La arquitecta y profesora de Diseño de Indumentaria por la Universidad de Buenos Aires editó su segundo libro, La metáfora de la piel, con el que se recibió de Doctora en la Universidad Politécnica de Madrid. Habla de la vestimenta como piel social, lugar de intercambio y construcción de identidad.
Por Cata Greloni Pierri Foto Patricio Peréz
Andrea Saltzman está sentada en un café de Palermo, tomando un té de hierbas y hablando de su segundo libro, La metáfora de la piel (Ed. Paidós). Mientras comenta acerca de la función de la epidermis como vínculo de conexión con el contexto y con el mundo, la arquitecta y bailarina que, allá por los años 80 le dio forma a la carrera de Diseño, refuerza lo que dice mientras se acaricia el antebrazo. “El tema más importante que tratamos en los tres niveles de la cátedra –que se dicta por la mañana en Ciudad Universitaria, en Buenos Aires– es la importancia de la piel. Al empezar a escribir el libro me di cuenta de que no era exactamente hablar de la piel, sino de su metáfora”, dice una de las fundadoras de la primera carrera de Diseño de Indumentaria y Textil del país. Se refiere a la metáfora como ese lugar de imprecisión e interacción donde el diseñador carga con su subjetividad, creatividad e interpretación a la materia.
- ¿Qué significa “la metáfora de la piel”? ¿A qué hace referencia el libro?
Mi forma de pensar el diseño es desde lo corporal. Esa fue parte de mi formación: primero, desde la danza contemporánea y luego, hacia la arquitectura, para pensar al humano en relación con el espacio que habita y cómo estos interactúan. Lo filosófico y emocional primero te atraviesa el cuerpo y después pasa a un plano en que yo lo nombro. La metáfora sirve para sostener esa incertidumbre y bancarse ese lugar de lo incierto. Es volver al cuerpo, porque el contacto con la materia, con el textil, es el contacto con lo real. Hablo de la metáfora para hablar de la vestimenta, pero también del proceso proyectual del diseño, porque ambas nociones se ubican en ese umbral, en el “entre” que menciono en el libro, de contacto entre lo que descubro del mundo y cómo lo voy configurando.
“La creatividad está en lo que todavía no está determinado y en esa porosidad del encuentro”.
- ¿En qué se diferencia el primer libro, El cuerpo diseñado (2004), de este nuevo?
El primer libro habla y cuestiona la relación entre la vestimenta y la arquitectura. Aborda cuál es el límite entre el vestido y el contexto, poniendo en relación el cuerpo con el espacio. Si bien el primer libro complementa al segundo, El cuerpo diseñado tiene una cosa más fácil. Es menos filosófico. Por otro lado, en este libro hablo más acerca de la acción de diseñar y pongo en evidencia la noción del “entre” como zona de encuentro con otras áreas del diseño, que también es ese borde de permeabilidad e intercambio. Considero que lo creativo está en lo que todavía no está determinado y en esa porosidad del encuentro. Entonces necesito de la metáfora porque todavía no puedo nombrarlo cuando llevo adelante el proceso de diseño. Si yo ya sé lo que voy a hacer, si ya está nombrado y determinado, ya está la idea y se estanca. Creo que lo que más destaco del libro es ese llamado a salir de la clasificación. Además, en este título aparecen cuestiones mucho más urgentes que competen al diseño: un planeta en crisis, un cambio de mirada y de generar nuevos imaginarios y de crear de otra forma, porque el sistema industrial se aceleró desmedidamente, el mercado masivo copó el mundo de la moda y hoy la democratización de la industria es total. Todo eso hizo que la imaginación y el espacio de juego del diseño se fueran perdiendo y, sobre eso, reflexiono sobre nuevos modos de encuentro.
- ¿Qué es este “entre” que se menciona a lo largo del libro?
Es el foco o la tesis que sostengo como idea principal. La idea de la piel como conexión. No se trata de diseñar para un cuerpo en función de un contexto, sino que lo hago para esa piel que es la conexión entre el cuerpo y el mundo. Hablo de un cuerpo que se percibe, se habita y reacciona. Es volver a la idea de un cuerpo que tiene un vínculo primario con la tierra. En todas las culturas que están más ligadas a la tierra, los niños está en contacto con el cuerpo de la madre, la familia y la comunidad y no tanto con la distancia de las culturas de Occidente, porque la idea sola sin el cuerpo presente se disocia de la mente.
Entonces, el “entre” es el lugar de encuentro con otras áreas del diseño, es ese borde de permeabilidad e intercambio.
- ¿Cuál es el rol del diseñador hoy en medio de este cambio de paradigmas?
Es un espacio de total reconfiguración que tiene que ver con la adaptación a los tiempos que corren, a lo que pide el mercado y que debe prestar atención a las necesidades ambientales, a la interacción con otros campos y especialidades para lograr avances desde lo funcional, pero también desde lo emocional.
- ¿Cómo arribaste desde la vestimenta a cuestiones tan filosóficas?
La indumentaria fue un lugar de comunión y, a la vez, un espacio vacío y muy marginal. A fines de los años 80, los arquitectos no tenían interés en habitar el espacio de formación que proponía la indumentaria, porque lo veían como si fuera corte y confección. Entonces, lo fui construyendo desde mi ignorancia, apoyándome en todo lo que me había formado, pero también en todo lo que me había irritado de esa formación. Por eso, no me siento una intelectual; me siento una corporal, que después se deconstruye. Primero me interesó el concepto de que el problema está en la superficie, que habla de la conexión del individuo con la sociedad. Si uno es un ser social, la vestimenta, la piel que uno habita es lo mismo. La ropa me cubre de mi desnudez, que está implícita, y a la vez funciona como la conexión con el mundo. Entonces es ese “entre” que, si bien se manifiesta en la superficie, en el borde, manifiesta la conexión entre lo más profundo y recóndito con el otro, con el espacio, el contexto.
LA HIBRIDACIÓN DEL DISEÑO
“El ser humano siempre tuvo la necesidad de intervenir su realidad: cambiamos el planeta, lo modificamos y lo mismo pasa con la hibridación a nivel biotecnológico, de las fibras, del hombre con la tecnología, la medicina, que también sucede entre géneros”, comenta Saltzman acerca de la cuestión de hibridarse en otro, de ponerse en la piel del otro, y agrega que hoy existe en los alumnos una superación de la sexualidad dual, donde el foco está puesto en las relaciones y en una organización del amor no binaria. Si Andrea menciona al intercambio como la posibilidad de conexión, dice que hay una composición que surge a partir de la creatividad, que tiene una situación de componer el mundo desde la amorosidad. “La clasificación ha generado dolores tremendos y ha negado vínculos de amor. Esto fomentó deseos de aniquilar al otro, de castigarlo por su diferencia, y desde la cátedra nos proponemos ponernos en la piel del otro para diseñar. Empatizar, para convertirme en el otro”.