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MAR DE LAS PAMPAS: EL BOSQUE Y SU LABERINTO MÁGICO

Una opción veraniega que encaja con perfección en el invierno. Con su entorno de bosque y mar, sus calles irregulares desbordadas de pinochas, un centro cívico llamativo por la belleza arquitectónica y una oferta estupenda de alojamiento y gastronomía
Una opción veraniega que encaja con perfección en el invierno. Con su entorno de bosque y mar, sus calles irregulares desbordadas de pinochas, un centro cívico llamativo por la belleza arquitectónica y una oferta estupenda de alojamiento y gastronomía

El frío lo enmarca todo. Hasta la particular belleza del laberinto urbano, y más allá de los médanos, donde las playas enormes, de arena ocre, se sumergen en la espuma del mar vibrante. Si fuera de noche, la luz del faro se reflejaría como fantasmas inquietos que se abalanzan sobre el agua hasta que se retira, y vuelve indefinidamente. Pero ya amaneció, y ahora es el sol el que intenta entibiar el aire gélido que respira el turista que camina hacia el horizonte, por estos días emponchado hasta los dientes. El mar revuelto entrega esa energía que no entiende de estaciones ni de temperaturas. Y el horizonte, a uno y a otro lado, propone la inmensidad de las playas, junto a sus habitantes naturales, las gaviotas, que revolotean en cuidada uniformidad y picotean los restos de la espuma que permanecen en la costa. 

Esas playas acaban en un prodigioso muro de médanos: la naturaleza, siempre milagrosa, así lo estableció. Tal vez haya sido para proteger, para contener, para rodear el producto laborioso de años y años que conformó un extraordinario bosque de álamos, sauces, pinos, acacias, eucaliptos, cipreses y otras especies. Esa espesura profunda, intensa, de infinitos tonos de verde. Un bosque tan joven que relata apenas unos años más que los de medio siglo desde que fue sembrado en una zona que no era otra cosa que una serie interminable de desérticos cordones de dunas. 

En esa zona que hoy exulta aire puro, hay una pequeña villa, preciosa, con calles que forman un laberinto en el que dan ganas de perderse. Es Mar de las Pampas, un balneario que crece día a día y que, desde hace décadas, es uno de los preferidos de amplios estratos urbanos que escapan del cemento. Una estupenda ventana al mar, ideal para las vacaciones tanto de verano como de invierno.

Una región que mantiene casi con obstinación su fascinación por la naturaleza, al tiempo que se recrea con innumerables atractivos. Incluso en tiempos en que son impensados ciertos olvidos: así como el bronceador en pleno enero, por estos días resultan imprescindibles esos abrigados guantes que hacen juego con el irremplazable gorro de lana… 

Una de las maravillas generadas por la mano del hombre. El bosque de pinos y de otras especies. Foto: iStock.

AL ALCANCE DE LA MANO

Se puede llegar desde la Ruta Provincial 11 o bien dejar atrás la villa que fundó Carlos Idaho Gesell (así como lo hizo el ingeniero Jorge Bunge con la zona de Pinamar) en un serpenteante camino de arena, continuidad de la afamada calle 3 gesellina que surca el bosque paralelo al mar y que llega a la entrada del joven balneario, siempre respetando la velocidad máxima de 20 km/h y evitando los ruidos excesivos. Solo 370 km la separan de la ciudad de Buenos Aires.

Sus callecitas serpenteantes van y vienen con formas curvas, son desiguales, descienden y se alimentan del bosque, del cielo, del sol y del mar. Los proyectos originales imaginaron un damero con el tradicional estilo español, con manzanas cuadrangulares, paralelas a la línea de la costa. Porque, en realidad, la historia había comenzado unos años antes. Corrían días de abril de 1957 y el anuncio proponía: “Entre Mar del Plata y Pinamar –frente al mar en dos grandes lotes– extraordinario ofrecimiento para hombres de empresa… El día jueves 11 a las 16 horas. Por orden judicial remataremos…”. Así fue como los lotes fueron adquiridos por tres “hombres de empresa” –Antonio Vázquez, Manuel Rico y Jacobo Zceltman–, quienes llegaban con la intención de replicar la denodada costumbre por la fijación de médanos mediante pinos (y otras especies) para impedir la movilidad dunícola. Y solamente había pasado una década cuando advirtieron que habían sido superados por la naturaleza, como siempre. Y debieron emprender la recomposición del dibujo urbano hacia uno sumamente irregular. 

