Patrimonio cultural nacional, su rostro acompañó a generaciones de argentinos a través de personajes que marcaron épocas. Frases que se volvieron latiguillos y latiguillos que se convirtieron en memes permitieron que, más allá de los vaivenes sociales y de sus propias intervenciones y opiniones sobre esos vaivenes producto de su actividad política, Luis Brandoni recibiera desde hace décadas el cariño de un público que lo asocia a momentos felices.
El poder de su arte es ese, y lo comprueba año tras año desde que, en 1958, un compañero le dijo al pasar: “Yo estudio clarinete en el Conservatorio Nacional de Música y me parece que ahí enseñan a ser actor”. El joven Beto, fanático de la radio desde chico, con inclinaciones artísticas que no sabía cómo encauzar, comenzó a tirar de ese hilo que hoy, a sus 84 años, sigue teniendo cosas para ofrecer. “Ya en mi primer trabajo como actor tuve la sensación de que había entrado en un camino del cual no me iba a poder apartar en el resto de mi vida. Fue una sensación que me impactó mucho, un hecho fundamental. Con todas las cosas a favor y en contra, con la costumbre de convivir con la falta de certeza sobre qué va a pasar el mes que viene, uno se sigue enamorando de esta profesión”, confiesa.
¿Qué es lo que te enamora?
El riesgo es una de las cosas que me gusta. Es evidente, si no, no me hubiese dedicado a esto. Por supuesto, miedo tenemos todos, y todos dijimos más de una vez “¿Para qué me dediqué a esto?” el día del estreno de una obra. Implica un cierto riesgo, estrenar una obra puede gustar o no. Creo que sucede en otras profesiones. Por suerte no soy médico, y a mí no se me mueren los espectadores aunque la obra no sea buena. Uno se enamora también de lo que hace, de si lo puede hacer bien, de intentar hacerlo mejor que antes. Es una profesión en la que no se termina de aprender.
La cantidad de proyectos que inician y terminan, microduelos por espacios compartidos y mundos habitados, es vastísima. Sin embargo, hay trabajos puntuales que destacan por sobre el resto, en la percepción del público y también en lo que significaron para él. A principios de agosto, se subió al escenario del teatro Politeama para hacer la función 1206 de Parque Lezama, la última, luego de un recorrido de once años.
¿Cómo fue cerrar una obra así?
Muy bien, estuvo muy lleno el teatro, con mucho fervor de parte del público. Para nosotros fue despedirnos no de una temporada, sino de una parte de nuestras vidas. Esta obra nos permitió vivir muchas experiencias, y fue una especie de hogar. Con esta obra, estrenamos en el teatro más antiguo de Buenos Aires, que es el Liceo, y terminamos en el teatro más nuevo de Buenos Aires. Dejar de hacerla es un cambio grande, que esperábamos, pero que nos costaba. Ya habíamos creído que terminábamos el año pasado, pero luego se agregaron funciones. Se resistía a dejarnos. Ahora, como sabemos que Parque Lezama se va a perpetuar en el cine, podemos terminar tranquilos. Eso significa que no se va a morir el espectáculo.
Uno de los temas de la obra es lo que sucede con el paso del tiempo. En lo personal, ¿cómo te impacta?
Primero, me pasó que, cuando estrenamos, pensé que tal vez yo fuera un tanto joven para hacer el personaje. Ahora, en cambio, me parece que estoy un poco más viejo que el personaje… Me canso un poco más, y ahora me voy a tomar unos meses de vacaciones, después de más de sesenta años de profesión. Afortunadamente, no es obligatoria la jubilación en mi oficio. Cada vez son menos los personajes de esa cierta edad que uno llega a tener, pero siempre aparecen posibilidades. Disfruto de una buena salud, que me permite hacer lo que hago sin mayores complicaciones. Solo una vez tuve que suspender la función porque no me sentía bien por una gripe, pero el resto de las funciones las hice. Las 1206 las hice yo, la que no hice no la contamos.
Por fuera del ámbito artístico, ¿sentís que la sociedad trata bien a las personas de cierta edad, como decís vos?
De lo único que puedo hablar es de mi relación con la gente, por la calle, y no tengo más que gratitud en ese sentido. En general, hay una cierta empatía con los actores, porque a mucha gente le ocurre que siente una especie de deuda, porque se divirtió con algo que hicimos o porque tiene recuerdos de momentos lindos de su vida asociados a eso. Es lindo que a uno lo reconozcan por esa razón. A la gente le hace bien ver teatro, cine. Se emociona, es una descarga que hace bien. Aunque pueda ser triste lo que suceda en la ficción, de ver un espectáculo todos salimos mejor de como entramos. Te transforma. Ese juego es la tarea del teatro, sobre lo que suelo decir que es un acto de buena fe. Nos convertimos, actores y público, en niños viendo un espectáculo de títeres, jugando, creyendo que todo eso que montamos es real durante esos minutos. Lo que pasa arriba del escenario es verdad en ese momento.
“A la gente le hace bien ver teatro, es una descarga que hace bien”.
No hay en la vida cotidiana en general muchos espacios para que un adulto se sumerja en un juego, el teatro quizás es un oasis en ese sentido
Es eso, exactamente. Eso es lo mágico. Uno va a que le gusten las cosas, a creerlas y a jugar de verdad. A mí me divierte mucho el juego actoral.
¿Cómo te llevás con el ritmo de la sociedad actual?
