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Café con Mariano Balois:
“Coreografiar es un acto de generosidad”

Es bailarín y coreógrafo de tango. Por su experiencia alrededor del mundo, asegura que el baile está en constante evolución y que se lo respeta más en el exterior.

Por Dai García Cueto
Foto Gentileza Mariano Longo – BFN

Lo que era una esquina para los tangueros de antes, para Mariano Balois (35) es una hora de alquiler en un estudio porteño. Una vez a la semana se encuentra con otros bailarines a intercambiar pasos, “yeites y secretos”, aclara mientras conversa con Convivimos durante la hora libre que tiene antes de ensayar con una de las compañías que integra. Pasa muchas horas de sala en sala y tiene una rutina muy ajustada, porque es bailarín, coreógrafo y docente privado. Además, su oficio lo obliga a no descuidar el entrenamiento físico para prolongar el rendimiento de su cuerpo.
Se crio en el folklore, pero explotó con el tango, siendo parte de espectáculos que lo llevaron por el mundo. Comenzó en Caleta Olivia (Santa Cruz), la ciudad donde nació, con su papá, Juan, como profesor. Él le enseñó que, tanto en el escenario como en la vida, cada uno puede hacer lo que sueñe, solo hay que trabajar duro para lograrlo. “Fue un consejo que forjó mi personalidad, siempre voy por más para hacer algo distinto y desafiarme todo el tiempo”, dice. Luego de más de 20 años de carrera, asegura que es un error separar el tango del folklore.

“Hoy estamos en una etapa de bailarines más estudiados, algo que enriquece la danza”.

Para subir su propia vara profesional, eligió homenajear a Mariano Mores a través del lenguaje coreográfico y, recientemente, estrenó la obra Querer sin presentir, junto al Ballet Folklórico Nacional de la Dirección Nacional de Organismos Estables de la Secretaría de Cultura de la Nación. La presentó en mayo con la compañía que hoy dirige Silvia Zerbini y de la cual fue parte del cuerpo de baile por siete años, incluso llegando al rol de solista. “El Ballet siempre ha tenido grandes maestros, que ahora me incorporen para dejar mi idea es un orgullo y un honor”.

  • ¿Cómo describís el tango?

El tango es el folklore ciudadano, como decía Norma Viola, es el folklore rioplatense. Más allá de eso, es un estilo de vida. En Buenos Aires se respira tango, y no solo cuando vas a la milonga o escuchás un tango de Gardel; lo ves en la ciudad, en el Obelisco, en la 9 de Julio y en Corrientes, la gente camina al ritmo del 2×4.

  • ¿Qué es evolucionar en el tango danza?

Me gusta la palabra “evolución”, no soy de los que piensan que el género es perfecto y no necesita avanzar, por el contrario, todos los aportes son bienvenidos. El tango es parte de la cultura y de una sociedad que evoluciona, por tanto, su danza es también expresión del pueblo. Hoy es más de academia, vas a una milonga y la gente joven ya baila con formación académica, esto incorpora el concepto técnico, que es muy valedero. Respeto a quien lo hace de manera empírica y es algo auténtico, pero hoy estamos en una etapa de bailarines más estudiados, algo que enriquece la danza.

  • ¿Hay cosas por inventar?

Todavía queda mucho por crear. Vivimos una etapa donde la mujer ha tomado protagonismo y está a la par del hombre. Hoy, para cada paso generado por el varón, la mujer propone, y la propuesta de la chica hace que el baile vire para otro lado. Se está generando algo nuevo con esa impronta en el rol de la mujer.

  • ¿Es la misma la exigencia para un bailarín que para un coreógrafo?

El nivel de exigencia es similar, el estilo es distinto. En el bailarín hay mucho de ego, de exigirte a vos mismo para superarte, verte mejor y vencer el paso del tiempo, que es tirano en una carrera tan corta. En cambio, en el coreógrafo, es más generoso, porque es exigirte para el triunfo de otro, para que el aplauso sea a quien baila. Disfruto más el lado de coreografiar, porque no sufro tanto. Algunos creen que soy muy exigente, pero lo soy para que brillen, es un acto de generosidad.

  • ¿Se puede vivir de la danza?

Hasta hace unos años nadie creía que se podía vivir de la danza, era difícil de hacer entender que ser bailarín es un trabajo, pero por suerte eso se está apagando. Sin embargo, el campo laboral es acotado, hay más bailarines que plazas para cubrir. Por eso, para llegar hay varios puntos que tienen que combinarse: talento, esfuerzo y estar en el momento justo en el lugar indicado. De todas maneras, quien se quiera dedicar a esto no tiene que desalentarse, siempre salen oportunidades. Es una carrera corta, ya después de los 40, o 45 en los géneros populares, es difícil seguir por cuestiones físicas, la rutina de la danza desgasta el cuerpo. Hay que buscar reinventarse para resistir en el mundo del arte.

  • ¿Pensás en el retiro?

Todos los días, me da terror. No veo cada uno de mis cumpleaños como uno más, sino como uno menos en el escenario. Tuve la suerte de que pude elegir la profesión que quería, entonces cuando pienso que esto se acaba, me angustia. Por eso trabajo cada día plenamente, para disfrutarlo.

CAFÉ SIN MILONGA

No toma café, pero si mucho té. “Tengo como ritual el té de las 5 pm. Con mis amigos se nos pegó en Inglaterra”, confiesa. Tampoco es un visitante frecuente a las milongas porteñas, porque si bien vive en Buenos Aires, está muy poco en la ciudad por las giras con Tango Pasión, Tango Fire, Tango After Dark y Break Tango, un espectáculo que combina el 2×4 con el break dance. “Son dos disciplinas que tienen más en común de lo que parece. Ambas nacieron en la calle”, explica.
El Ballet Folklórico Nacional se presenta el 13 de julio en el Centro Cultural Haroldo Conti, Buenos Aires.

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