Primero fueron mis amigos, después se plegaron los compañeros de trabajo. Finalmente también mis familiares empezaron a meterle fuego a la olla Hudson. Todos me decían lo mismo: “La IA [inteligencia artificial, por si alguien lo duda] va a terminar con los escritores”. “Le vas a pedir un tema y la máquina te lo va a escribir mejor que vos y te lo va a regalar con moño y todo” fue lo más delicado que escuché de esos agoreros. Primero no les creí, pero fue tal la insistencia de todos en pronosticar la muerte de muchos oficios, entre ellos el mío, que decidí poner a prueba a la inquietante IA.
Ingresé a la página de ChatGPT y escribí “Temas para desarrollar cuentos de ficción”. En menos de seis segundos me escupió diez ideas como para arrancar. Elegí una de ellas: “Un personaje debe lidiar con un gran remordimiento debido a una decisión que tomó en el pasado”. Siguiendo el proceso lógico, le pedí a la IA que lo escribiera en formato de cuento. “A ver, sorpréndame señora que lo sabe todo con algo deslumbrante”. Pasaron quince segundos y tenía frente a mi pantalla una historia de 275 palabras surgida del seno de mi compu, generada vaya a saber dónde. Era la historia de un tal Santiago que quería ser rico y famoso y para lograrlo se metía en negocios bastante sucios. Engañaba a medio mundo y cuando envejecía le venía el remordimiento: buscaba a todos los dolientes y les devolvía la guita junto con las disculpas de rigor. Y colorín colorado… un tema bastante repetido en la historia de la literatura, pero además contado con una frialdad exasperante, sin una pizca de emoción. Un cuento nacido en una máquina helada. Sin embargo, todo indica que en un lapso muy breve, deberemos acostumbrarnos a ese estilo. Hasta que las máquinas ya no escriban para nosotros, sino para otras máquinas.
“Todos me decían lo mismo: ‘La IA va a terminar con los escritores’”.
Es una situación complicada. Google acaba de presentar a los principales diarios de EE.UU. su nueva herramienta de IA generativa llamada Génesis, que puede escribir artículos periodísticos. Toma información archivada, la mezcla con unos mínimos datos del evento ocurrido y piffff… sale la noticia lista para imprimir. ¿En manos de quiénes estamos? Porque esto es el comienzo, y lejos quedamos de vaticinar el final. Si tomamos en serio la visión pochoclera de Hollywood, todo termina mal para el hombre. Terminator, The Matrix, Exmachina, Blade Runner, por citar solo algunas, porque la lista es más larga que las piernas de Dua Lipa.
Ante estas dudas existenciales, cuando era un pibe, me tumbaba boca arriba en el pasto del patio de la Nona María y observaba la magnífica extensión del universo. La Luna por aquí, Marte coloreando rojo para allá, el luminoso Venus acullá, Júpiter agrandado más acá y un infierno de estrellas que nunca lograba ordenar en medio de la negrura silenciosa del espacio. Frente a la incapacidad de saber cómo empezaba y dónde terminaba el universo, optaba por quedarme dormido sobre la verde gramilla, hasta que una tía me despertaba. Con la IA me pasa lo mismo, solo que ahora no quiero que nadie me despierte.