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La educación cívica de mayo

Cada mes de mayo se recuerdan en la Argentina importantes momentos de la historia nacional: el día del himno, de la escarapela y del primer gobierno patrio.

Para algunas familias serán solo días sin clases; para otras, en cambio, una oportunidad para que niños, niñas y adolescentes re-conozcan su identidad.

Es costumbre que las fiestas escolares sobre el 25 de mayo de 1810 incluyan señores de galera, mujeres con peinetas y paraguas, pastelitos y escarapelas. Probablemente, su hijo/a sea convocado/a a protagonizar algún estereotipo “revolucionario”. 

Sin embargo, y según el historiador Pablo Camogli, aquel estallido revolucionario fue “no más que una revuelta municipal protagonizada por vecinos de Buenos Aires”. De los 30 mil habitantes de la ciudad, solo participaron 250 vecinos, invitados selectivamente por pertenecer a familias influyentes. No había multitudes frente al Cabildo.

Los expertos tampoco confirman si llovió aquel viernes, aunque los dibujos sigan incluyendo paraguas. “Había sombrillas pequeñas, pero eran para ricos; costaban 4 reales (el jornal de un cantero o albañil)”, explica Inés Rodríguez Aguilar.

“¡Las doce han dado y sereno!”, voceará algún alumno interpretando un oficio que aún no se había inventado. Tampoco había peinetones, informa Daniel Balmaceda, moda que surgió entre la aristocracia porteña en etapa posterior.

Otros chicos “tomarán parte” como vendedores de “empanadas calientes que queman los dientes”. En la entonces plaza de la Victoria se vendían empanadas, pero elaboradas y transportadas en cestos desde la Recova, por lo que raramente mantenían su temperatura.

Si su hijo/a es elegido/a como Domingo French o Antonio Beruti, revise antecedentes. Ambos pertenecían al brazo armado de los revolucionarios: los Chisperos, primeros matones de la patria. Su misión era seleccionar vecinos partidarios y disuadir a opositores, identificándolos con cintas blancas, azules o rojas (no escarapelas). 

“La nacionalidad es más que agitar banderas en un partido de la selección nacional de fútbol”.

Las noticias del histórico día llegaron a las provincias meses después, causando indiferencia y rechazo debido a que muchas gobernaciones-intendencias se oponían a aceptar un gobierno centralizado. La Primera Junta cambió a Junta Grande y después a triunviratos, anticipando una des-unión nacional en la que la postergación de la infancia se anunciaba a través un indicador sanitario brutal: de cada 100 niños, morían 70 antes de cumplir cinco años de edad. 

Tal vez el valor de celebrar las fechas de mayo consista en explicar a chicos y chicas los cambios fundamentales ocurridos desde aquel lejano 1810. 

Que luego de duras batallas se han logrado derechos incuestionables, que la revolución en América se originó en Europa de la mano de la modernidad y que solo la educación del pueblo pudo consolidar lo que originalmente pertenecía a unos pocos.

Y que la nacionalidad es más que agitar banderas en un partido de la selección nacional de fútbol o murmurar con emoción el himno cuando juegan Los Pumas.

Mayo brinda la hermosa oportunidad para que niños y niñas comprendan que la participación activa es impostergable en cualquier proceso emancipador. 

Porque se trata, siempre, de preservar su salud física y emocional, pero también ciudadana. 

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