Campeona del mundo y medallista olímpica en juveniles, Delfina Pignatiello es uno de los proyectos más auspiciosos del deporte nacional. Cómo lidia con esa presión y cómo vive su deporte.
Por: Juan Martínez
Fotos: Gentileza Pignatiello
En el segundo escalón del podio, aferrada al peluche de Pandi, la mascota oficial de los Juegos Olímpicos de la Juventud, con la mano izquierda levantada, exhibiendo la palabra “abuela” y un corazón, sin poder contener unas lágrimas en las que se mezclaba la alegría por la medalla plateada y la tristeza por una pérdida dolorosísima, Delfina Pignatiello protagonizaba la que probablemente sea la imagen más emocionante de toda la competencia.
La nadadora, dos veces campeona mundial juvenil (en 800 y 1500 metros, en Indianápolis, Estados Unidos) y doble medalla plateada en estos Juegos Olímpicos para jóvenes promesas (en 400 y 800 metros libres, en Buenos Aires), fue señalada como la gran esperanza del deporte nacional. En plena etapa madurativa, la sentencia se convirtió más en una mochila que en una medalla, y Delfina está aprendiendo a lidiar con las expectativas ajenas, que se suman a las exigencias propias.
- ¿Cuál es tu balance de 2018?
Fue un año bastante duro. Quizás hacia fin de año las cosas no se dieron como esperaba. Pero en el medio del proceso salieron algunas buenas marcas, estuve entrenando bien, y estoy muy orgullosa por mi actuación en los Juegos Olímpicos.
- ¿Qué es lo que no se dio como esperabas?
Es que no llegué al torneo de la mejor forma posible. Yo estaba arrastrando una lesión en el hombro y, por problemas personales, no me encontraba al cien por ciento emocionalmente. Pero corrí con todo lo que podía para representar de la mejor manera al país.
- Por tus actuaciones en torneos juveniles, mucha gente te pronostica un gran futuro, ¿cómo llevás ese tema?
La verdad que es bastante complicado, porque al principio intenté no presionarme, pero en los últimos meses se vivían mucho las esperanzas de todos hacia los Juegos: las nuestras, las de la gente, la prensa y todos los que nos acompañaban. Las presiones empezaron a crecer, y terminé teniendo encima las expectativas de los demás, no solamente las mías. Son cosas para trabajar. La presión que sentí en los Juegos fue mucha antes de competir y mientras competía. Estoy superagradecida con toda la gente que fue a alentar, pero pasé un momento bastante duro del cual aprendí mucho. Que te pase algo así, tan heavy, con tantas emociones, te deja enseñanzas. Ahora digo “Esto ya lo pasé, ya lo aprendí, ya lo viví”, y puedo saber más o menos qué es lo que voy a sentir la próxima vez que me suceda algo así. Te da herramientas para poder trabajar esa presión. Creo que estuvo bueno haberlo vivido a esta edad, porque todavía soy chica, para que cuando sea más grande y venga un torneo más importante lo tenga trabajado.
“Cuando me va mal, obviamente me cuesta en los siguientes días, pero sé que la vida no se termina en un solo torneo”.
- ¿Fue la vez que más presión sentiste?
Sí, más que nada porque nunca me había ido a ver tanta gente. Convengamos que la natación no es un deporte como el fútbol, que tiene siempre mucho público… Escuchar tanto grito y tantas personas alentando me puso más nerviosa de lo normal. Pero de todo se aprende, fue una experiencia única, y supongo que irrepetible. Que estuviera esa cantidad de gente ahí fue increíble y voy a recordar toda mi vida las sensaciones que tuve, tanto en la primera carrera, con toda la presión, como en la segunda, en la que aprendí a divertirme y disfrutar de eso.
- En líneas generales, ¿disfrutás cuando competís? ¿O lo hacés una vez que terminó?
Yo disfruto la previa y el durante. Una vez que termino de competir, podré disfrutar si hago podio o un buen tiempo, con mis compañeros y mi entrenador, pero a los dos días, ya está, ya pasó y tengo que entrenar para otra cosa. El disfrute es más en el mismo día de la competencia. A veces, si me va muy bien o muy mal, me dura más tiempo la sensación. Cuando me va mal, obviamente me cuesta en los siguientes días, pero sé que la vida no se termina en un solo torneo, sino que me falta un montón por recorrer, tengo muchos objetivos que alcanzar. Lo uso como una manera de buscar una revancha y que me ayude a estar mejor en la próxima.
UNA VIDA EN EL AGUA
Paula Beltrame, la mamá de Delfina, es profesora de natación. El contacto con el agua siempre fue cotidiano para la nadadora, incluso antes de serlo. Ya desde sus primeros meses de vida iba a clases de matronatación, y tenía más clases particulares en su propia casa. “Nunca tuve un año en mi vida en el que no nadara, fuera de la pileta”, confiesa Delfina. De allí, la habilidad que desarrolló. Con cualquier movimiento que hace, avanza. Otros usan la patada para tener flotabilidad, ella no: usa la patada para avanzar”.
- ¿En qué momento decidiste hacer una carrera con esto?
