El director de Crímenes de familia -la película argentina que se estrenó en Netflix a nivel global- confiesa que los conflictos que más le gustan para contar historias son los que no tienen solución. Entrevista al cineasta que retrata con obsesión de investigador las grandes tragedias humanas.
Fotos Vera Rosemberg
El hijo de Alicia e Ignacio es un treintañero típico de clase media-alta, un nene de mamá consentido que cree que puede hacer lo que se le dé la gana, apropiarse de lo que quiera y disponer de los demás a su antojo. Sin embargo, la realidad le pone límites: cuando el malcriado Daniel no pueda acercarse a su hijito por las macanas que él se mandó, se activarán los privilegios de clase.
Parte de esta historia es la chica que trabaja y vive en la casa de la familia. Es una muchacha que ha llegado desde las profundidades de la provincia de Misiones, más que modesta, una sombra, sometida a todos, como si fuera normal que hubiera una clase de personas que tienen derecho a todo y otra, a la que ella pertenece, que existe solo para servir, sin tener derecho a nada.
No podemos adelantar casi ningún detalle de este thriller judicial de construcción impecable. Solo decir que quien la empiece a ver, quedará enganchado hasta el final, desde la primera imagen de la sombra de una mujer al final de un pasillo.
“Tiendo a centrarme en conflictos que tienen que ver con los lazos humanos, las relaciones de afecto, como la que hay entre una madre y su hijo. Esta película está cruzada por esa relación”, explicó su director durante la entrevista que le hicimos en marzo pasado, luego de la función privada organizada para la prensa en la sede de la DAC (Directores Argentinos Cinematográficos). En ese momento, el estreno de la película en los cines estaba programado para mayo, pero debió ser suspendido debido a la pandemia de coronavirus. Si bien se preveía que después del plazo habitual de recorrido en salas llegara unos meses más tarde a Netflix, su arribo al gigante del streaming finalmente se concretó de manera exclusiva y a nivel global el 20 de agosto.
- Tus películas apuntan a los temas que tensan las vidas de la gente: el destino, la bondad, la tragedia, la redención, la justicia, el perdón.
Trato de hacer algo que no sea cine arte solo para los festivales y los críticos, que no deje al público afuera, pero que tampoco sea un pochoclo vacío.
- Buscás un equilibrio…
Me gusta un cine con contenido profundo, que te hace reflexionar y te moviliza, pero que al mismo tiempo te entretiene y te engancha. No busco hacer un dramón desgarrador difícil de digerir.
Desde 2014, cuando estrenó El patrón, radiografía de un crimen, Schindel hace películas de ficción. Hasta entonces, se había dedicado a los documentales: hizo Rerum Novarum (sobre una banda de antiguos obreros textiles, como un manifiesto de la cohesión social), Que sea rock (muestra la intimidad de las bandas de rock en la era post-Cromagnon), Mundo Alas (retrata la vida de la conmovedora fundación con que León Gieco dio visibilidad a la realidad de las personas con capacidades diferentes) y El rascacielos latino (dedicado al legendario Palacio Barolo, tanto el edificio como sus mitos).
“Detrás de un caso judicial, de un expediente, se esconde una tremenda tragedia humana“.
El Patrón, radiografía de un crimen, ganadora del premio Cóndor de Plata, cuenta la historia de un peón de campo muy humilde, esclavizado por un canalla.
En El hijo, su segunda obra de ficción, presentada el año pasado, Schindel despliega la historia de una pareja cuya relación va haciéndose cada vez más compleja a partir de que tienen un hijo.
- ¿Qué recursos de tu carrera como documentalista utilizás en las películas de ficción?
Investigo mucho. Para hacer Crímenes de familia fui a muchísimas audiencias, al 5º piso del Palacio de Tribunales, donde se hacen los juicios orales.
- ¿Cómo es la investigación?
La hago yo, personalmente.
- ¿Solo? ¿O tenés un equipo?
Yo solo. Para esta película, me contacté con abogados, con antropólogas que trabajaron con el tema de violencia familiar, entrevisté mujeres en las cárceles.
- ¿Cómo usás esa investigación?
Con lo que investigo, escribo el guion. Parto de una idea que me parece buenísima, y en el guion debe estar así de buena. Entonces lo escribo y lo vuelvo a escribir, lo ajusto, lo corrijo incesantemente, hasta que veo plasmada la idea.
- ¿El guion de Crímenes de familia te resultó difícil?
Lo estuve trabajando durante cuatro años. La historia está basada en casos reales. Me enteré de ellos cuando aún estaba filmando El Patrón… Como en esa película, los crímenes de esta están relatados desde un punto de vista casi estrictamente judicial. Detrás de un caso judicial, de un expediente, que tiene una burocracia, que está despersonalizado, se esconde una tremenda tragedia humana. Además, ese desastre es fruto de una tragedia social. De algo que está podrido en nuestra sociedad e induce a que determinados individuos cometan crímenes. La justicia se ocupa de un crimen puntual, culpa a alguien, lo sentencia a cumplir años de prisión, pero yo quiero ir un poco más allá y entender qué llevó a la persona a cometer el crimen.
