De repente la foto apareciรณ en mis manos. No me pregunten cรณmo ni de quรฉ manera. Pero llegรณ. Al principio me costรณ creer que era yo quien estaba ahรญ. A รฉl sรญ lo reconocรญ de inmediato. Tenรญa los mismos ojos claros que lo acompaรฑaron toda su vida. Tendrรญa unos cuarenta y pico en ese momento, inmortalizado por el negativo de Kodak. Yo tendrรญa alrededor de tres aรฑos. Sigo mirando la foto buscando descubrir algo mรกs, maldiciendo el hecho de no poder recordar ese momento. รl me estรก hablando y yo lo escucho con tanta atenciรณn que me cuesta identificar ese gesto como mรญo.
La imagen me toma por sorpresa, me genera emociones. Es en blanco y negro, pero se ve que el dรญa estaba luminoso, sin nubes. Ambos, mi padre y yo, nos encontramos parados al lado de un rรญo. Puede ser el de Achiras o el de Santa Rosa. Atrรกs juegan otros chicos. Seguramente fuimos en una de esas excursiones maravillosas que hacรญamos los fines de semana, con todos los parientes, donde los primos jugรกbamos tanto que volvรญamos dormidos en el regreso, cuando la tarde caรญa inexorablemente.
Estoy recorriendo la foto en soledad, en la semipenumbra del living de mi casa. No puedo evitar asociar esa imagen con la de Cinema Paradiso, cuando Totรณ adulto ve las escenas de besos que el cura le ordenaba cortar a Alfredo antes de proyectar cada pelรญcula. Tampoco puedo evitar llorar de la misma manera que Totรณ adulto lo hacรญa en ese momento.
โEs en blanco y negro, pero se ve que el dรญa estaba luminoso, sin nubesโ.
Desde que รฉl muriรณ siempre he encontrado las mismas fotos. Fiestas familiares, reuniones, algรบn encuentro de amigos. Varias estรกn en cuadritos, pero la mayorรญa descansa en รกlbumes que se van deshilachando con el tiempo, duplicadas por fotocopias cada vez mรกs lavadas. Esta era distinta, estรกbamos los dos solos. Antes nunca habรญa tenido la oportunidad de enfrentarme con ese pasado y comprobar que entre รฉl joven y yo nene existiรณ tanta cercanรญa.
No tengo idea sobre quรฉ habrรฉ estado pensando en ese momento. Creo que a esa edad los niรฑos saben poco sobre su padre. Asocian su figura con el afecto y la protecciรณn, con el sentimiento de saber que pegados a รฉl no hay sitio mรกs seguro en el universo. En cambio, รฉl sabรญa cuรกl era su rol, yo era el tercero en su nรณmina de hijos. Seguramente me estaba dando alguna lecciรณn de vida, le encantaba sentirse maestro cuando hablaba en la mesa, y a nosotros, mi madre y los cuatro hermanos, nos encantaba escucharlo.
O es probable que me estuviese hablando de fรบtbol, de cuando saliรณ campeรณn con el Atlรฉtico en el aรฑo 34, proyectando su experiencia en mรญ con la esperanza de que saliese un crack. En ese momento, รฉl no sabรญa que yo nunca serรญa un buen jugador. Y tampoco sabรญa que el dรญa de su muerte, ocurrida a la misma edad que tengo hoy, yo no estarรญa a su lado.
La vida tiene estos pequeรฑos milagros. Acabo de descubrir la temprana conexiรณn con mi padre a travรฉs de una foto vieja. Yo conocรญa las etapas siguientes, pero no el comienzo. Esa imagen aรฑosa y desgastada me permitiรณ unir eslabones y reconstruir mi relaciรณn con รฉl desde el inicio. Fue al revรฉs, pero no importa.