Bien, en general. Algo que me parece muy curioso, en un país que produjo mucha televisión de calidad, es que ahora televisión no hay. No hay un solo actor, no hay una sola historia, nada. Es la segunda vez que pasa, después de la pandemia, cuando estaba prohibido trabajar. Ahora no está prohibido, pero de todos modos no hay humor, no hay ficción, no hay música. Nada. Hay noticias policiales, que les sale más barato, o programas periodísticos con invitados a los cuales no les pagan. Se ha transformado en una cosa inconcebible la televisión en la Argentina.
Lo que sucederá con Parque Lezama es un camino que Brandoni ya recorrió anteriormente con otras dos obras que fueron llevadas al cine. En 1979 hizo en teatro Convivencia, que llegó a la pantalla grande en los años 90. En el medio, integró el elenco de Made in Lanús, que al ser llevada al cine se llamó Made in Argentina. En aquella oportunidad se produjo la particularidad de que obra y película estuvieron en cartelera al mismo tiempo. A esa misma obra regresó este año, ya no para interpretar a Osvaldo, el médico que debió exiliarse del país en plena dictadura luego de sufrir amenazas y que anhela recuperar los olores de su juventud. Ahora es el director. “Lo mágico de esta obra, que tiene un lugar relevante en la historia del teatro argentino, es su vigencia. La autora, Nelly Fernández Tiscornia, ha hecho las cosas tan bien que los cuatro personajes tienen una razón para tener la posición que tienen, y todas son distintas. Eso crea en el público una identidad muy curiosa. Es muy interesante, si vas a ver el espectáculo, prestarle atención al público, a los silencios y a las expectativas que se crean. El final de la obra es verdaderamente muy emocionante, porque es muy difícil que haya un argentino o una argentina que no se sienta de algún modo identificado con alguno de los cuatro personajes”, cuenta.
A pesar de la diferencia de épocas, cualquiera puede identificarse con los personajes porque las cosas superan ese contexto particular.
Sí, y suceden hechos muy llamativos. Uno de los personajes se llama Mabel. Me contaron, porque justo yo no estaba ese día, que al final de una función, mientras el público estaba aplaudiendo, de pronto una espectadora se levantó y dijo “¡Yo soy Mabel!”. Les gritaba a los actores. Imaginate lo que debe haber pasado por esa cabeza para que perdiera el sentido de la normalidad, para que rompiera la cuarta pared, para que reaccionara de esa manera, porque se sintió muy tocada e identificada. Es muy poco frecuente que pasen esas cosas, pero habla de lo que se genera en un espectáculo.
¿Cómo ves el estado actual del cine nacional?
El cine se ha visto perjudicado un poco por el tema de las series. Pero el cine es una cosa también muy particular, un fenómeno social importantísimo. Yo supongo que a nadie se le ocurriría pensar cómo sería su vida sin el cine. Una vida así debe ser muy difícil. En este país, el cine fue muy importante. En todas partes había cine, en todos los pueblos, en todas las ciudades. Con la situación particular del INCAA creo que se hizo mucho ruido. Me parece que hay gente que está preocupada porque se van a cerrar muchas cosas, pero finalmente no se cerraron tantas. El Gaumont no se cerró, el Instituto Nacional de Cinematografía no se cerró. Hay algunas cosas que me parece que tienen arreglo, que hay que modificar, y está bien que así sea. Yo creo que hay una cantidad de empleados muy grande. No es como dicen, que en el cine no sobra nadie: sobra mucha gente en el Instituto de Cinematografía. Eso se va a resolver, entiendo. Pero va a seguir existiendo el apoyo del Estado.
No te tiene especialmente preocupado…
No, no me tiene preocupado, porque, como decía, hay cosas que hay que modificar. El INCAA ha ayudado mucho a la cinematografía argentina. Ahora, espero que se puedan llegar a establecer una serie de cosas que se les exijan a los que hacen cine. El cine es para la gente, no para el director de la película. Entonces, tenemos que pedirle al que dirige que haga películas para el público, no para él. Cuesta mucha plata hacer cine y que, de pronto, vayan 26 personas a ver una película, es un negocio pésimo para el Estado argentino. No tienen por qué subvencionar algunas películas que no tienen un mínimo de interés, de atractivo, para que se justifique que el Estado diga “Vale la pena ayudar a este cine”. Hemos dado muestras de que podemos ser competitivos y atraer al público. Me parece que vale la pena y es importante promover la actividad cultural. Pero estableciendo condiciones y requisitos claros.
Hacia delante
En el horizonte de Brandoni, luego de unas pequeñas vacaciones, figura la continuidad de Made in Lanús, con funciones confirmadas hasta fin de año y una temporada 2025 ya asegurada. Alrededor de abril, llegará el momento de filmar la adaptación cinematográfica de Parque Lezama, de nuevo con Eduardo Blanco como compañero y con Juan José Campanella a cargo del guion y la dirección. Hay charlas avanzadas por una segunda temporada de Nada, la serie de Mariano Cohn y Gastón Duprat que se vio por Star+ (en la que actuó junto a Robert De Niro).
Y el deseo de hacer teatro y las propuestas están siempre presentes: “Lo que haga, voy a tener que pensarlo muy bien, porque Parque Lezama dejó el listón muy alto y hay que tener mucho cuidado para volver a intentar otra aventura teatral. Seguramente lo voy a hacer. Tiene que ser muy atractivo el tema”.