- ¿Qué te interesa de los crímenes que narrás?
Mientras estudiaba los casos para construir el guion, me preguntaba ¿por qué esta gente hace esto? ¿Por qué llega a estas circunstancias? En mis películas, a veces las víctimas son victimarios.
- Hablás de crímenes que suceden en las relaciones entre las personas.
Tiendo a centrarme en conflictos que tienen que ver con los lazos humanos, las relaciones de afecto, como por ejemplo, la relación entre una madre y su hijo. Esta película está cruzada por esa relación. Dentro del amor de madre de Alicia, que es incondicional, surgen muchos conflictos. ¿Qué haría una madre por su hijo? Cualquier cosa, hasta daría la vida.
Aunque las historias de Schindel parecen signadas por la fatalidad, él se las arregla para encontrar un resquicio por donde entra la esperanza. Cuando todo parece perdido, aparece la fe que este realizador tiene en el amor.
Lo que asoma es el propio amor que Schindel lleva dentro. Al final de la película leemos los últimos versos de un poema de Bertolt Brecht que dicen: “Y a ustedes, les ruego, se abstengan de juzgar / Pues toda criatura necesita ayuda de todas las demás».
Es el amor del director el que pide que no se juzgue a las mujeres, a las madres, a los desgraciados que llegan desde el fondo de la pobreza, a las víctimas de una sociedad que lleva a algunas personas a cometer un crimen.
“Trato de hacer algo que no sea cine arte solo para los festivales y los críticos, pero que tampoco sea un pochoclo vacío”.
En un momento de la película, la mirada de Alicia, la madre, cambia de una manera tan dramática que algo sucede en el interior del espectador. Desde ese momento, ya no será la misma persona.
Alicia es una mujer creada por la artista Cecilia Roth, y está destinada a tener un lugar en la galería de grandes personajes femeninos de nuestro cine, como aquella otra Alicia de Norma Aleandro en La historia oficial, la Camila de Susú Pecoraro y la Yoli de Leonor Manso en Made in Argentina.
Schindel repasa con entusiasmo el trabajo de cada actriz y actor en Crímenes de familia. Además del entusiasmo por Cecilia Roth, que no se le apaga, parece fascinado con Miguel Ángel Solá, que hace de Joaquín, el esposo de Alicia.
- ¿Cómo fue la experiencia de trabajar con Solá?
Es tan inteligente… Cuando leíamos el guion y ensayábamos, sugería ajustes, a veces mínimos, pero siempre decisivos, sobre su personaje y sobre otros. Era una lectura tan aguda la que hacía, que si decía “acá falta esto”, ¡tenía razón! Faltaba exactamente eso. Aprendí mucho de él.
- ¿Los demás?
Es una película muy coral, incluso hay personajes que tienen una sola escena, pero su protagonismo es enorme. Fue un lujo contar con Sofía Gala, Diego Cremonesi, Paola Barrientos… actores de primerísimo nivel, que generalmente hacen protagónicos.
Es muy fuerte el papel de Gladys, la mucama…
Yanina Ávila, Gladys, que no es actriz. Había trabajado en una sola película, Una especie de familia, vive en un pequeño pueblito de Misiones y nos costó convencerla. Como el personaje que interpreta, ella tiene una historia de vida muy sufrida. Se vino con su hijo (que es su hijo en la película) y se instalaron dos meses acá para el rodaje. Trabajar con ella fue completamente diferente, pero juntos conseguimos que la emoción que transmite en la pantalla sea, por momentos, subyugante.
- ¿Y el hijo?
Benjamín Amadeo; que se haya animado a hacer un personaje tan tremendo es admirable. Como actor, Benjamín no tiene techo.
- Es fuerte la participación de Diego Cremonesi como policía.
Aparece una sola vez, para dar su testimonio en un juicio. Sin embargo, cuenta un crimen clave. Es un actor divino, de lo mejor que hay en su generación. Le dije: “Tu rostro va a tener que contar todo lo que pasa, porque no lo vamos a ver”, y en su narración, efectivamente ves en tu cabeza lo que pasó. Tiene ese talento, hace un monólogo y te conmueve la vida.
También hace un largo monólogo Sofía Gala [compone a la esposa –maltratada– del hijo consentido].
Ensayamos mucho su actuación. Era un desafío enorme. Cuando Sofía terminó el monólogo de su escena, todo el equipo técnico, que es gente que trabaja en el cine desde siempre, que hace cinco películas por año, que está todos los días en un set, hizo un silencio sepulcral y entonces, espontáneamente, se puso a aplaudirla.
Sebastián Schindel es enfático en el momento de explicar la importancia que tuvo el equipo con el que hizo la película: el director de arte Daniel Gimelberg, María Laura Berch, a cargo del casting, la fotografía de Julián Apezteguía, la música, que compuso para esta película Sebastián Escofet… “Todos, tendría que nombrar uno por uno. Trabajé con todos profesionales de primera línea”, asegura este realizador argentino de 44 años que filma lo que el pensamiento de su alma le pide filmar.