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Omar Borcard:
“El cine no se puede perder”

Aunque parezca una historia de ficción, la de Omar Borcard y su Cine Paradiso es pura realidad. Con sus propias manos construyó una sala en su casa, para que en su pueblo no se perdiera la magia del séptimo arte.

Por Dai García Cueto
Foto Gentileza Luz Ruciello

La humildad de Omar Borcard (64) es más grande que la pantalla de cualquier cine del mundo. Con sus propias manos, este albañil construyó un salón en el techo de su casa para convertir su pasión por las películas en una posibilidad para los vecinos de Villa Elisa, en la provincia de Entre Ríos. No tiene fines de lucro, el abrazo de un pequeño espectador a la salida vale más que el tiempo y el dinero invertido. “Dejé de aspirar a cosas materiales, de tener un coche nuevo, por ejemplo. Siento que tiene más valor sacar al pibe de la calle o de la tecnología por un rato”, dice para explicar por qué pasó 168 domingos trabajando. Incluso, luego de sufrir un grave cuadro de escoliosis, dedicó los sábados a la tarde y los feriados para poder avanzar.
Se enamoró del cine a los nueve años: después de una jornada como canillita, había juntado el dinero necesario para pagar el boleto de entrada. Desde ese día, Palito Ortega se convirtió en su ídolo, y el cine, en un ritual inquebrantable. Hasta que, un día, el Cine Mitre, el único del pueblo, cerró sus puertas. Fue una noticia muy dura para Omar. Esperó un par de años para ver si algún empresario reflotaba el proyecto, pero como eso no sucedió, se puso la iniciativa al hombro. “Una mañana me levanté con la idea de que si la montaña no venía a mí, yo debía ir a la montaña”, cuenta.
Omar tenía el oficio y, además, se las rebuscaba con la compra de los materiales. Al finalizar cada jornada, se alentaba pensando “Un ladrillo menos”, y repetía: “¡Dios proveerá!”. El “1 a 1” de los años 90, el ingenio y la suerte fueron los aliados para convertir ese espacio en un cine. Para la pantalla pintó un lienzo y construyó las cajas de los parlantes para el sonido, mientras que las butacas y el proyector, que habían pertenecido al Cine Mitre, fueron donados por personas que se enteraron de la proeza.
“El cine no se puede perder, es algo de nuestras raíces –afirma–. Además, es una fuente de trabajo para quienes lo hacen. Pero, sobre todo, sirve para que la gente tenga cultura. Yo hice hasta séptimo grado, pero en esos programas de televisión de preguntas, a veces sé las respuestas y la persona que participa, no. Y son cosas que aprendí a través del cine, como el nombre de algún río o una ciudad”.
El 3 de junio del 2000, el sueño se hizo realidad y el proyector se encendió para Alma mía –con Pablo Echarri y Araceli González–, la primera película que exhibió Cine Paradiso.
Hace más de 40 años que Omar está casado con Teresa. Sin embargo, cuando tomó la decisión deconstruir, no le contó nada. Si ella preguntaba qué estaba haciendo, él respondía “Un local para alquilar”. “Iba a pensar que estaba loco… Construir en una planta alta, solo, sin ayuda…, subir por las escaleras los ladrillos, la mezcla, el agua… El día que se lo dije, entendió, porque ella sabía de mi pasión. Para la gente, era algo utópico.
Pero creo que cuando tenés un proyecto, lo que hay que hacer es empezarlo. Si te quedás en el ‘sería lindo si…’, no avanzás, pero si empezás, ya no hay marcha atrás”, asegura.
La sala funcionó regularmente hasta 2011, a pesar de los vaivenes económicos del
país y de no contar con financiamiento ni subsidios. Ese año, Omar se vio obligado a vender la propiedad familiar. Fueron tiempos difíciles para él; tuvo que presenciar la demolición de su obra desde los cimientos.
Pero para que la tristeza no se hundiera en sus ojos celestes, respiró profundo y tomó la decisión de volver a empezar. Por segunda vez construyó casa y cine a pocas cuadras de allí, en un terreno de su esposa. “La fuerza –dice– la saqué de la perseverancia, de no sentirme vencido, y también de la intención de no defraudar a la gente”.
Su coraje lo convierte en el superhéroe de una historia de película. Por eso, la cineasta Luz Ruciello filmó Un cine en concreto, documental en el que registró a Omar y su proyecto durante casi diez años. Ahora, él se animó a escribir un guion y hasta se imagina actuando.
Este mes, Cine Paradiso cumple 19 años y, como cada fin de semana, habrá función. Chicos y grandes disfrutarán de una buena película, y, entre ellos, se ubicará Omar, quien, al apagar las luces, será un espectador más.

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