Hasta hace muy poco, el único vino autóctono en alcanzar reconocimiento era el Torrontés. Pero ha surgido otra cepa, a tono con la tendencia mundial de revalorizar lo propio como ventaja diferencial. Se dice que la Criolla fue traída por los misioneros llegados de las islas Canarias, quienes la propagaron de norte a sur del continente. Y que luego se convirtió en diferentes cepas según su territorio: Misión en Estados Unidos, País en Chile y Criolla en la Argentina.
Se trata de un grupo de uvas muy dispar, todas hijas de diversos cruzamientos a partir de Moscatel de Alejandría y Listán Prieto, entre otras. Se sabe que, hasta comienzos del siglo XX, las uvas se plantaban mezcladas, por lo que se polinizaron entre sí.
La Criolla no gozaba de buena fama, pero logró quedar entremezclada en los viñedos y convertirse en una planta fuerte y resistente. Con el tiempo, llegó a ser muy popular, aunque sus cualidades enológicas no eran destacables. Hasta que algunos enólogos decidieron rescatarla del olvido.
Hoy, gracias al entorno, sus cuidados y métodos exclusivos de elaboración, generalmente fermentando en pequeñas vasijas de cemento, se logran exponentes destacables. Una de sus claves es que las plantas suelen ser viejas, y sus rendimientos bajos por naturaleza. Eso ayuda a lograr cierta concentración en su carácter. Es un vino de aspecto tenue y aromas frutados, simples y directos. De trago fácil y paso vibrante, muy refrescante. Sin dudas, el tinto ideal para disfrutar en verano.
TIPS
Cuando hace calor y se quiere disfrutar el vino, el foco de atención no debe estar puesto en qué botella descorchar, sino más bien en qué temperatura servirlo. Por eso, en verano el vino siempre debe salir del frío, sea blanco, rosado, espumoso, dulce o tinto. Es cierto que algunos resisten mejor las bajas temperaturas y no pierden sus atributos, pero cuando calienta el sol, lo más importante es refrescar el paladar. Por eso, hay que dejar los grandes vinos para otras ocasiones. Menos los tintos, los demás vinos pueden salir de la heladera, incluso del freezer, y volver ahí después de servir todas las copas. A los tintos hay que tratarlos de manera similar, pero estando más atentos, porque si se enfrían mucho se vuelven ásperos, más allá de que sus aromas y sabores se sentirán más compactos. Mejor es optar por tintos jóvenes y livianos, como Criolla, Pinot Noir, Malbec, Cabernet Franc o Bonarda.
MINIGUÍA DE VINOS
Callejón del Crimen Reserva
Cabernet Franc
2018
Vinos de La Luz
Vista Flores, Valle de Uco
$540
89 puntos
Flamante Cabernet Franc que se suma a la línea, manteniendo el estilo moderno de la casa. Es un tinto de aromas intensos y bien definidos, con notas de frutas de baya y los tonos herbales típicos del varietal. Paladar franco y fresco, de paso fluido, con taninos incipientes y un final amable, en el que conviven la buena madurez de la fruta con leves ahumados.
Norton Special Edition
Grüner Veltliner
2018
Bodega Norton
Agrelo, Luján de Cuyo
$520
90 puntos
Primer exponente nacional de la variedad más importante de Austria, y llega de la mano de Norton. De aromas intensos y florales, bien tenso en boca y con buen cuerpo. Es refrescante y con agarre, algo directo en su carácter, con cierta untuosidad y dejos que hablan de madurez. De trago profundo, llena la boca con fuerza y sobre el final asoman las levaduras.
Saint Felicien
Pinot Noir
2018
Bodega Catena Zapata
Mendoza
$690
90 puntos
Se suma como varietal de línea luego del recordado Tributo a Soldi. De carácter frutal cálido, pero con tipicidad y cierta madurez, cumple con el clasicismo de la marca. Elaborado con uvas de los viñedos Domingo (Villa Bastías) y Adrianna (Gualtallary). Es un vino con buen volumen y taninos sedosos, y un final profundo y delicado que habla del Valle de Uco.