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La vasija rota

ILUSTRACIÓN: PINI ARPINO.

¿Notaron que a veces los sucesos más simples pueden definir nuestra suerte? Precisamente, para graficar esto vamos a viajar a la antigua Grecia para conocer una práctica democrática de aquel momento.

“La democracia parece perseguir por encima de todo la igualdad; de modo que a los que dan la impresión de que sobresalen en poder, por dinero, por abundancia de amigos o por alguna otra influencia política, los ostracizaban y expulsaban de la ciudad por un período determinado”. Con estas palabras, Aristóteles explica el ostracismo en su libro Política.

Este término, “ostracismo”, deriva de la palabra griega óstrakon (‘pedazo de vasija rota’) y se refiere a la pena de destierro que recibían aquellos políticos que fueran hallados culpables de acumular poder.

El castigo por ostracismo era un método empleado para preservar la democracia. Habiéndose eliminado la tiranía de Atenas, Clístenes –político ateniense que introdujo el gobierno democrático y la igualdad de los ciudadanos ante la ley– ideó una forma para cuidar la polis: establecer el exilio de aquel a quien el voto popular juzgara peligroso.

El nombre de la pena tiene relación con el material que se utilizaba para elegir. Recordemos que el empleo del papel como soporte para escribir aún no se había difundido en este período helénico.

“La votación se hacía en el ágora de Atenas, que quedaba al lado del barrio de los alfareros”.

Así, para realizar las inscripciones que debían perdurar en el tiempo (leyes, homenajes, epígrafes), los griegos recurrían a materiales resistentes, como el mármol o el bronce; y para usos cotidianos, usaban cortezas vegetales, hojas de árboles, tejidos y, como en el caso del ostracismo, trozos de vasijas.

La votación se hacía en el Ágora de Atenas, que quedaba al lado del barrio de los alfareros. En este lugar, abundaban los desechos de los productos de cerámica y barro. De este modo, los ciudadanos tomaban estos pedazos y con un objeto punzante escribían el nombre de aquel político que consideraban debía ser desterrado. Esta actividad se llevaba a cabo en una asamblea que tenía lugar una vez al año.

La norma señalaba que para que alguien fuera condenado, se necesitaban 6000 votos. También establecía que cuando una persona resultaba penada con el ostracismo, debía marcharse de Atenas en diez días y permanecer en el exilio durante diez años. Sin embargo, no perdía sus títulos ni sus propiedades. Asimismo, una nueva votación en asamblea podía decidir su regreso.

Cabe señalar que este método no siempre era sinónimo de justicia, ya que muchas veces tenía un rol protagónico la especulación política para eliminar adversarios. Grafica esto el análisis de cientos de trozos de vasijas que se encontraron en el Ágora. El estudio observó que solo una decena de manos distintas tallaron los nombres, lo que hace pensar que los votos ya escritos se distribuían para guiar voluntades.

Hoy, la palabra “ostracismo” continúa ligada a la arena política y se emplea para referirse al apartamiento, voluntario o forzoso, de los oficios públicos, en general motivado por conflictos. 

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