A 20 años de sus inicios, el diseñador ganador del primer Martín Fierro de la Moda mudó su atelier de barrio. En esta entrevista, habla de su trayectoria, de trabajar en pareja y de sus asignaturas pendientes.
Foto Val & Musso
Pablo Ramírez todavía conserva una foto de su infancia con un tío suyo, mecánico, igual que su padre. En la imagen, el tío está en su lugar de trabajo, en Neuquén, con un overol lleno de grasa, y se lo ve a él, a upa, con bermudas de jean con ruedo, remera de estampa de soldaditos ingleses y zapatillas blancas con rayas azules y rojas. El niño de la foto, de apenas unos años, rechaza enfáticamente el abrazo del tío con cara de horror, por miedo a manchar su ropa impoluta.
Desde su atelier en Recoleta, el diseñador conocido por sus trajes de impecable factura en negro y blanco dice que esa foto lo pinta por completo. Cuando el padre llevaba al ganador de múltiples Tijeras de Plata y del primer Martín Fierro de la Moda (2019) a su taller mecánico, en Navarro, un pueblo de 14.000 habitantes en la provincia de Buenos Aires, él pasaba la tarde dibujando siluetas de zapatos y mujeres en el reverso de los recibos. Los mismos esbozos de trazo ancho que continuó haciendo en la Universidad de Buenos Aires en la carrera de Diseño de Indumentaria y que realiza en sus estampas de remeras o ilustraciones que aparecen en libros como el mítico Followers of Fashion, de la periodista Victoria Lescano.
- ¿Por qué te mudaste de San Telmo a Recoleta?
Sentí que se cumplió un ciclo. Soy bastante conservador y me aferro a las cosas, pero hacía 15 años que estaba en San Telmo, había cumplido 18 años con la marca, entonces sentía que había llegado a la mayoría de edad. Además, cuento con la suerte de tener reconocimiento por parte de la prensa y las clientas, pero estar en un lugar como San Telmo representaba algo no compatible por el acceso al lugar. Si bien al principio había algo de provocación en instalarme allí, era hora de pensar un poco en ellos. Hicimos una prueba piloto con una tienda efímera en Recoleta y fue un éxito rotundo, entonces nos la jugamos, pero todavía me estoy adaptando. Ahora tengo la tienda por un lado, en Ayacucho y Alvear (CABA), y el atelier en otro lugar, mientras antes, subías una escalera y estaba todo conectado.
- ¿Cómo describirías el crecimiento de tu carrera en etapas?
Mi primera etapa arranca a la salida de la UBA, en el 94, con mi primer trabajo en París hasta 1999, que fue todo el desarrollo que tuve trabajando en diseño de producto en marcas como Via Vai o Gloria Vanderbilt. Esos años fueron de mucho aprendizaje y formación. Mi objetivo estaba cumplido: era ingresar en la industria, trabajar en el medio y cobrar un sueldo por mes. Para mí, que venía de Navarro y era hijo de un mecánico y una ama de casa que no conocía a nadie, estar trabajando en la industria era llegar al lugar que quería. El segundo ciclo fue intentar encontrar cuál era el lugar donde quería estar, de qué forma y todo lo demás. La estilista Dolores Navarro Ocampo me empujó a presentarme en el concurso Tela y Talento, en el 99, así que presenté mi primera colección, Casta, en el 2000. Esos cinco años siguientes tuvieron que ver con la búsqueda de un espacio, con armar showrooms, locales compartidos, cerrarlos, abrirlos. Una gran revolución.
- Y luego llegó San Telmo…
Sí, en medio de la crisis del 2001. En San Telmo arranqué desde cero como diseñador de autor, y gracias al concurso de Mercedes Benz pude presentar mis colecciones en Berlín, luego en Estocolmo. También estuve dos veces en Madrid, Medellín, Nueva York, a la vez que construía mi clientela acá y diseñaba vestuario para varias obras de teatro. Haber viajado y mostrado las colecciones afuera fue parte de un crecimiento bastante grande. Hace dos años hicimos una prueba de fuego en el Alcorta Shopping con un pop up store que funcionó muy bien, y eso nos animó a mudarnos de barrio. Ahora estoy en una etapa de cosechar todo lo sembrado y avanzar hacia un nuevo canal de venta on-line. Más allá de lo comercial y económico, es la posibilidad de que el producto esté en un lugar virtual y que todo el mundo pueda acceder a mis diseños. Se acerca al ideal que tenía yo de ser diseñador y de la democratización del estilo, sin barreras.
“Me hubiese gustado ser director creativo de alguna etiqueta grande como Balenciaga o Alaïa”.
- ¿Cómo se conocieron con Gonzalo [Barbadillo, su pareja]?
Fuimos amigos por una amiga en común durante un montón de tiempo. Después él se casó, lo tuvo a Valentín, que ahora cumple 20 años, la misma edad que la marca. La primera salida de Valen de bebé fue a mi primer desfile: Gonzalo vino a saludarme al backstage con el cochecito, me vio muy estresado y me ofreció su ayuda. Desde ese día empezamos a trabajar juntos. Después se separó y a los dos años comenzamos a salir. Con Gonzalo nos complementamos bien. Yo tengo la mirada puesta en el diseño; desde la pieza, la confección, la imagen general; y él en los clientes. Me impresiona mucho su talento para descifrar a la gente. Cuando alguien entra a la tienda, él sabe exactamente qué es lo que le va a quedar bien de la ropa que está colgada.
- ¿Algún sueño por cumplir?
Lo de la tienda virtual era una asignatura pendiente, pero por suerte pronto la vamos a sacar. Me hubiese gustado ser director creativo de alguna de las grandes etiquetas como Balenciaga, Chanel o Alaïa. También, poder hacer otra muestra retrospectiva como hace unos años fue Magia Negra. Mi gran pendiente es un libro; que sea bien retrospectivo, visual, con un buen papel y de gran tamaño, pensar la tapa… Igual, cuanto más tiempo pase, mejor, porque sigo produciendo más colecciones, más fotos, más vestuario, más material.
MUSAS, DE ACÁ Y ALLÁ
“De las argentinas, vestí a casi todas”, dice Ramírez desde su atelier, aunque confiesa que hace poco empezó a diseñar para Sofía Gala, quien lo sorprendió por su forma de ser, por sentirse identificado con su irreverencia y su elegancia innata. “De las más jóvenes, me gustaría vestir a Minerva Casero. La cámara la ama”, agrega. Del exterior, sueña con destacar con sus diseños inmaculados de moldería precisa a Cate Blanchett, Tilda Swinton, Nicole Kidman y Anjelica Huston, su preferida. “Hace poco encontré una entrevista, de las primeras que me hicieron, y ya en ese momento la elegía a ella, de cuando era modelo. Aunque en ese momento estaba muy demodé, siempre me pareció una belleza”, opina.