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Cuenta pendiente

Mientras las actividades infantiles –escolares y no– parecen encaminarse a un año sin confinamientos, la enorme mayoría de niños y niñas siguen a salvo de sufrir infecciones severas asociadas a SARS-CoV-2. 

A su inmunidad natural contra la familia Coronaviridae, se agrega un creciente porcentaje con dos dosis de vacunas para COVID-19, y eso debería ser motivo de festejo.

Sin embargo, los largos meses de pandemia “dura” generaron un problema que merece ser visibilizado cuanto antes; a tiempo para enfrentar los meses de bajas temperaturas y sus riesgos sanitarios. 

Según datos oficiales, el 15 por ciento de las personas menores de 15 años interrumpió su calendario de vacunas durante la pandemia, situación que las expone a enfermedades comunes y prevenibles.

Este grupo representa el 24 por ciento de la población total –aproximadamente 11 millones–, por lo que la cifra de chicos y chicas desprotegidos llega a 1.650.000. 

Esto ocurre en la Argentina, país históricamente caracterizado por el apego a las vacunas, en el que varias generaciones de padres y madres las reconocen como una herramienta esencial para proteger a sus hijos.

En el seno de toda familia es común hablar sobre qué vacunas corresponde aplicar a cada edad, qué novedades se incorporan al calendario y qué se evita con ello. 

“El 15 por ciento de los menores de 15 años interrumpió su calendario de vacunas durante la pandemia”.

No obstante, la primera etapa de pandemia produjo un severo daño a la estructura de prevención. Primero fue por el aislamiento domiciliario forzoso; luego, el extendido temor a concurrir a centros de atención médica dejó a muchos sin vacunas.

Esta situación se considera un déficit inmunológico “comunitario”, ya que no solo están expuestos quienes adeudan vacunas, sino también sus entornos: la familia, el grupo escolar, el de la cuadra, el del club y el de la congregación religiosa.

En ese contexto, los próximos meses de abril y mayo serán un período por demás oportuno para corregir esta deuda social y así encarar con más resistencia los desafíos del invierno. 

Porque al alto número de chicos y chicas con calendarios incompletos se suma la realidad implacable de una pobreza creciente, lo que podría generar la reaparición de enfermedades que parecían erradicadas. Tuberculosis, tos convulsa, varicela, parotiditis (paperas), hepatitis, neumonía y meningitis son las más representativas (y temidas) en este escenario de carencias.

Las vacunas del calendario oficial actual –excepcionalmente completo si se compara con otros países de la región y del mundo– son accesibles, gratuitas y hay centros de vacunación en cada punto del país que renuevan lotes de modo periódico y eficiente. 

Esto significa que la responsabilidad actual está en cada familia, para revisar los carnés, confirmar cómo están protegidos chicos y chicas, y completar lo faltante. “Completar”, ya que los calendarios inconclusos no se reinician, cualquiera sea el tiempo de postergación. 

Este es el momento del año para actuar a fin de prevenir contagios y, si es posible, comenzar a postergar palabras como “contacto estrecho”, “anticuerpos”, “burbujas” e “internaciones hospitalarias”. 

Las familias merecen una pausa emocional luego de un período de extraordinario dolor, incertidumbre, pérdidas y tanto alcohol en gel. 

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