“Diario de Rosario es una ficción, todos los hechos que se describen no ocurrieron, quizá sí los lugares y algunos mecanismos son compatibles con lo real”, aclara Paloma Fabrykant sobre su primera novela, porque las altas dosis de realidad que emergen de la historia pueden confundir a algún lector distraído. “Hay mucha experiencia personal, conocimiento del territorio, pero también muchísima imaginación. No es lo mismo escribir una fantasía en un espacio que uno imagina que escribirla en uno conocido”, agrega la periodista y productora de televisión, profesión que desempeñó en la ciudad santafesina.
“Busco que el lector se entretenga y quiera leer la siguiente línea, que pase la noche y se levante cansado porque se desveló leyendo. Busco ese efecto. La manera de lograrlo es tratando de que se sienta en ese lugar y experimente cosas parecidas a las que yo experimenté, y que canalicé a través de la protagonista”, revela.
Hija de la escritora Ana María Shua, confiesa que por muchos años rechazó la idea de una vocación literaria para no cumplir con los mandatos familiares. “Me negué a la escritura y la denosté, quise cosas más inmediatas y relacionadas con la información y no tanto con el arte. Finalmente, luego de que ya le di la otra vuelta a la vida después de los 40, me dije ‘Si esto siempre fue lo que mejor salió, solo no lo voy a hacer para no darle el gusto a mi mamá… ¡es un montón!’, confiesa abocada a una nueva novela.
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No es un río, de Selva Almada.