Era una noche de enero, de esos eneros que te hacen transpirar con solo mover el pensamiento. El calor de la calle transformaba en llamas ese aliento que expulsabas, fastidiado. Empujado por tu fuego interior, esa noche fuiste decididamente a buscarla. A ella. Querรญas bailar bajo la luz titilante de los astros. La tomaste de la cintura con mรกs fuerza que nunca, sin preguntarle nada. Su tez morena y sus ojos color cafรฉ te habรญan hipnotizado. Querรญas ser esclavo de su cuerpo de avispa, impรบdico y sensorial. Tus manos apretaron ese fรญsico suplicante de mรบsica y empezaron a girar como un trompo sin tiempo. Era una danza desenfrenada, enloquecida, premonitoria. Se movรญan con fuerza y precisiรณn, siguiendo la mรบsica que llenaba el espacio, pero despuรฉs continuaron guiados solo por el instinto.
Sentรญas que ella iba con vos, al mismo ritmo. Tus piernas se agitaban con una adrenalina que no identificabas, algo superior estaba dรกndote un impulso frenรฉtico, casi imparable.
Y ella te pedรญa mรกs… Mรกs incontinencia, mรกs vorรกgine, mรกs desborde. Y vos querรญas darle mรกs y le dabas mรกs. Levantabas las manos, rotabas la cabeza, izabas las rodillas hasta el pecho, convertรญas tus pelos en vendavales de transpiraciรณn. Tu cuerpo se contorsionaba separando la carne del hueso, se enrollaba y desenrollaba tras un frenesรญ descontrolado. No existรญa una coreografรญa que les marcara los pasos, solo sumaban vueltas y vueltas, removiendo las caderas en armonรญa, siguiendo el vรฉrtigo que los dominaba. Eras tan feliz como podรญas serlo, sonreรญas, inventabas nuevos movimientos en una sincronรญa que realzaba la belleza de esos fรญsicos que, sin pudor, se sacudรญan, se zarandeaban, se meneaban acompasadamente. Parecรญa una gala de lujo patrocinada por los accionistas del infierno.
โNo existรญa una coreografรญa que les marcara los pasos, solo sumaban vueltas y vueltasโฆโ.
De pronto, la mรบsica se terminรณ y un extraรฑo silencio atronรณ el lugar. Pero eso no te importรณ para nada. Ni siquiera lo notaste. Estabas tan excitado con la cadencia de tus mรบsculos que no atinaste a detener el bailoteo, seguiste jadeante, acalorado, estremecido, temblante. Ya no te interesaba la melodรญa de afuera, sino la que estaba en ebulliciรณn en tu cerebro, telepรกticamente enviada al de ella. Era furia y pasiรณn, agonรญa y รฉxtasis, freno y voracidad.
Lentamente, ambos despegaron los gastados zapatos del piso y empezaron a elevarse por encima de toda esa gente incrรฉdula que los miraba con compasiรณn. Vos seguรญas moviรฉndote al ritmo que te marcaba el instinto. Se alejaban y la gente se veรญa cada vez mรกs pequeรฑa. Y asรญ, entregado y exhausto, te dejaste llevar por su danza. Tomados de la mano, moviendo esos cuerpos poseรญdos, atravesaron una bandada de golondrinas, luego un cรบmulo de nubes y finalmente se perdieron, sin dejar de bailar, rumbo a las estrellas.
Siempre pensaste que la muerte era una luz blanca que te inundaba, seรฑalรกndote un tรบnel sin final por donde caminabas feliz, buscando mรกs luz. No imaginaste que podรญa ser una morena de baile sensual. El destino tiene esas cosas: nunca anticipa lo que viene.