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Olorcito a lluvia

El verano tiene sus amantes y sus detractores. El mundo se divide entre quienes prefieren el calor y quienes disfrutan más del frío. La humanidad no tiene coincidencias universales en los gustos, pero si hay algo en lo que una inmensa mayoría está de acuerdo es en lo agradable que nos resulta el olorcito a lluvia. 

Así, casi todos albergamos en nuestros sentidos el placer que producen esas primeras gotas que van a apagar el sofocante calor de enero. Entonces comentamos: “Hay olor a lluvia”. Y acompañamos la expresión con una inspiración profunda que termina con una sonrisa de inmenso bienestar.

Este aroma tan conocido por todos tiene un nombre no tan popular: “petricor”. Esta palabra resulta de la unión de dos términos griegos: petros (piedra) e ikhór (icor). Ahora bien, ¿qué es el icor?

El icor es un componente etéreo que, en la mitología griega, se creía que era la esencia que corría por las venas de los dioses. Su característica principal era que les confería inmortalidad a los seres divinos. Asimismo, muchos pensaban que también era la sustancia que les daba poder.

Homero confirma esto en la Ilíada: “Y fluía la sangre inmortal de la diosa, / el icor, cual les fluye precisamente a los dioses dichosos, / pues grano no comen ni beben el vino de ígneo rostro, / por eso son seres sin sangre y sin muerte se llaman”.

PETRICOR

Este término fue acuñado por dos científicos australianos –Isabel Joy Bear y R. G. Thomas– en la revista Nature, en 1964. Ellos definieron este concepto como “el olor que deriva de un aceite exudado por ciertas plantas durante períodos de sequía”.

“CASI TODOS ALBERGAMOS EN NUESTROS SENTIDOS EL PLACER QUE PRODUCEN ESAS PRIMERAS GOTAS”.

Estos aceites, que tienen como función retardar la germinación de las semillas y el crecimiento de las plantas cuando falta el agua, son absorbidos por las rocas. Cuando las gotas de lluvia tocan las superficies donde está este aceite, su evaporación provoca el agradable petricor.

GEOSMINA

Hay otro componente importante: la geosmina. Esta palabra viene del griego geo (tierra) y osmé (olor, aroma): olor a tierra.

La geosmina es una molécula producida por una bacteria presente en todo el mundo. En tiempos de sequía, libera una espora para poder sobrevivir.

Cuando llega la lluvia, estas esporas se expanden por el aire como un aerosol. Así, este componente también resulta fundamental a la hora de hablar del petricor.

Un dato clave de esta molécula es su condición de fundamental para el mundo animal que habita el desierto. Cuando los camélidos o los insectos detectan su olor, saben que están próximos a un lugar donde encontrarán agua. De este modo, podemos inferir que muchos animales también se alegran cuando aparece el olorcito a lluvia.

El término “petricor” no está incluido aún en el Diccionario de la Real Academia Española, se encuentra en estudio en “Observatorio de palabras”, pero su uso está científicamente aprobado. En cuanto a “geosmina”, figura en el “Enclave de ciencia”, un espacio que la RAE reserva para vocabulario científico-técnico.

Al final, quién diría que solo en la ciencia está aprobado el uso del nombre específico de ese olorcito que tanto nos gusta…  

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