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DUBLÍN, IRLANDA: LOS FANTASMAS VIKINGOS EN CADA PINTA DE STOUT

Museos y fortalezas. Joyce, Wilde y Beckett. Nostalgia y hermosos parques en un marco de fantasía, alegría, danzas callejeras, fiestas populares, el mejor whisky y una cerveza negra extraordinaria. La niebla es un agregado muy particular de la capital irlandesa, una de las más atrapantes de Europa.
Museos y fortalezas. Joyce, Wilde y Beckett. Nostalgia y hermosos parques en un marco de fantasía, alegría, danzas callejeras, fiestas populares, el mejor whisky y una cerveza negra extraordinaria. La niebla es un agregado muy particular de la capital irlandesa, una de las más atrapantes de Europa.

Se asomó al Grattan Bridge sobre el río Liffey y comenzó a ser posesionado por los fantasmas de los vikingos que en los inicios de la historia llegaban desde el mar de Irlanda. Así, transportado al siglo XIX, se zambulló en la Essex St. E, trastabilló en el empedrado irregular y quedó impactado cuando vio esa inigualable fachada rojo rabioso, bajo un edificio de tres pisos, los ventanales con el vapor condensado, el trébol de cuatro hojas y la gaita (el símbolo inigualable de la Guinness) y la imagen tallada de P.J. Hartnett, uno de sus primeros propietarios. Los copones con la mejor cerveza negra stout de la historia vuelan de a racimos en las manos implacables de los mozos, como desde 1840. Es un ícono inigualable de la ciudad, es el Temple Bar original, que no solo resulta el símbolo más cabal de la tradición de los irish pubs, sino que representa la identidad de una ciudad emblemática como Dublín, la capital de Irlanda. Nada menos. 

Cuenta la leyenda que tras las invasiones vikingas de los siglos IX y X, la región se consolidó en dos bandos: irlandeses y normandos, pero la batalla de Clontarf atomizó a los conquistadores que sobrevivieron, quienes impregnaron su identidad y mixturaron sus costumbres con las de los locales. Así se gestó esa sociedad del gaélico; la música callejera con influencia celta; su clima lluvioso y nostálgico; la alegría explosiva y contagiosa; las danzas cuadradas colectivas; la literatura mitológica que sería cuna de inspiración de genios de las letras como James Joyce, Oscar Wilde, Samuel Beckett, Bernard Shaw o Bram Stoker; las extrañas costumbres funerarias; la antigua tendencia a vivir en clanes o en casas redondas y en ringforts; la pasión por el fútbol, pero también por el hurling; y, definitivamente, los sabores: el stew de cordero o el chowder, los licores cremosos, el whisky y la inigualable cerveza negra seca, áspera, oscura, profunda, que fue creada por el cervecero Arthur Guinness en 1759.

Dublín, con identidad muy propia que la diferencia de la esencia británica, de profusa historia, sumamente politizada, escenario de guerras y conflictos, tiene la característica siempre cautivante de combinar ese pasado pletórico con una ciudad moderna, animada, rodeada de parajes verdes que conforman un horizonte natural de una belleza tan desbordante como contradictoria. Catedrales de origen vikingo, museos, parques, arquitectura de estilo georgiano y sus irish pubs tan particulares conviven con esa modernidad y con el pasado que se vislumbra en cada uno de sus rincones. 

La isla Ireland’s Eye es un lugar fantástico y encantador, con su castillo del siglo XIII, el faro y los bosques encantados.

Pura historia

Vale la pena desmenuzar la ciudad. Tal vez empezando por los múltiples castillos y fortalezas de la ciudad, que son increíbles. Por caso, el propio castillo de Dublín, de origen vikingo, remodelado en el siglo XVII, situado en el centro, en Dame Street. Hoy es un museo interactivo, pero fue la residencia real y el Tribunal de Justicia, y se encuentra rodeado de los jardines Dubh Linn: su Biblioteca Chester Beatty es una delicia.

