Creativo y multifacético, este contador fanático de la tecnología y la sustentabilidad proyectó una casa ciento por ciento ecológica. Además, ganó un premio en la NASA por un sistema que mejora los trajes espaciales.
Por Yamila Garab Foto Gentileza Charly Karamanian
No existen las fronteras ni los conflictos de límites entre disciplinas para el inquieto Charly Karamanian, de 43 años y oriundo del barrio porteño de Villa Devoto. Con título de contador público, es ante todo un emprendedor en el área de la innovación tecnológica y un gran impulsor de la construcción sustentable. Como si fuera poco, su fanatismo por la tecnología lo llevó a ganar varios concursos de innovación organizados por la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA) y la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Cuenta que, cuando todavía era estudiante, su inquietud natural por leer e informarse lo llevó a descubrir que los hogares donde vivimos “generan más de la mitad de las emisiones de dióxido de carbono de la atmósfera, y por lo tanto son grandes responsables del efecto invernadero, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación de suelos y aguas”. Se encontró con una paradoja: “Las casas se construyen y se equipan para protegernos del clima, pero en realidad agravan el calentamiento global”.
Esta certeza lo llevó a diseñar en 2013 una vivienda sustentable en la que vive actualmente con su familia: “La Casa G” (por green, Galileo y Gaia, la “madre tierra” en la mitología griega), ubicada en Cañuelas, provincia de Buenos Aires. La casa aprovecha al máximo la luz solar, la ventilación cruzada, las aislaciones térmicas, recupera 500 mil litros de agua al año y genera su propia energía con paneles solares en el techo, entre otros recursos. Hoy es una obra de referencia para la construcción sustentable en la Argentina y ganó el Premio Latinoamérica Verde: “Algo así como el Óscar a la sustentabilidad de la región”, aclara.
Pero en este camino, aprendió también que la sustentabilidad y el ahorro energético son cuestiones que conciernen no solo a la forma de construir, sino también a las prácticas económicas y sociales, cuestiones vinculadas a su profesión de contador. “Que un negocio sea sustentable quiere decir que su actividad, ya sea productiva o de servicios, pueda perdurar en el tiempo porque agrega valor a la comunidad que lo rodea”, explica.
Así fue como, para apoyar a los creadores de empresas sustentables en todos estos sentidos descritos, ideó y desarrolló para el gobierno de la provincia de Buenos Aires el programa Crowdfunding PBA, una plataforma de financiamiento colectivo para impulsar a los emprendedores con ideas novedosas que necesitan medios económicos para iniciar sus empresas. “El emprendedor argentino es creativo por naturaleza y capaz de sobreponerse a la adversidad. Debido a la falta de recursos con que debe lidiar, está bien preparado para enfrentar los problemas, aprender de los errores y reaccionar a tiempo para generar nuevas alternativas y oportunidades”, asegura.
Por lo pronto, él mismo, formando equipo con el diseñador industrial Alejandro Bollana, supo ganar en 2016 y 2017 el concurso de innovación que organiza cada año en los Estados Unidos la NASA: el primero, con Rémora, un sistema para incorporar a los trajes espaciales que les permite a los astronautas hacer sus necesidades en forma aséptica. El segundo, con QEBELS Network, un casco de realidad aumentada que posibilita recibir y enviar datos en tiempo real desde los satélites y drones de apoyo, para utilizar en misiones de rescate y asistencia humanitaria. Son apenas dos de las numerosas distinciones que obtuvieron en certámenes nacionales e internacionales.
Por si hacía falta aclarar, a Karamanian le satisface ver que hay cada vez más emprendedores que trabajan en tecnologías nuevas como robótica, inteligencia artificial, realidad virtual y aumentada, blockchain, Internet de las cosas, nanotecnología y biotecnología. También se muestra convencido de que la educación debería ocuparse de fomentar estas inquietudes: “La cultura del emprendimiento y la innovación tiene que empezar en la escuela, y la clave es que la enseñanza se base en resolver problemas concretos y no en memorizar datos”, afirma.
Pero advierte que solo con el esfuerzo individual –del que él mismo es un ejemplo– no alcanza: “Para poder trabajar en un verdadero plan de desarrollo de la innovación a largo plazo, primero tenemos que definir qué país queremos ser”, finaliza.