En cine recomiendan evitar que niños o animales participen de un rodaje. Sin embargo, para Iván Fund ese consejo es anticuado y en sus films acostumbra a tomar el riesgo. Es que el realizador asocia el séptimo arte a la capacidad de asombro de la infancia, “de creer en la magia”. Así, en El mensaje la protagonista es una nena que puede comunicarse con las mascotas, como una especie de médium. Se trata de su nueva película, que se quedó con el Oso de Plata en el Festival Internacional de Berlín, uno de los más prestigiosos del mundo. “Fue una alegría enorme. En el panorama actual de la Argentina uno se olvida de que pueden venir buenas noticias también. Los premios van y vienen, las películas quedan, pero cuando los reconocimientos llegan, renuevan la energía y la fe”, dice mientras espera la confirmación del estreno en las salas del país.
- ¿Por qué hacés cine?
Soy un enamorado del cine y ocupa un lugar fundamental en mi vida, no solo como oficio, sino como algo que les da sentido a los días, como una herramienta para enfrentarse al mundo. Como todo amor, es inexplicable, y también inevitable. Para mí el cine es una manera de rescatar la capacidad de fascinación que tenemos con el mundo y las personas, es esa herramienta para amplificar y entender mejor lo que nos pasa y pasa alrededor. Me gusta el cine como espacio de descubrimiento y aventura. El cine nos recuerda que el mundo es un lugar donde todavía puede haber magia y poesía. A mí me encanta sentarme en las butacas, en la sala a oscuras, mirar para arriba y estar dos horas ahí en ese umbral, entre mi realidad y la que voy descubriendo desde la pantalla.
- Te movés entre lo fantástico y lo real, ¿por qué?
Me interesan las dos cosas. Tengo un interés muy concreto con el cine documental, de autor, un cine directo, una forma muy táctil de habitar la escena. Por otro lado, se me hacen inevitables también el cariño y las ganas de creer en la parte más fantástica y asombrosa. Entonces las películas terminan en ese umbral, en esa mezcla encuentro un equilibrio que me representa. Entiendo la ficción como esa herramienta para expandir la realidad.
- Frente a la recomendación en contrario, trabajaste con niños y animales…
Contra ese dictamen, que para mí está más vinculado a una forma de entender el cine un poco vieja y pragmática, el cine como una maquinaria de control, donde hay que tener todo hiperplanificado, una representación más encorsetada y controlada. Entonces ahí sí, a nadie le conviene el caos que puedan generar los niños y animales. Para mí el cine es lo contrario, es un espacio de descubrimiento, de aventura, de experiencia. Las películas uno las hace para entenderlas, para descubrirlas a medida que las va haciendo. Ahí, los niños y los animales son una fuente muy pura de propuestas, todo el tiempo todo puede cambiar y ser distinto a lo planeado. Eso significa que están parados en un presente absoluto, y para mí el cine es un acto de presencia. Por eso me encanta trabajar con ellos. Los niños son como un atajo a la ficción, todo lo que proponen lo creen, no tienen problemas en creer que eso puede suceder.
- ¿La siguiente historia siempre aparece en rodaje?
Sí. Cada vez que estoy haciendo una película es cuando más cosas se me ocurren para otra. Hay algo de estar moviéndose, de estar habitando la cosa, de estar reaccionado al mundo que te pone a andar la cabeza y a estar más atento. Igual, en mi caso, nunca es tan unívoca o lineal. A veces son historias o ideas que uno tiene hace años y después va viendo en qué película la puede acomodar.
- ¿Buscás hacer tu gran película?
No. Al menos no como un destino concreto. Sé que voy hacia ahí, pero ojalá nunca llegue. No es a lo que apunto, es más a estar en movimiento. Pensarlo así es un destino más clausuratorio, y yo quiero seguir haciendo películas. Sí, uno intenta depurar las herramientas, afinar la mirada y que la próxima película te deje más contento que la anterior, pero, por otro lado, es bastante misterioso cómo funciona el cine.
- Venís del Berlinale y has recorrido otros festivales internacionales, ¿qué dicen del cine argentino en el exterior?
Afuera siempre se ha recibido el cine argentino con mucha admiración y cariño, y se le ha dado lugar en los circuitos mundiales más importantes. Saben del talento y la tenacidad de los cineastas argentinos. Muchas veces los colegas de afuera no pueden entender cómo hacemos para seguir, es algo que dentro de sus estructuras más estables parece algo inaudito, que con todas las que tenemos en contra, igual sigue habiendo películas argentinas, igual le encontramos la vuelta y seguimos contando historias. Y la diversidad y la calidad que tiene el cine nacional es muy celebrado en el exterior.
CAFÉ CON CIRCUITO
“Soy un fanático del café, tanto que me mido para no excederme. Me gusta doble espresso”, cuenta. Nació en San Cristóbal, Santa Fe, y se crio en Crespo, Entre Ríos, donde filmó El mensaje. Él no es el único cineasta de esa pequeña localidad: “Es como un fenómeno, lo adjudico a que es un pueblo de inmigrantes alemanes del Volga, gente muy obstinada. Está en nuestro ADN ser cabeza dura, y eso es fundamental para hacer cine”. Hoy, más que una casa, con su pareja tienen “un circuito”, viviendo entre CABA y Santa Fe.