Como lo es la Catedral de San Patricio (St. Patrick’s Cathedral), el patrón de Irlanda, quien evangelizó a los conversos en el siglo V y a las tribus más grandes de celtas. Nació como un sencillo templo de madera y fue convertido en una fortaleza victoriana de interior gótico, con su órgano enorme y las ilustraciones de Jonathan Swift, autor de Los viajes de Gulliver. En derredor está el exquisito parque St. Stephen’s Green.

O también la Christ Church, la Catedral de la Santísima Trinidad: data del siglo XI, cuando un rey vikingo mandó crear un pequeño templo de madera oscura, y en la actualidad expone un estilo neogótico atrayente, que se completa con la mayor cripta del país. 

Es indispensable, por otra parte, recorrer el Trinity College con sus plazas adoquinadas, amplios campos y joyas arquitectónicas: es la universidad más antigua de Irlanda y contiene la biblioteca más bella y espectacular. Fundado por la reina Isabel I en 1592, formó a escritores como Wilde, Shaw o Beckett.

Dublín tiene además parques extraordinarios como el Phoenix, el más grande de Europa en área urbana con sus 700 hectáreas, un zoo, la residencia Áras an Uachtaráin donde vive el presidente y una manada de ciervos que transitan libremente. Es el sitio de los runners dublineses.

La St Patrick’s Cathedral data del siglo V y hoy es una fortaleza victoriana de interior gótico, con su órgano y las ilustraciones de Swift.

Muy cerca se encuentra la prisión de Kilmainham Gaol, donde fueron encerrados y ejecutados muchos líderes de la lucha por la independencia. Hoy es un museo y comparte atractivos con su vecino Museo Irlandés de Arte Moderno. Otros museos imperdibles son el de Historia y Artes Decorativas (ubicado por encima del río Liffey); el de Historia Natural y Arqueología; y el de la Vida Rural, en el Condado de Mayo. Y ni que hablar el de la Galería Nacional con piezas de Monet, Rembrandt, Turner, Picasso…

Otro hermoso parque es el Merrion Square, rodeado de mansiones georgianas y puertas de medio arco de colores vivos. Allí vivió y generó su obra literaria Oscar Wilde, como lo recuerda un monumento en el que se lo ve meditando. Una particularidad: por debajo del gran parque, durante la II Guerra, se construyó un refugio antiaéreo para más de 1000 personas. Otro parque vistoso es el St. Stephen’s Green, con sus jardines victorianos, estatuas de personajes célebres y elegantes mansiones reconvertidas en el Hotel Shelbourne y la Universidad Católica.

Cerca del centro se encuentra el complejo del Croke Park (tercer estadio más grande de Europa) y el Aviva Stadium, epicentros de fútbol, rugby y también de hurling. Un orgullo de Dublín es el mercado cubierto George’s Street Arcade, con su fachada de ladrillo rojo y su estructura victoriana del siglo XIX, con sus más de 40 puestos de boutiques, moda vintage, ropa, joyas, música, souvenirs, restaurantes, pubs… y mucho más.

El Temple Bar, un irish pub icónico. Las mejores stouts, el infaltable whisky y el toque característico del tabaco.

De copas

Son varios los lugares emblemáticos en la ciudad relacionados con el alcohol. Por caso, el Museo del Whisky Irlandés, uno de los productos típicos de la región: está situado en la popular Grafton Street, cerca de la estatua de Molly Malone. Tiene recorridos interactivos para conocer la historia de la bebida y probar las mejores variedades en sus varios bares, cada uno con sus distintos estilos.

En la antigua destilería Jameson, fundada en 1780, se produjo el mejor whisky irlandés durante alrededor de 200 años: en su museo se reconoce el proceso de elaboración, se realizan catas y se enseña a preparar cócteles con su emblemático producto. 

Y por supuesto, la Guinness Storehouse, fábrica de la extraordinaria cerveza desde 1988 hasta 2000, cuando fue reconvertida en un museo. Sigue siendo propiedad de la empresa, ya que su creador, Arthur Guinnes, a mediados del siglo XVIII firmó el contrato de arrendamiento del edificio para un lapso de ¡9000 años! Una pinta en el Gravity Bar del séptimo piso es una experiencia alucinante.

