Me miro en el espejo y no me reconozco. Lo mismo pasó hace 15 días, hace un mes, y hace dos. Siempre, alguien distinto.
Tengo 14 años y una cara huesuda llena de granitos que no es la mía. Tampoco esta voz.
Mis viejos están insoportables; no me entienden y critican todo. Por eso me enojo; como hoy, cuando apareció papá en mi cuarto sin golpear antes y le grité.
Qué época de mierda…
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Con 18 años estoy viviendo una etapa hermosa; de muchas revelaciones y algunas certezas.
Sé que soy varón y que me gustan las chicas. Que prefiero el campo a la ciudad, andar descalzo, jugar con perros y pasar el tiempo con amigos.
No soy (ni voy a ser) deportista, no me gustan las verduras, tampoco las mentiras.
No soy alto ni lo seré; pero bueno… no es grave.
Eso sí, mis padres han mejorado mucho; hasta converso con ellos.
La pregunta ahora es: ¿qué quiero ser? O, mejor dicho, ¿qué voy a hacer?
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Dejé Veterinaria. Confundí cariño por los animales con ser profesional.
Mis viejos no lo cuestionaron; saben que los de mi generación cambiamos mil veces hasta encontrar lo que nos gusta.
Este año quizás trabaje con el viejo. El próximo, meteré un viaje, y después… veremos.
Eso sí, de esta casa (ropa planchada, comida rica y, a veces, el auto) no me muevo.
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¡Me queda un examen final para ser biólogo!
Esta carrera me llevó más tiempo de lo que pensaba, pero siento que es lo mío.
Además, durante el último año nos conocimos, y con ella cambió todo.
No podemos separarnos ni un día.
Sus padres son piolas, la abuela también; el hermano no tanto.
Compartimos una semana de vacaciones; creo que estamos listos para vivir juntos.
¡Es perfecta!
¿Por qué dicen que no nos apuremos?
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Dos años de convivencia y creo que empezamos a conocernos.
Sobre todo, a tolerar algunos detalles. Ella no soporta mi desorden ni que ronque; yo, su manía por hablar y aclarar todo.
“Me miro en el espejo y no me reconozco”.
Igual, no dejamos de pasear, cocinar y reírnos juntos. También peleamos, aunque después nos unimos más.
¿Hijos? Ni locos.
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Te juro que no lo esperábamos. Sorpresa, por supuesto; y alegría, pero, sobre todo, mucho miedo.
Es raro de explicar; primero nos alivió no ser estériles (un fantasma que nadie comenta); después, coraje para contarles a los abuelos.
Vamos a estar más que bien. Nos gusta nuestro trabajo, seguimos muy unidos y la panza le queda preciosa.
Aunque… nos carcome la duda: ¿vamos a ser capaces de criarlo bien? Es varón.
Desde hace meses no hablamos de otra cosa.
Es curioso enterarse recién de que vivíamos rodeados de “expertos en crianza”.
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Se adaptó enseguida al jardín; somos nosotros los que no nos podemos despegar…
¿Estará creciendo bien? ¿Estará comiendo bien? Tenemos miles de preguntas.
Ayer volvió con un chichón en la frente, ¿lo cambiamos?… aunque… tiene amigos…
¡Qué difícil es decidir todo!
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Lloramos de alegría: lo eligieron mejor compañero del grado.
Vino bien: estamos pasando un momento tenso con la Flaca. No me entiende, no la entiendo. Antes era distinto.
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Flaca, ¿qué fue lo que hice mal? Es cierto, no toqué a la puerta y entré, pero… ¿era para que se enojara tanto y me gritara?
Está diferente, tiene apenas 14 y dice que estamos insoportables; que lo vivimos criticando.
¿Habré sido así a esa edad?