Llega diciembre y solemos ponernos regordetes de contentos porque se viene el tan esperado aguinaldo. Pasamos mucho tiempo imaginándole un destino certero, que cubra el hueco que el año dejó. Y cuando finalmente arriba a nuestros bolsillos, la alegría que genera es similar a la de haber ganado la lotería, aunque un poco más efímera.
En la Argentina, la Ley de Contrato de Trabajo lo llama “sueldo anual complementario” y establece que debe ser abonado en dos cuotas: “La primera de ellas con vencimiento el 30 de junio y la segunda con vencimiento el 18 de diciembre de cada año”.
La proximidad de la fecha acordada por la norma para recibir nuestro dinero extra es una oportunidad grandiosa para dedicarle unas líneas a este salvador aguinaldo.
Empezaremos comentando que no es clara la etimología de la palabra “aguinaldo”, pero se cree que todo comenzó en la antigua Roma.
Se dice que el rey Tacio se dirigía cada primer día del año al bosque consagrado a Strenia (deidad de la salud y del vigor), le rendía honores a la diosa y recogía ramos de verbena que luego repartía entre sus familiares y amigos en señal de buenos augurios y bendiciones.
Esta tradición se trasladó a Francia, donde los druidas (sacerdotes) llevaban al pueblo a los bosques situados entre Chartres y Dreux (en la zona centro) el 1° de enero. Allí, el gran sacerdote, vestido de blanco, realizaba una ceremonia al pie de la encina sagrada. Luego subía al árbol y, con una herramienta de oro, cortaba ramas de muérdago que se repartían entre el pueblo.
El objetivo de este ritual era apartar al dios de las tinieblas y que reinara el dios de la luz. Que cada persona tuviera una rama de muérdago era señal de protección para el año que comenzaba.
“El objetivo de este ritual era apartar al dios de las tinieblas”.
Mientras se repartían las ramas, el pueblo exclamaba: “A gui l’an neuf” (Al muérdago el año nuevo), de ahí derivó el término aguilando (que aún hoy se emplea en Murcia y Andalucía) hasta concluir con la voz aguinaldo, usada por la mayoría de los hispanohablantes.
Las fechas entre el 17 y el 25 de diciembre fueron utilizadas por diversas culturas para celebrar a sus deidades. De allí, la Iglesia católica no solo adoptó de los paganos la fecha del 25 de diciembre como la del nacimiento de Jesús, sino también la costumbre de intercambiar regalos.
Siguiendo con esta tradición, en la Edad Media, los reyes, príncipes y magnates continuaron celebrando la fiesta de la entrada del año, en cuya ocasión se intercambiaban regalos.
Con el tiempo, la costumbre fue evolucionando a medida que se iba expandiendo por el mundo. Así, sobrevino el intercambio de regalos para festejar el año que comenzaba y como una manera de entregar buenos deseos. Más tarde, con los avances sociales, se empezó a pagar un plus a fin de año como premio por el esfuerzo, hasta que derivó en una compensación establecida por ley.
Así las cosas, que llegue diciembre y que traiga a todos los bolsillos una buena suma de dinero y no una simple rama de muérdago.