Ya he comentado en estas páginas las características que definen a un buen docente: alguien que sabe mucho sobre algo, que contagia su entusiasmo por eso que sabe y, por lo común, es exigente con sus alumnos. Lo confirma la experiencia del profesor Daniel Córdoba que dicta el curso Física al alcance de todos desde comienzos de la década de 1990 en la ciudad de Salta.
La historia de este curso ha sido ampliamente difundida por la prensa nacional. El profesor Córdoba recibió numerosos reconocimientos por su labor cuyos comienzos no estuvieron exentos de dificultades. Nacida como una actividad clandestina, inicialmente destinada a alumnos interesados en participar en las Olimpíadas de Física, fue atrayendo jóvenes curiosos que quisieron saber de qué se trataban esas clases voluntarias dictadas los sábados. En un momento suspendidas por elitistas, volvieron a dictarse y convocaron a un número creciente de estudiantes. Sorprendentemente, el 25 por ciento de los ingresantes al prestigioso Instituto Balseiro de Bariloche, que reúne a los más destacados alumnos de Física del país, provenían de Salta.
“¿Cuál es el secreto del profesor Córdoba, cuya experiencia es analizada por expertos en enseñanza?”.
¿Cuál es el secreto del profesor Córdoba, cuya experiencia es analizada por expertos en enseñanza de las ciencias tanto en el país como en el exterior? En primer lugar, despertar la curiosidad de los alumnos, contagiar su entusiasmo. En una reciente nota periodística sobre la experiencia, se relata que cuando a uno de sus estudiantes, hoy un reconocido científico, le preguntaron si había entendido la física en las primeras clases, respondió que ni siquiera en la décima, pero “me quedé porque necesitaba saber por qué no entendía. Si el profesor explicaba con tanta pasión, me estaba perdiendo algo que evidentemente valía la pena”.
Una de las claves del método que desarrolló Córdoba es formular la pregunta que inicialmente se hicieron quienes estudiaron los problemas de la física. Lo resume así: “Antes que nada, los pibes tienen que entender los fenómenos, por qué ocurren las cosas, la historia de los problemas, las ideas, los fracasos, las controversias. Recién después vienen los cálculos y las ecuaciones”. Atrae la atención de los estudiantes al plantear el desarrollo científico por lo que en realidad es: una aventura humana.
El profesor pone especial énfasis en la dificultad que supone aprender, el esfuerzo que requiere, el desaliento al que muchas veces nos enfrenta. Dice: “Nuestros referentes hacen parecer que la ciencia es muy fácil, pero en ningún momento les cuentan a los pibes lo difícil que es estudiar y aprender, el esfuerzo que hay que poner, las veces que hay que convivir con la frustración. Las vocaciones científicas no se capturan con espejitos de colores”.
Finalmente, señala el carácter democratizador del conocimiento. Dice: “El curso rememora la escuela a la que yo fui: conviven chicos de bajos recursos con otros de familias aventajadas. Acá vienen de todos los sectores sociales y ello genera un aprendizaje muy lindo para todos. No está la brecha que tiene la escuela pública desde hace años. En el país hay muchísimos docentes con hidalguía, pero el problema es el sistema educativo. El sistema es como la gravedad: te permite caminar, pero no te permite volar”.