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Croacia: Tesoros de los Balcanes 

En medio de los Balcanes, con sus ciudades milenarias, pasó por una guerra en los 90 y luego se convirtió en un boom turístico. Majestuosas urbes, deslumbrantes playas y una gastronomía exquisita.

Fue hace tres décadas. El cronista cubría el viaje de la selección argentina de fútbol antes del Mundial de los Estados Unidos. Ese plantel debía jugar un amistoso en una ciudad que por entonces integraba el lote de las exóticas: Zagreb. Al periodista lo conmovió la combinación entre el modernismo de fin de siglo XX y las construcciones de épocas muy remotas, erigida como paso casi ideal desde el sur de los Balcanes hacia el corazón de la Europa central. La llegada del redactor fue por tierra desde Austria, pasando por Eslovenia. Arribaba a un territorio que había pertenecido a la República Federal Socialista de Yugoslavia, pero que desde 1991, dos años después de la Caída del Muro, peleaba por su independencia en lo que se llamó “la Guerra de Croacia”. Solo la minoría serbia pugnaba por seguir perteneciendo.  

El trayecto de llegada fue ante esas esquirlas. La inquietud creció al cruzar poblaciones campestres que mostraban en sus rostros el eco de los bombardeos y la ilusión de la autodeterminación. Zagreb era el reflejo de la paz cruzada por tensiones. En todos los rincones se hablaba de la guerra. El hotel, justamente una señorial edificación del siglo XVII puesta a refacción, reflejaba ese relato desbordante de historias y leyendas. El cronista se dispuso a descansar tras enviar sus despachos deportivos del día. La luz de la mañana empezó a entrar por las ventanas cuando se oyó una impresionante detonación. La reacción fue saltar de la cama, vestirse de apuro y bajar al hall. Y allí descubrió que no era una bomba, sino un camión descargando sus ladrillos. Sirvió para sentir en la piel y en el alma lo que sentía esa población, segundo a segundo. 

Primošten es un municipio del condado de Šibenik-Knin, con menos de tres mil habitantes que disfrutan de las bondades del Adriático. Son innumerables estos pueblos croatas de ensueño.

Si bien el acuerdo de alto al fuego en Sarajevo se firmó en 1992, durante tres años se sucedieron diversas batallas y operaciones, y la guerra finalizó con los Acuerdos de Dayton firmados en París en diciembre de 1995. Para los croatas, significó el verdadero principio del futuro.

Tras la guerra, Croacia reconstruyó su infraestructura: los expertos aseguran que lo hizo como ninguna otra nación de los Balcanes. Se revitalizó como país mediterráneo en su costa del Adriático y también lo hizo por sus ciudades medievales que mixturan arquitectura occidental y oriental, teniendo en consideración parámetros esenciales, como el respeto por el medioambiente. Así se constituyó en un boom moderno en materia de turismo internacional, en sus diez regiones: Dubrovnik, Split, Šibenik, Zadar, Istria, Kvarner, Lika Karlovac, Eslavonia, Croacia Central y, por supuesto, Zagreb.

Un atardecer en el anfiteatro romano de Pula Arena, ubicado en la ciudad de Istria.

MILENARIA 

Los tesoros de Zagreb se empiezan a descubrir en la plaza del Ban Josip Jelačić, donde se encuentra la fuente de Manduševac: en su base se muestra la carta escrita por el arzobispo Feliciano en 1134, que pertenecía a la Archidiócesis de Zagreb, que le brindó el nombre a la ciudad. A poca distancia se encuentra la majestuosa Catedral de la Asunción de María y de los Santos Esteban y Ladislao, con sus imponentes torres de 105 metros de altura, que se vislumbran desde toda la ciudad. La primera piedra de su construcción se colocó en 1093. En 1880 fue afectada por un terremoto que obligó a una importante reconstrucción, especialmente de la impresionante fachada: el prestigioso arquitecto austríaco Hermann Bollé se encargó de la obra con su estilo neogótico.

A pocas cuadras, se encuentra el mercado de Dolac, entre los barrios Gradec y Kaptol, con sus dos plantas desbordantes de productos: es un deslumbrante monumento de ingredientes locales que deleitan con su encanto y autenticidad. La plaza de San Marcos es otra de las que domina la ciudad junto a las instituciones estatales más destacadas: el Parlamento croata, la sede del Gobierno de la República y el Tribunal Constitucional. 

