Dejá que la magia fluya, que te inunde. No te prives de ella, al fin y al cabo la vida es tan corta que todo es relativo. El momento, ese momento que parece nada, vale tanto como aquel otro que ya viviste y era glorioso. Entre la existencia y nosotros hay un cristal tenue, afirma el poeta Fernando Pessoa: “Por más claramente que vea y comprenda la vida, no puedo tocarla”. No sabemos por qué estamos aquí ni por cuánto tiempo. Ni cuál es nuestra misión, si es que tenemos alguna más allá de querer trascender. Por eso, cada instante, cada respiro valen.
Dejá que la magia fluya, que te rodee, te abrace, te haga mimos. Al fin y al cabo, la naturaleza decidirá por vos. Ella no tiene conciencia que la intimide, no tiene piedad ni lógica y, lo que es más grave, no tiene remordimiento. Podés rezarle al dios que quieras, si querés te ayudo a elegir entre los miles que el hombre fue imaginando a lo largo de su historia, pero ninguno te va a salvar del rigor de la naturaleza. Tanto te da, tanto te quita. En un instante todo comienza o todo fenece.
Dejá que la magia fluya, que nada te oprima, que nadie te golpee. Es bueno detenerse un momento y hacer un balance personal. ¿He hecho todo lo que he querido? ¿He sido quien realmente quería ser? Las respuestas no serán fáciles, no se puede hacer todo. Pero valoremos nuestras pequeñas historias. Una retirada no es rendirse, ni una batalla ganada es la gloria. Quedarse quieto no está mal ni volver sobre tus pasos es fracasar. Buscar en el pasado lo que fuiste, recordar con el alma, sumergirte sin agobios. Descender hasta el próximo infierno y renacer. Los dolores no son eternos, ni tampoco los placeres. Hay que soltar el alma, izar los sueños, abandonar prejuicios, dejar que el sentimiento fluya, que el viento nos lleve, cerrar los ojos y vivir, vivir como sea. Porque ser feliz no es opcional.
“Dejá que la magia fluya. Al fin y al cabo, somos sombra y luz”.
Dejá que la magia fluya, sobrevuele, haga piruetas. Al fin y al cabo, estamos de paso, curtidos por presencias y ausencias. Personas, mascotas, hechos, emociones, lugares que aparecen y luego se esfuman como el fuego efímero de los amantes. Somos realidades y recuerdos que llegan y están, otros dan vueltas y se van, pero siempre vuelven, se superponen, se suplantan. A veces las presencias avisan su arribo, nos animan, nos entusiasman. A veces las ausencias desaparecen calladamente, nos sorprenden, nos desbarrancan. Parece que nos dejan solos, vagando como un fantasma en su laberinto. Disfrutemos las presencias que nos rodean, anclados en las raíces de lo que somos. Recordemos las ausencias que ya no nos acompañan como si fuesen un barrilete, que se eleva más alto cuando mayor es el viento que se opone a su ascenso. Soplemos para que ellos sigan estando.
Dejemos que la magia fluya. Al fin y al cabo, somos sombra y luz. Hagamos de cada decepción un encuentro feliz; de cada fracaso, una canción de aliento; del desánimo, una dulce esperanza; del sueño inconcluso, una cita apasionada; y de la búsqueda, un camino nuevo. Aunque el silencio nos vulnere, nunca bajemos los brazos.