Julieta Lanteri fue primera en muchas cosas, todas importantes, especialmente para las mujeres que vendrían después: fue la primera mujer que ingresó y se recibió de bachiller en el Colegio Nacional de La Plata, la primera sudamericana que pudo votar y la primera en ser candidata a diputada. Toda una pionera.
Había nacido en Italia en 1873 y llegado a la Argentina con su familia a los 6 años. Antes de dedicarse a la política, estudió y estudió. Parece que tenía claro que era una forma de “avanzar”. Así que del colegio saltó a la universidad, donde se recibió primero de farmacéutica y finalmente se doctoró en Medicina. A los tres años de conseguir este diploma, se nacionalizó argentina y exigió que le reconocieran sus derechos como ciudadana, lo que suponía, entre otras cosas, poder votar.
Para sorpresa de muchos, y seguramente también de ella, lo logró. El 26 de noviembre de 1911, día de las elecciones, Julieta Lanteri se transformó en la primera mujer sudamericana que pudo votar.
Sin embargo, su gran conquista no iba a durar mucho, porque la ley que democratizó el sistema electoral estableciendo el voto secreto y obligatorio imposibilitó nuevamente el sufragio femenino, ya que definió que el padrón electoral debía ser el mismo que el de los registrados para el servicio militar, algo claramente exclusivo de los ciudadanos varones. Julieta exigió entonces que la incluyesen en el padrón militar, pero no se lo aceptaron.
Fue a por más y se propuso como candidata a diputada, para dar batalla por los derechos de las mujeres desde el Congreso.
Nuevamente contra todos los pronósticos, la Junta Electoral accedió a su pedido y “la Lanteri”, como comenzaron a llamarla despectivamente en algunos periódicos, se lanzó a hacer campaña. Para la época, hablamos de 1919, sus propuestas eran innovadoras y progresistas: licencia por maternidad y subsidio por hijo, protección a los huérfanos, abolición de la prostitución, sufragio universal para los dos sexos, igualdad civil para los hijos legítimos y los no legítimos, horario máximo de seis horas de trabajo para la mujer, salario igual para trabajos equivalentes para los dos sexos, jubilación y pensión para todo empleado u obrero, abolición de la pena de muerte, divorcio absoluto y representación proporcional de las minorías a nivel nacional, provincial y municipal.
Julieta decía: “No admito amos ni quiero ser patrona. Todos somos iguales. No quiero propiedades ni quiero matar para conservarlas. La tierra entera es nuestra patria”.
El día de las elecciones, 1730 valientes y modernos hombres votaron a Julieta Lanteri sobre un total de 154.302. El resultado no le permitió a la candidata acceder a la banca, pero ella de todos modos siguió adelante con su imparable lucha. En 1920 se presentó en las elecciones con el Partido Socialista y luego con el Partido Feminista Nacional que ella misma fundó. En 1924, volvió a presentarse y quedó segunda en cantidad de votos, lo que hizo que se ganara nuevos enemigos.
Lo de los enemigos quedó claro en 1932, cuando un auto se subió a la vereda marcha atrás y la atropelló. Quien conducía era un miembro de la Legión Cívica, un organismo de represión política formado por civiles armados que respondían al presidente Uriburu. Una historia que en la Argentina iba tristemente a repetirse muchas veces más.