Al principio fue un hobby. Empecé a querer vivir de esto con la llegada de mis primeros sponsors [N. de la R.: hoy es embajadora de la marca Under Armour], las primeras becas. Pensaba: “Si sigo así, puedo vivir de esto, al menos hasta que me dé la edad para seguir entrenando”. Igual, siempre me lo planteé sin dejar los estudios, porque nunca se sabe qué viene después. Creo que a partir de los 16, 17, que fue cuando tuve mejores actuaciones y se me empezó a tener más presente en la selección y aparecí en alguna que otra nota, esto se fue formando. En el mundial juvenil fue una explosión, estuve mucho en la prensa y la gente me conoció más.
“Pienso todo el tiempo en la natación. Ocupa mucho de mi vida”.
- ¿Esa presencia creciente en los medios te gusta? ¿O la aceptás porque no te queda otra?
Después del mundial hice un montón de notas. A todas decía que sí, y me empezó a desgastar un poco. La natación es un deporte en el que entrenás todos los días en doble turno o más: son 30 entrenamientos por semana, y las horas de descanso son lo más importante. De a poco, empecé a sentir que esas horas de descanso me faltaban. Me gusta hacer notas, porque me encanta que mi deporte se pueda conocer más y más, y si puedo ayudar a que aparezca lo más posible, yo feliz. Pero también hay que saber manejar los horarios y todo lo demás. El año pasado la prensa estuvo muy encima y quizá eso no me jugó tan a favor. Pero es lo que viene con esto, también, lo que una acepta cuando se mete aquí.
- En un día tuyo, ¿qué porcentaje ocupa la natación?
Un 60 por ciento, por lo menos, porque no es ir, nadar y listo. Tengo que levantarme, desayunar, ir, hacer la activación, nadar, elongar, ir al gimnasio, elongar, venir a almorzar, descansar y volver a hacer todo a la tarde. Todo es para entrenar mejor: la dieta, los suplementos, el descanso. No es que, por ejemplo, ahora puedo salir a correr un rato si me dan ganas, porque, si lo hago, mañana las piernas no me dan más. Pienso todo el tiempo en la natación. Ocupa mucho de mi vida.
- ¿Alguna vez todo eso que envuelve el ser atleta te pesó? ¿Tuviste dudas de dedicarte a otra cosa?
Y, en ocasiones una se cansa, pero automáticamente sigue haciendo las cosas de todos modos. A veces me voy a dormir pensando en que al día siguiente no quiero ir a entrenar, pero igual me levanto, desayuno y voy a hacerlo como si nada. Ya es automático. Cuando una tiene los objetivos claros y sabe las cosas que debe hacer, por más que un día esté cansada, sigue igual. Seguís porque los obstáculos siempre van a estar, y por uno o dos días malos no podés dejar todo. Después van a venir cinco o seis días buenos.
Decías, y es verdad, que sos chica. ¿Te sentís igual a las otras chicas de tu edad?
No, para nada. Yo ya desde los 15 o 16 hay un montón de cosas que no viví: no fui a Bariloche, no soy de salir casi nunca, no me juntaba a almorzar ni a merendar después del colegio porque tenía que descansar y entrenar. Y muchas otras cosas que una adolescente normal, o que no elige esta vida, sí hace. Pero no me arrepiento de lo que dejé de lado. Nunca. Porque también aprendí muchas cosas y viví otras que no sé si una persona que no hace esto va a poder vivir. La energía que se vive en un torneo de selección o la adrenalina que se siente por representar al país son únicas y no las cambio por nada.
- A una edad en la que muchas chicas no saben qué quieren hacer, vos te dedicabas de lleno a una carrera profesional…
Sí, tengo muchas amigas que todavía no saben qué hacer, y yo tampoco sé qué quiero estudiar. A veces me pongo nerviosa por eso, pero paro y pienso “Ya estoy haciendo una carrera”. Pasa que los deportes no son muy exactos en cuanto al futuro que una pueda llegar a tener, entonces hay que contar sí o sí con un plan B, que es lo que estoy tratando de buscar. Siempre hay que estar preparada para cuando termine de nadar, o por si en el medio sucede algo, que espero que no, que me impida seguir entrenando.
- ¿Qué relación tenés con el agua?
Es mi lugar. En momentos recreativos también me gusta estar en la pile con amigas, acá en casa. Me gusta tirarme al agua, quedarme haciendo nada, tomando sol. Y cuando entreno, el agua no es solo para entrenar: si tengo problemas afuera del agua, lo más normal es que cuando me tiro a la pileta me olvide de todo. Estoy sola en el agua, con mi entrenador y mis compañeros, y no me importa nada más. Es mi lugar de sufrimiento, por entrenar fuerte; de alegría, por todo lo que disfruto; y de paz, porque me aleja de todo.
FUTURO
El sueño de Delfina, el objetivo que persigue, es clasificar y tener una buena actuación en los Juegos Olímpicos. Primero, en Tokio 2020; luego, en París 2024.
El año 2019 comienza competitivamente con una concentración en Australia, donde probablemente participe de un torneo. En abril, formará parte del tradicional torneo brasileño María Lenk y del Campeonato Argentino, donde deberá revalidar las marcas que ya consiguió anteriormente para obtener la clasificación a los Juegos Panamericanos.