Primero fue la pura curiosidad y luego la pasión por los insectos lo que llevó a Gastón Zubarán a convertirse en un “entomólogo de campo” y a mudarse a Mar del Plata para trabajar en el Instituto de Biotecnología del Conicet.
Texto Lorena López
Foto Cristian Heit
omo muchas cosas que duran para siempre, a Gastón Zubarán (42) el gusto “por los bichos” le viene desde muy chico. Tan chico que dice no recordar cuándo empezó todo, pero sí tiene clarísimo que desde siempre fueron los insectos los que más le llamaban la atención.
Sin embargo, quizás debido a no contar con los estudios formales en entomología, pasar de la pasión a la profesión de entomólogo no fue fácil. Durante mucho tiempo Gastón trabajó en un taller de autos, realizando instalaciones de equipos de gas, y en todo rato libre que le quedaba se dedicaba a dar charlas para transmitir lo que iba aprendiendo en su trabajo como aficionado.
Hasta ese momento, su vida se dividía entre el trabajo en el taller, el amor por la naturaleza y la familia, que siempre lo apoyó: “Mi pasión por los insectos va más allá de muchas cosas, y mi familia acepta mi fanatismo… aunque a la vez me debe parar cada tanto porque esto es una bola de nieve que no tiene fin –dice entre risas–. Siempre aparezco con algún bicho para determinar qué es o sacarle fotos; es que los insectos, a pesar de no ser infinitos, son tantos y tan únicos que me pueden”.
Luego de muchos años de investigar de forma autodidacta, de participar de encuentros naturalistas y de ceder fotos propias para guías de insectos, gracias a todo este trabajo y a las redes que fue armando con otros fans de la naturaleza surgió la oportunidad de presentarse a concurso en el Conicet para un cargo de técnico. Por supuesto que lo ganó, entonces se mudó a Mar del Plata (donde era el lugar de trabajo), primero él y un año después toda la familia.
“Un entomólogo universitario es una persona con un título, mientras que el de campo, como es mi caso, suele ser alguien autodidacta que aprendió de la observación directa primero antes de pasar por los libros –describe–. Yo trabajo desde antes de terminar la secundaria, y si bien no pude seguir la carrera universitaria, ya tenía este gusto y me dediqué a estudiar lo que realmente me apasiona. Cuando arranqué a leer y a investigar sobre insectos, viajaba desde San Miguel hasta el Museo de Ciencias Naturales de Parque Centenario e iba a la biblioteca a sacar fotocopias o a copiarme los trabajos. Tenía cuatro horas de viaje entre ida y vuelta, pero las hacía con gusto, y fue allí donde vi por primera vez una colección de insectos, algo que nunca voy a olvidar”.
Actualmente Gastón se desempeña como técnico a cargo del bioterio (lugar donde se crían animales para investigación), donde hay insectos que se utilizan para estudiar control biológico, tanto de plagas de agricultura como vectores de enfermedades, más precisamente los famosos mosquitos que todos los años dan que hablar.
“Un entomólogo es alguien que estudia insectos, para lo cual la paciencia es indispensable y la cámara fotográfica es una herramienta más”, reflexiona. “Yo tuve mi primera cámara mucho tiempo después de haber comenzado a dedicarme a los insectos; y si bien es muy útil para documentar en campo, muchas veces prefiero observar comportamientos, actitudes y situaciones que me perdería estando más pendiente de la foto”, explica, al tiempo que aclara que también le dedica mucho tiempo a la fotografía y que fue lo que le abrió muchas puertas en sus inicios.
Cada vez que le preguntan para qué sirve la entomología, Gastón explica, con énfasis, que es la ciencia que estudia a los insectos y que el conocimiento que se genera tiene muchas aplicaciones prácticas: a la producción agropecuaria le sirve para cuidarse de las plagas; a la medicina, para conocer insectos/parásitos que transmiten o vectorizan enfermedades; a la justicia, para estudiar los insectos que van a los cadáveres y así poder determinar de forma estimativa la fecha y las condiciones de muerte de una persona; y en la vida cotidiana la entomología es útil para difundir información sobre cómo controlar insectos hogareños.
“Los insectos son maravillosos y es un privilegio poder observarlos, admirarlos y aprender de ellos –expresa Gastón–. Cuando uno está en contacto con la naturaleza, se da cuenta de que se encuentra casi todo inventado: hay miles y miles de ejemplos, de adaptaciones en millones de años de evolución en los que, si nos comparamos, los humanos no somos nada”.