Finalmente, el loteo fue efectuado durante los 80, lo que muestra la juventud de Mar de las Pampas. Luego devino un crecimiento exponencial: de esos 93 habitantes inscriptos en 1993 a los más de 4000 actuales, en ascenso permanente. El espacio construible del bosque no supera el 70 por ciento y hay condiciones esenciales, como la de evitar la publicidad en la vía pública y la estridencia en ruidos y en música. A la vez que una lucha denodada para preservar la región de todo tipo de contaminación. En pandemia fueron muchos lo que se subyugaron por el medioambiente, la idea impostergable de una ciudad limpia, el respeto a la diversidad, la comunión con la naturaleza. Características que también atraen al turismo, que llega para disfrutar, por caso, de inolvidables caminatas sobre los infinitos senderos de pinochas y de paseos en bicicletas hacia el infinito. Y para compartir un slogan que es mucho más que eso: “Vivir sin prisa”.

Esas callecitas se siguen manteniendo con un estricto respeto por los médanos, al punto que para no modificar el laberinto natural que forman, los ingresos a las playas son solo los imprescindibles. Como que en la salida de la calle Virazón se encuentra el único parador que cuenta con infraestructura suficiente para brindar todos los servicios requeridos: carpas, sombrillas, vestuarios e incluso gastronomía.

Los atardeceres junto al mar, tal vez combinados con un chocolate caliente luego de una caminata o una cabalgata. Foto: iStock.

DE MADERA Y PIEDRA

La intención es que Mar de las Pampas siga siendo ese paraíso en verano y en invierno. También importa mucho, entonces, el aspecto agreste que desborda en zona céntrica, con sus construcciones que combinan piedra y madera, y galerías copiando sin excepción las alternativas naturales del terreno. Para estar a tono, varios afamados restó del pueblo están insertos en los recovecos de los médanos, construidos con elegancia y mucha madera: así cobran coherencia ambiental. Y, por supuesto, contemplan un amplio abanico de sabores, desde una especial variedad de pescados y mariscos hasta restaurantes clásicos, locales de comida rápida y las cafeterías más renombradas, que demuestran que se trata de un balneario especialmente receptivo para las familias. Además, es muy famoso el Bar de las Milanesas, muy colorido, ubicado dentro de la galería del centro comercial del cruce de las calles El Lucero y Mercedes Sosa. 

Por supuesto que ese epicentro urbano posee lugares muy bellos como, entre otros, el Paseo Aldea Hippie con sus tiendas y galerías de arte. También comercios de exquisiteces, por ejemplo, La Casita del Bosque, que reparte sus tiendas por todos los balnearios de la denominada “Costa Verde”.

La zona también cuenta con gran actividad cultural. El Anfiteatro de Mar de las Pampas ofrece una enorme diversidad de espectáculos: musicales, literarios, teatrales, de títeres, de magia y muchas otras expresiones culturales, para grandes y para chicos. Además, se encuentra en el mismo predio de la Feria de Emprendedores, un lugar ideal para dar un paseo por los puestos e ir de compras en medio del bosque, con marcas y diseños exclusivos, y también productos artesanales de primera calidad: una combinación ideal con los negocios tradicionales de las distintas galerías. 

Y cómo no, también una particularidad: tiro al blanco con arco y flecha en pleno bosque, a muy escasos pasos del centro cívico y también de las playas. Se trata de una actividad muy particular y divertida, especialmente propicia para disfrutar en familia.

El bosque les da un muy particular entorno a los alojamientos. Los hay de diversa índole y de muy distintas billeteras, con hoteles de todas las estrellas, residenciales, cabañas, aparts, casas y las variantes que se les ocurra a los viajantes, quienes también tienen a disposición alta variedad de campings y zonas de vans

Entre los muchísimos alojamientos disponibles todo el año para recomendar, se encuentra Miradores del Bosque. Y también es muy sugerente el Virazón: https://www.virazon.com.ar/.

