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Leerles cuentos

Hace algunos años, el secretario de educación de los Estados Unidos recurrió a la televisión para pedir a los padres de ese país, en nombre del Gobierno federal y como un deber patriótico, que les leyeran a sus hijos media hora por día. Es sabido que el desempeño académico de los chicos a quienes les han leído en las etapas iniciales de sus vidas supera al de los que no recibieron esa estimulación. Más allá del fortalecimiento de los vínculos familiares que facilita, esta práctica estimula la curiosidad de los niños, promoviendo el diálogo y la formulación de preguntas. Además, los introduce a un universo de palabras ausentes del limitado lenguaje cotidiano, ampliando su vocabulario desde edades tempranas. Estos efectos son tan importantes que la sociedad que congrega a los pediatras estadounidenses impulsa desde hace tiempo un programa mediante el cual los médicos “prescriben”, inclusive utilizando sus recetarios, que los padres les lean a sus hijos como si se tratara de una indicación terapéutica más.

La reclusión en los hogares a la que obligó la pandemia parecía proporcionar una bienvenida oportunidad para difundir esta práctica, ya que los padres estarían más tiempo en sus casas, desde las que muchas veces seguían trabajando. Sin embargo, eso no fue así. Un estudio llevado a cabo en el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina por Ianina Tuñón y Carolina Martínez muestra que en los hogares donde hay niños y niñas de hasta 8 años, las familias cada vez prestan menos atención a la lectura de cuentos: a más de 4 de cada 10 niños no les leyeron en voz alta. La mitad de los chicos del país no reciben narraciones orales en sus familias, situación que es más grave en las de menor nivel socioeconómico. 

“Esta práctica los introduce a un universo de palabras ausentes del limitado lenguaje cotidiano”.

El clima educativo del hogar también desempeña, lógicamente, un papel importante en lo que respecta a la lectura de cuentos a los niños: en 2020 no le leyeron cuentos al 30 por ciento de los niños y las niñas cuyas madres completaron el secundario o un nivel superior, mientras que cuando las madres tienen un grado de instrucción inferior, la carencia de narración de historias alcanzó al 53 por ciento. Los datos correspondientes a 2019 fueron del 23 y del 38 por ciento respectivamente. El estudio también confirma que, a pesar de permanecer en el hogar y de contar con más tiempo disponible, el 54 por ciento de los jóvenes de entre 13 y 17 años no recurrió a la lectura, una cifra similar a la registrada en años anteriores.

La pandemia que atravesamos tiene graves consecuencias en la formación de nuestros niños y jóvenes, quienes han visto seriamente limitadas sus posibilidades de desarrollo cognitivo, no solo en relación con las escuelas, sino también en sus propios hogares, como lo confirman estas observaciones. Es urgente volver a ocuparnos de enriquecer a los chicos con todos los medios disponibles. Son numerosas las investigaciones que muestran que los padres pueden contribuir de manera decisiva a la formación de sus hijos a partir de edades muy tempranas. En estos tiempos de tecnología sofisticada, una práctica tan sencilla, al alcance de todos y de muy bajo costo como es la de leerles cuentos a los chicos en voz alta resulta fundamental para el armónico desarrollo de su interior. 

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