La Grafton Street, la más famosa de Dublín. Con su historia, sus tiendas, sus artesanos y sus edificios emblemáticos.

En la calle

La cultura irlandesa se vive ineludiblemente en sus arterias. Por caso, la Grafton Street, una especie de gran feria de músicos, dibujantes, artesanos y escritores en sus veredas, junto a tiendas famosas, salones de té y la estatua de Molly Malone, que vivió en la Dublín del siglo XVIII, también conocida como “Cockles and Mussels” (Berberechos y Mejillones), personaje célebre, tal vez una leyenda urbana, vendedora de pescado con su carro y prostituta: su historia mereció una canción popular muy famosa.

Céntrica, comercial y ancha, la calle O’Connell es la principal de Dublín. Paralela al río Liffey, se alarga hasta Parnell Street, en la zona norte: tiene las mejores tiendas; The Spire (la espiral), una aguja de acero inoxidable que mide 120 metros de altura; la estatua de Daniel O’Connell, líder nacionalista del siglo XIX; y la Oficina Central de Correos, además de edificios que son la esencia histórica y arquitectónica de la ciudad. 

Al mítico río Liffey lo cruzan 15 puentes: por caso, el de forma de arpa –que recuerda a Samuel Beckett– o el de James Joyce, ambos diseñados por Santiago Clatrava. El primero que se construyó fue el Ha’penny Bridge, en 1816, que conecta el barrio Temple Bar con la ribera norte de Dublín.

El Temple Bar es mucho más que el pub descripto al inicio de este recorrido: así se llama el barrio donde se encuentra, al oeste de la catedral de Christchurch. El término temple deviene de una de las familias inglesas que en el siglo XVI se establecieron en Irlanda como colonas. Deriva de temper, que significa “templanza”, en tiempos que barr era “camino” o “paso”. Hace dos siglos era conocida como St. Andrews Parish, zona de suburbios bajo la bandera de los normandos que se ubicaba fuera de las murallas, luego abandonadas. Cercano al centro, se establecieron redes de prostíbulos y ferias, y una estación de autobuses, y con el tiempo se fue reconvirtiendo en una particular zona residencial, pero durante los siglos XVII-XVIII, merced a las bajas rentas de los alquileres, llegaron jóvenes artistas y comerciantes que pusieron sus talleres, teatros y tiendas en el barrio. También se instalaron el Centro Irlandés de Fotografía y el Instituto de Cine. Y el Temple Bar, mítico pub que abrió sus puertas en 1840, años antes que The Foggy New y The Palace Bar, otras tabernas irlandesas con decoraciones típicas con la más amplia variedad de cervezas Guinness y música en vivo.

 

LA MURALLA Y EL FARO  

Dublín fue una ciudad amurallada. La gran pared y sus puertas fueron construidas en 1240 por colonos normandos. Durante siglos esas fortificaciones defendieron a su gente. Pero con el paso de los años fueron derribadas. En la actualidad, solamente queda un sitio histórico: la Puerta de San Audoen (también llamada Arco de San Audoen), que conduce a un estrecho callejón. Cerca de allí se encuentra la estación en donde empieza la excursión a un lugar de ensueño: la isla Ireland’s Eye, con un castillo de 700 años de antigüedad, bosques encantadores, una tumba megalítica del 2500 a. C. y un faro.

 

RAREZAS 

El trad, baile típico irlandés, se percibe en cada rincón. Pero en ningún lugar como en The Hairy Lemon, pub situado en una antigua casa del siglo XIX, verde y amarillo: allí tienen lugar las mejores trad sessions de Dublín. ¿Otra visita infaltable a un sitio singular y hermoso? The Church fue la Iglesia de Santa María y en 2007 se convirtió en un popular bar y club nocturno. Y también Lucy’s Lounge, con su fachada rosada, destacado entre los otros restós y bares, decorado con elementos extravagantes, desde sierras de mano hasta Barbies pintadas a mano. 

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