Tenía solo 17 años cuando hizo su aparición en el Campeonato Nacional de mayores de atletismo. Le llevó un puñado de segundos demostrar que se convertiría en una competidora feroz en la pista y obtuvo sus dos primeras medallas doradas al ganar las pruebas de 100 y 200 metros. Florencia Lamboglia hoy tiene 33 años y acumula en su vitrina personal 26 títulos nacionales, lo que la ubica a tres de la máxima ganadora de la historia, Olga Conte: “El año que viene, si todo sale en orden, la alcanzo”, suelta convencida y sin jactancia.
De muy chica descubrió una voracidad competitiva que paseó por torneos intercolegiales de handball y clases de vóley. Pero, sobre todo, fue en el atletismo donde encontró la mejor vía para saciar su sed de victorias. Lanzar más, saltar más, correr más rápido fueron sus obsesiones. Llegó a tener mejores marcas, incluso, que sus compañeros varones. Con el tiempo, canalizó sus energías y su talento en la velocidad. “Me gustaba competir y ganar en lo que fuera, pero los deportes de conjunto no me generaban tanta emoción como el atletismo. La satisfacción de correr una carrera de 50 metros y ser la más rápida era muy superior. Estar sola, que dependiera todo de mí, hacía que el logro también se sintiera mucho más propio. Quizá sea una parte egoísta que tengo”, confiesa.
- ¿A partir de aquel primer Nacional de 2009 todo se vuelve todavía más serio?
Empecé a entrenar mucho antes, a los 12, desde la categoría preinfantil. Pasé por todas las etapas. Pero sí, en ese Nacional hice la marca para clasificar al Mundial de menores. Yo ni siquiera sabía que era una posibilidad, me enteré una vez que terminó la carrera y se acercaron a comentármelo. Así que mi primer campeonato internacional fue un Mundial, en Italia. Todo comenzó un poco alto, y para estar a esa altura, debí tomar decisiones. Era muy chica y tuve que elegir entre estar con mis amigas, ir a los cumpleaños de quince, a bailar y esas cosas, o dedicarme a esto. Ahí fue el quiebre y me di cuenta de que soy atleta.
- ¿Fue sencilla esa elección?
Creo que nunca son sencillas esas decisiones. Tenía un montón de miedos, porque además era la primera deportista en mi familia, entonces no tenía en quién reflejarme. Elegí perder un montón de cosas de la adolescencia. Pero acá estoy, casi veinte años después, así que la decisión fue rotunda.
- Comenzaste ganando desde tus inicios, ¿cómo aprendiste a gestionar las derrotas?
Me ayudaron a entender que esto no es siempre así, que no vas a ir todos los años a mundiales y que no vas a ganar todos los días. Obvio que me enojaba y puteaba cuando no tenía los resultados que quería, porque soy competitiva, pero aprendí a tomármelo de la mejor forma. El tiempo demostró que pude gestionarlo, porque lo que vengo haciendo es relevante. Quiero mejorar constantemente y sé que voy a seguir consiguiendo logros, aunque en el medio pueda haber momentos que no sean tan buenos. Trabajo con mi psicólogo, y también mi maduración como atleta me hizo adquirir herramientas. Hay ciertas cosas que ya conozco y sé manejar. Con esto no quiero decir que no me pongo nerviosa en un torneo… Sigo teniendo la misma adrenalina y los mismos nervios que el primer día.
- ¿Sentís que este es el mejor momento de tu carrera?
Sí, y creo que todavía puede haber mejores. Sueño con los Juegos Olímpicos, espero poder clasificar a Los Ángeles 2028.
- ¿Cómo es pensar en un Juego Olímpico desde el velocismo nacional, que no suele tener participación ahí?
Desde los Juegos Odesur en Asunción, en 2022, la velocidad argentina demostró que puede hacer cualquier cosa. Ahí gané la medalla de plata en los 100 metros y me demostré que puedo competir con las mejores de Sudamérica. No tengo ninguna duda de que la velocidad argentina puede estar a la par de cualquier potencia.
- ¿Por qué creés que se dio esta actualidad del velocismo nacional?
El que está atrás de todo esto es Javier [N. de la R.: Morillas, su entrenador y marido]. Para mí es el mejor entrenador y se puede comparar con cualquier entrenador mundial. Tiene al récord argentino de 100 metros, a los campeones nacionales, a los que están en el primer lugar del ranking argentino, de mayores, sub-23, juveniles… Se le da poca visibilidad, se habla poco de él, no se lo valora como merece.
AUTOGESTIÓN
En junio, Florencia viajará junto a su entrenador a Formia, Italia, para prepararse en un centro olímpico y ganar roce internacional en competencias, con miras a clasificar al Mundial de Atletismo Outdoor. Todo el viaje fue costeado por ellos mismos, al igual que sucedió el año pasado. “Implica un montón de esfuerzo. Nunca me planteé hacer deporte para tener plata en el bolsillo, pero creo que el apoyo que tengo es mucho menor que en otros años. Ojalá esto fuese diferente. Entiendo la coyuntura económica y social del país, y me encantaría que al deporte en general se le diera otro espacio. Es una situación que se viene acarreando desde hace muchísimos años. Espero que mejore, porque la Argentina tiene deportistas muy buenos”, analiza.