Según aseguran los croatas, quien visita el fantástico Museo de las Relaciones Rotas después, sin dudas, “mirará el amor con otros ojos”. Contiene objetos personales de amantes famosos y de otros no tanto: fue fundado por dos artistas de Zagreb, el productor cinematográfico Olinka Vištica y el escultor Dražen Grubišić. Desde allí se ve la torre de Lotrščak: su cañón de Grič marca el mediodía con un disparo, todos los días. A su sombra está el paseo de Strossmayer, con su estatua del escritor croata Antun Gustav Matoš y con sus populares festivales Stross.

La herradura de Lenuci es uno de los monumentos culturales e históricos más bellos del siglo XIX, así como el Teatro Nacional, el Museo Arqueológico y el Palacio de la Academia Croata de Ciencias y Artes, todos de belleza neobarroca.

Y dos visitas imprescindibles: a Zrinjevac, el paseo de los plátanos, y a la Ciudad Alta de Medvedgrad, que se encuentra en el cerro Madvenica, rodeada por un espeso bosque, a la que se puede llegar por funicular. La Puerta de Piedra, original, formaba parte del antiguo sistema de defensa, y por ella se ingresa al histórico Gradec. Así como el proyecto Brujas, que se reconoce en el Museo de Historia y en el Museo de la Ciudad. Y es verdaderamente impresionante el laberinto de callejuelas estrechas donde, según la leyenda, se hallan infinitas sorpresas. La historia está tallada en cada piedra. 

La recorrida por la región de los lagos es otra de las ofertas turísticas de Croacia.

IMPONENTE 

Croacia tiene seis lugares declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco: el casco antiguo de Dubrovnik, el Palacio de Diocleciano en Split, el núcleo histórico de Trogir, la Catedral de Santiago de Sibenik, el Parque Nacional de los Lagos de Plitvice y el Conjunto Episcopal de la Basílica de Eufrasio en el Centro Histórico de Porec (Istria). Solo ese abanico representa un atractivo espectacular, aunque son infinitos los rincones para deleitarse.

Elijamos caprichosamente, o no tanto, algunos de ellos. 

Por caso, los lagos de Plitvice. Los contiene un parque nacional que ofrece siete rutas turísticas diferentes para recorrer el sistema, con una superficie cercana a las 30.000 hectáreas, 22.000 de ellas cubiertas de bosques. Es deslumbrante el paseo por el centro del parque, 8 kilómetros cuadrados de un valle repleto de bosques, y “calado” por un paisaje construido por 16 lagos a diferente altitud, comunicados por 92 cataratas y cascadas, con vegetación de hayas y un verdadero laberinto de senderos y puentes de madera. Un dato excluyente: los lagos mayores son recorridos por barcazas silenciosas. Una costumbre deslumbrante: celebrar una boda al pie de las cataratas. La única contra es que en la última década desborda de turismo.

Otra de las joyas de la corona croata es Dubrovnik, una ciudad también famosa por ser Desembarco del Rey en la serie Game of Thrones (Juego de Tronos). Su nombre significa “robledal”, los árboles de la zona que fue dominada por bizantinos, venecianos, húngaros y turcos. En 1272 resultó dirigida por un gobierno aristocrático y en 1667 fue azotada por un terremoto que marcó su declive. Luego, pasó por una época en la que fue parte de Austria. Se trata de una de las ciudades que más sufrió la guerra contra Serbia: cayeron más de 2000 bombas durante el 6 de diciembre de 1991. Se encuentra situada a 495 kilómetros de la capital y explota la plata aleada con oro, llamada glama. Está rodeada por una gran muralla que alberga 16 torres de 25 metros de altura, que datan del siglo X, y ofrecen visiones extraordinarias. Por la entrada norte, cerca de la iglesia de St. Spasa Stradun, la calle principal es un espejo fiel para conocer al detalle Dubrovnik. En su recorrido se halla el Palacio de los Rectores (Knežev dvor), que fue la sede del gobierno en los tiempos en que la ciudad fue república independiente. También la Catedral de Velika Gospa, construida en 1192, destruida por los terremotos de 1671 y 1713 y reconstruida por un arquitecto italiano. Otra delicia: la isla de Lokrum, vista tras los tejados de Dubrovnik, que es conocida como “la Perla de Croacia”.