Hay una generosa diversidad de alojamientos en la zona que tienen todas las características para un descanso pleno. Foto: Gentileza Turismo Costa Verde.

EL HORIZONTE 

En realidad, son 30 kilómetros de playas de arenas y naturaleza rabiosa. Contienen una serie de balnearios al sur de Mar de las Pampas: Las Gaviotas y Mar Azul, los más renombrados y populares. El ingreso a Mar de las Pampas es por la calle Las Acacias, que luego se transforma en Las Toninas hasta que en el centro comercial se topa con la avenida Cruz del Sur y luego se convierte en El Lucero por pocos metros: en ese punto, nace Padre José Cardiel, que en su irregular trazado llega a atravesar Las Gaviotas para convertirse en Punta del Este, ya recta en Mar Azul: va desde la calle 28 hasta la 47 y allí se zambulle en la playa con destino a las dunas y al faro. A partir de ese punto de playa, se genera un recreo natural impresionante para realizar paseos. Además es refugio ideal para los días de viento fuerte en la orilla y para intentar breves campamentos en el corazón del bosque.

Pero también están las menos abordadas Playa Bonita, Chacras del Mar, Playa Querandí: son decenas de kilómetros de dunas y médanos que se prolongan por la Reserva Municipal Dunícola, hasta arribar al Faro Querandí. La reserva es la más importante de nuestra costa atlántica: abarca 5500 hectáreas y contiene un ecosistema fundamental para la protección de las dunas costeras y su influencia en el clima, en la flora y en la fauna de la región.

Ese trayecto es verdaderamente increíble. Ideal para ser surcado por cuatriciclos o bicicletas, o también, aunque sea prolongado, a pie. Para explorar la zona por cuenta propia o en travesías guiadas. Ni que hablar de cabalgatas. O los que prefieran zambullirse con potentes 4×4. En todos los casos, si la temporada es de luna llena, los paseos nocturnos tienen un condimento muy especial para redescubrir sensaciones diferentes.

Una excelente alternativa para completar el disfrute en la combinación de confort y paisajes atrapantes enmarcados entre el mar y el bosque.

El mar, el invierno, la familia. Y, por supuesto, abrigos generosos. Los chicos siempre disfrutan muchísimo de los juegos en la arena. Foto: iStock.

 

ILUMINADOS POR EL FARO  

Exactamente a 30 kilómetros de Villa Gesell, crece un gigante de franjas negras y blancas. Un obelisco de colores opuestos, que surge del bosque. Es el Faro Querandí, con sus 54 metros de altura, el segundo más alto tras el de Bahía Blanca, que tiene un alcance de 20 millas marinas. Los visitantes pueden ascender hasta su lámpara, transitando por una escalera caracol de 254 escalones. Se suele llegar hasta la zona con vehículos de doble tracción, capacitados para atravesar el arenal. Originalmente, esa región fue habitada por los aborígenes que le dan nombre al faro. Significa “huelen a grasa” posiblemente debido a sus cualidades para la caza. Toda esa historia puede ser conocida mediante visitas guiadas. Vale la pena y mucho más el esfuerzo de llegar hasta el faro y trepar hasta su cima: el panorama es sencillamente alucinante. 

 

COSTA VERDE 

Mar de las Pampas es una de las localidades más jóvenes de la costa atlántica. Pero integra el selecto grupo de la denominada “Costa Verde” junto con Pinamar, Ostende, Valeria del Mar y Cariló. La unen algunas características geográficas, ya que se estructuran en sendos bosques que surgieron de la naturaleza y también por la mano del hombre. Pero también se asemejan por la base arquitectónica de sus casas, de sus chalets, de sus más importantes residencias y también de algunos de sus centros cívicos. Y por apuntar, además, a estratos sociales que suelen integrarse por las capas medias y altas, que, con sus diferentes poderes adquisitivos, suelen preferir esta interacción de bosques, playas y encanto.

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