A Néstor Rapa le tocó jugar y dirigir en las categorías menores del ascenso, pero sacó muy buenas lecciones de esas experiencias. Discípulo de la escuela de Menotti, su tarea va mucho más allá de lo futbolístico.
Foto: Pato Pérez
Es probable que Néstor Rapa no sea una cara famosa del fútbol, y sin duda es todo lo contrario a una estrella; pero es de esas personas que jamás pasan desapercibidas por su carácter, sus convicciones y su compromiso con todo lo que rodea a este deporte, que para él es casi como el oxígeno.
Hincha por herencia paterna del club Almagro, solía ir a alentarlo todos los sábados a la cancha en José Ingenieros. Más tarde hizo las inferiores allí, desde chico, y debutó en primera en 1980. Después pasó por Comunicaciones, Excursionistas y Berazategui, siempre en la posición de marcador de punta izquierdo con el número 3 en la espalda. Al mismo tiempo, empezó a estudiar Derecho en la Universidad de Buenos Aires, así que entrenaba a la mañana o la tarde, y cursaba a la noche. “Siempre me dijeron que tenía condiciones para ser abogado por mi rebeldía ante las injusticias, y la verdad es que jamás me puedo quedar callado”, admite.
Se recibió de abogado a los 27 años, todavía en plena actividad como futbolista, y al poco tiempo empezó a trabajar, especializado en el fuero civil. “Hago sucesiones, daños y perjuicios, divorcios y otras causas. Hoy es más fácil, porque existe la posibilidad de ver los expedientes por internet sin necesidad de ir a Tribunales”, aclara. Más tarde, retirado como jugador, se recibió también de director técnico, que es la faceta por la cual se lo conoce en el mundo del fútbol.
Como DT dirigió a casi todos los equipos en que jugó, y también a Barracas Central, Dock Sud, Acassuso, Villa Dálmine, Yupanqui y El Porvenir, más algunas divisiones juveniles de Huracán, Platense y Deportivo Español. “Soy absolutamente ofensivo, bien de la escuela de Menotti. Mis equipos van siempre al frente y cierran un partido haciendo más goles, sin especular cuando van ganando. Prefiero ganar 4-3 que 1-0”, aclara con gran convicción, pero admite también ser un estudioso obsesivo de sus rivales.
Por cierto, como técnico tuvo más logros que como jugador: ganó el torneo Clausura 2001 de Primera C con Excursionistas y el Apertura 2003 de la misma categoría con Barracas. Y se acostumbró a escuchar el cantito de las hinchadas: “… que de la mano de Néstor Rapa / todos la vuelta vamos a dar”. Pero esos campeonatos no otorgaban el ascenso directo a la categoría superior, la B Metropolitana, y las dos veces se quedó con las ganas de subir ese escalón después de jugar finales para el infarto –y en su opinión con algún arbitraje polémico–.
De todas formas, Rapa está convencido de que su tarea va mucho más allá de lo futbolístico: “Cuando dirijo un equipo, me preocupo por el jugador, el ser humano. A los juveniles les aconsejo siempre que estudien o aprendan un oficio, porque a esa edad no se dan cuenta de que cuando dejen de jugar van a tener toda una vida por delante, y son muy pocos los que se salvan económicamente con el fútbol –explica–. También les advierto sobre el peligro de las drogas y otras cuestiones, sobre todo cuando vienen de hogares humildes y casi sin educación formal, algo muy común. Me interesa conocer cómo es su entorno familiar y su alimentación, y siempre llevo a algún nutricionista para que los evalúe”.
Así lo hizo en el último equipo que dirigió, el humilde Crespo Juniors de Nueva Pompeya, acerca del cual aseguró: “Para mí es igual dirigir un plantel como este que a River o Boca, porque el compromiso es siempre el mismo”.
También aprendió en su larga carrera a lidiar con las barras bravas: “Son un tumor maligno que hizo metástasis –define en un lenguaje poco habitual para un DT del ascenso–. Una vez me esperaron a la salida del entrenamiento, me mostraron unas balas y me dijeron que eran para mí si no hacía jugar a cierto jugador –recuerda–. Era obvio que estaban en connivencia con su representante. Les dije que iba a poner al que me pareciera y que ellos hacían eso por plata, mientras que yo me brindaba por el equipo”.
Y elogia, por supuesto, a su colega Lionel Scaloni, el DT de la selección campeona del mundo: “Si bien al principio creía que debió renunciar junto con todo el cuerpo técnico del Mundial 2018, después él demostró que tenía convicciones futbolísticas, y los hechos le dieron la razón”. Mensaje de un ex marcador de punta a otro.