Con suerte hoy saldrá todo bien. El terreno es grande para todos los que quieran venir, y bastante alejado para que no lo descubran.
Con suerte hoy saldrá todo bien. La terapia es grande para todos los que necesiten internación, y bastante equipada para que no falten insumos.
Unos se encargan de las bebidas; otros, de la música. Toda fiesta clandestina necesita organización.
Unos se encargan de examinar pacientes; otros, de indicar quién va a respirador. Toda sala de cuidado intensivo necesita organización.
Pasada la medianoche comienzan a llegar los autos. A buen ritmo, el lugar se llena de gritos y de risas, y los ánimos caldean lo que promete ser otra fiesta con desborde.
Pasada la medianoche comienzan a llegar las consultas. A buen ritmo, el lugar se llena de gritos y de llantos, y los ánimos caldean lo que promete ser otra guardia desbordada.
El calor, las luces y el ritmo frenético que imprime el DJ aumentan la euforia.
El calor, las luces y el ritmo frenético que imprime el trabajo aumentan el agobio.
La noche es intensa y se demanda mucho alcohol. En poco tiempo, los primeros que se excedieron comienzan a causar disturbios.
La guardia es intensa y se demanda mucho oxígeno. En poco tiempo, los primeros que se hipoxiaron comienzan a causar intubaciones.
Un grupo pelea. Se suman chicos y chicas con deseos de dañar.
“EN UN FONDO DE BRUMA ROJA FORMADA POR LUCES Y SUDORES, SE DIBUJAN EXTRAÑAS FORMAS”
Un paciente entra en paro. Se suman médicos, médicas, enfermeras y enfermeros con deseos de curar.
En un fondo de bruma roja formada por luces y sudores, se dibujan extrañas formas.
Con cada golpe, la sangre brota y salpica.
En un fondo de bruma azul formada por luces y vapores, se dibujan extrañas formas. Con cada canalización, la sangre circula y alivia.
Pasadas las cuatro, merma el volumen de la música, aunque muchos siguen saltando.
Pasadas las cuatro, merma la demanda, aunque algunos siguen esperando.
Los heridos se recuperan mientras la multitud expuesta parece menos intoxicada.
Los pacientes graves se recuperan mientras el grupo que sigue afuera parece menos sintomático.
Algunos jóvenes sienten que su horario se ha cumplido e intentan retirarse; móviles policiales se lo impiden.
Algunos profesionales saben que su horario se ha cumplido y piensan en retirarse; su responsabilidad se lo impide.
Recuperados de la resaca y habiendo completado formularios en la seccional, chicos y chicas chatean con quienes no fueron.
Algo recuperados del trabajo y habiendo completado informes en las historias clínicas, el equipo de salud entrega la guardia a quienes los reemplazan.
Nada como mostrarse en las redes para confirmar su condición de inmortales.
Nada como pensar en próximas guardias para confirmar su condición de vulnerables.
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Las actividades normales de los adolescentes incluyen, además de obligaciones, momentos de diversión, encuentros masivos y algún que otro desborde. Su deseo se potencia hoy por la extensa postergación ocurrida durante el aislamiento. Y como corresponde a su edad, ninguno se reconoce como persona de riesgo. En paralelo, un informe de Amnistía Internacional resalta que más de 7500 profesionales sanitarios han fallecido por COVID-19 en todo el mundo desde que se inició la pandemia.
Nadie teme lo que desconoce.