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¿Qué es la alergia? ¿Cuál es el origen de una afección que se remonta a la época de los faraones? Introducción al mundo de los estornudos y de las reacciones exageradas a determinadas sustancias, que afecta a no menos del 30 por ciento de la humanidad.

Alergia: Lo que debemos saber

Fotos: IStock

Hace más de 4500 años, el faraón Menes, joven rey de Egipto, murió por la picadura de una abeja, según la escritura jeroglífica en su tumba. 

En la Antigua Roma, Britannicus, hijo del emperador Claudio, padecía una intensa reacción al subir a un caballo: su cara se congestionaba, lloraba, moqueaba y estornudaba. Su padre lo consideraba débil, y finalmente nombró sucesor a su hijo adoptivo Nerón en lugar de al pobre Britannicus. 

William Shakespeare, en su obra Ricardo III, relata que este rey de Inglaterra reaccionaba con ronchas e hinchazón de párpados y labios al comer frutillas. Aprovechó esta predisposición para acusar a su enemigo político lord Hasting invitándolo a una entrevista después de haber comido frutillas, y acusándolo de brujería y envenenamiento lo condenó a muerte. 

Ahora sabemos que todos estos antiguos personajes eran alérgicos. Reaccionaban exageradamente a sustancias que no afectan a la mayoría. 

La palabra “alergia” está formada por la partícula “al”, que en griego significa diferente o alterada, y “ergos”, energía o reacción. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), no menos del 30 por ciento de la población mundial es alérgica, y este porcentaje está en continuo aumento.

Una característica importante es su carácter hereditario. No todos los hijos de una persona alérgica heredarán el trastorno, pero si la familia paterna y la materna tienen antecedentes alérgicos, la posibilidad de heredarlo es mayor. 

Por lo general, las manifestaciones alérgicas comienzan en la infancia, incluso en la lactancia, aunque en algunos se revelan recién en la edad adulta. Afecta tanto a hombres como a mujeres, y no hace diferencia de etnias. 

¿POR QUÉ SOMOS ALÉRGICOS? 

En realidad, no tiene alergia el que quiere, sino el que puede. Para poder tener alergia hay que ser genéticamente predispuesto a padecer una alteración inmunológica, que se caracteriza, en la mayoría de los pacientes, por la formación exagerada de una gammaglobulina: la IgE. 

El sistema inmune ejerce la función de defensa en el organismo. Es un sistema muy complejo capaz de diferenciar lo propio de lo ajeno y está capacitado para reaccionar ante una invasión extraña o peligrosa por medio de productos celulares. Uno de estos son las inmunoglobulinas, también llamadas anticuerpos o gammaglobulinas. Conocemos cinco y las diferenciamos con letras: la inmunoglobulina G es la más numerosa; la M, la más precoz en reaccionar; la IgA está presente en sangre y secreciones; la D se encuentra en muy pequeña cantidad; y la E es el principal personaje del estado alérgico en la mayoría de los pacientes. La superproducción de la inmunoglobulina E o IgE cambia a través de la existencia, pero siempre por encima de niveles normales.

¿QUÉ SON LOS ALERGENOS? 

Son sustancias que pueden desencadenar reacciones alérgicas en personas predispuestas que han estado previamente en contacto con ellas. 

El primer contacto de un paciente alérgico con cierta sustancia produce la sensibilización específica, formando IgE dirigida contra dicha sustancia. Esa IgE se fabrica en células especiales del sistema inmune, se libera a la sangre y puede ser detectada por análisis bioquímicos. Llega un momento en que un nuevo contacto del paciente con ese alergeno desencadena una reacción alérgica de menor o mayor importancia. 

Hay un período de sensibilización y otro de reacción. En esta se libera histamina y otras sustancias activas desde células especializadas.

Cuando una persona está sensibilizada a alguna sustancia extraña, a la que denominamos alergeno, está predispuesta a reaccionar con mayor o menor intensidad en un futuro contacto con esa misma sustancia. 

La reacción alérgica se manifiesta por inflamación de algún órgano o tejido, principalmente piel y aparato respiratorio. En este proceso de inflamación hay un tipo de glóbulo blanco que tiene importancia: el eosinófilo. Por eso, muchos alérgicos presentan en su análisis de sangre o citológico una cantidad de eosinófilos mayor que lo normal. Lo mismo ocurre cuando una persona tiene macroparásitos (tenia, áscaris, etc.). 

Las principales enfermedades alérgicas son la rinitis alérgica, el asma bronquial, la urticaria y el eczema o dermatitis atópica, de las cuales hablaremos en un próximo artículo.

*Profesor emérito de la Facultad de Medicina, Universidad Católica de Córdoba. 

LOS MÁS COMUNES

– Ácaros incluidos en el polvillo del dormitorio.

– Pólenes de algunas plantas: gramíneas, árboles, arbustos, etc.

– Caspa y proteína de animales: caballo, gato, conejo, perro, etc.

– Medicamentos: antibióticos, aspirina, dipirona, AINES, etc.

– Alimentos: leche, huevo, trigo, frutos secos, mariscos, etc.

– Esporas de hongos.

– Látex, colorantes y conservantes artificiales.

Algunos pacientes son sensibles a varios alergenos.

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