Otra ciudad magnífica es Split. Rodeada por las cordilleras de Kozjak y Mosor, en la región de Dalmacia, cuenta con unos 200 mil habitantes y es, sin duda, otro lugar clave para el turismo, con sus islas, con su historia estrechamente unida al imperio Romano y con su belleza. Alberga el Palacio de Diocleciano (también Patrimonio de la Humanidad), el Templo de Júpiter y el Mausoleo de Diocleciano –que posteriormente se convirtió en la Catedral de San Diomo–, así como el Paseo Marítimo, con sus monumentos de estilo renacentista como la plaza Republike y las iglesias de SV Nikola, Gospa od Zvonika y la románica de San Lorenzo. Es un sueño transitar sus interminables callejuelas dispuestas como un laberinto de diferentes estilos arquitectónicos, con vista al mar. Para los niños será sensacional una visita al Museo de los Sentidos.

Otro sitio emblemático es Zadar, ubicado en el centro del país, famoso por su belleza y su ciudad amurallada: viejo asentamiento ilirio surgido hace más de 3000 años. Sus alrededores incluyen cuatro parques nacionales y 1200 kilómetros de una costa salpicada de 300 islas e islotes, y de serenas bahías vírgenes. La ciudad tiene majestuosos edificios del siglo XV al siglo XX, restaurantes y una intensa vida nocturna.

Dejamos para el final el conglomerado de islas que se divisan en la costa del Adriático. Hvar está de moda: es la más larga y la que tiene más días de sol, un casco antiguo que se destaca por sus monumentos, su enorme plaza principal de la época veneciana, con paseos por callejuelas adoquinadas repletas de marisquerías, bares de copas y tiendecitas, y su entretenida vida nocturna. Imperdible su paseo marítimo, flanqueado por palmeras, que sube hasta la Fortaleza Española. 

Claro que, además de Hvar, están las islas de Brač, Korčula, Krk, Šipan, Mljet, Lošinj, Lastovo, Vis y Rab. Estas son las más populares del grupo de más de 1200 islas, islotes y ensenadas que dispone la costa con una diversidad geográfica que abruma.

No obstante, todas ellas invitan, por ejemplo, a un descanso en una playa de fina arena con vistas maravillosas… En Croacia se llama fjaka, el “arte de no hacer nada”. Otra forma entre tantas de deslumbrarse por el país atravesado por su historia, la guerra y el Adriático. 

Un mes de carnaval 

Suele contar con más de 150 mil espectadores internacionales y más de 10 mil participantes. Nada tiene que envidiarles a los más afamados del mundo. El carnaval de Rijeka suele durar exactamente un mes desde la habitual apertura con la “entrega de la ciudad a las máscaras”. Incluye además certámenes de reinas, fuegos artificiales y comparsas. Año tras año, el tradicional festejo supera su fama de ser el “más alegre de Europa”.

Sabores característicos 

La gastronomía croata se conforma de una mezcla increíble de culturas y variantes. De todas maneras, la mística de la costa del Adriático prevalece: mucha comida mediterránea, pescado, aceite de oliva, pan casero, queso y jamón crudo. Durante el año entero, pero especialmente en invierno, y en todo el territorio, resulta increíble el goulash, por sabroso y alimenticio. Si bien se conoce en la Argentina, ese particular guiso de diferentes carnes, según afirman, tiene un sabor diferente en Croacia, por la alimentación de los animales y los ingredientes saborizantes que se obtienen de sus bosques. Claro que en ninguna mesa puede faltar un postre tan exquisito como el strudel. Los croatas aseguran que las manzanas con que se realizan no se consiguen en ningún otro sitio de Europa. Algunas variantes: el grenadiermarsch, delicioso plato de pasta con cebolla y queso; el keiserschmarn, postre típico de tortitas caramelizadas, con sofrito de col y pavo. Y el štrukle, un plato de pasta rellena de queso blanco.

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