serie, se prepara para dar un seminario sobre teatro en espacios públicos en Bolivia y aspira a darle continuidad a De riesgo, la apuesta teatral con la que formó parte en febrero del ciclo “Temporada Alta”, en Proa 21. En definitiva, sigue ejerciendo la irreverencia de hacer y hacer.

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