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Besos en la boca

En cada intimidad hogareña abundan manifestaciones de cariño peculiares, modos de relación propios. Algunos padres eligen bañarse junto con sus hijos, otros naturalizan el colecho y no pocos esconden otras maneras inocentes de acercarse.

Un hábito frecuente son los besos en la boca a los niños, los difundidos “piquitos”.

A diferencia de los abrazos, los besos en los cachetes, en la nariz o las cosquillas, ningún otro gesto despierta tanto debate público. Multitudes aplauden y multitudes rechazan. 

La biología afirma que los besos en la boca entre humanos nacieron por necesidad fisiológica. Los primates masticaban alimento para llevarlo a la boca de la cría y así facilitar la nutrición inicial. Con la evolución, el gesto quedó como testimonio de cuidado y de cercanía. 

Actualmente el beso en los labios no es un saludo social frecuente, excepto entre adolescentes que así expresan cariño y también provocan a sus mayores. 

Lo cierto es que los besos en los labios no son una necesidad infantil; padres y madres instalan los “piquitos” como costumbre; ya heredada, ya elegida. 

En aquellas familias habituadas a besar, los chicos deberían reconocer el límite íntimo para esos besos. No sería prudente aceptarlos de otros adultos o que ellos mismos besen en la boca a amigos o compañeros. En el primer caso, para evitar situaciones asociadas con abuso; en el segundo, los besados y sus padres podrían incomodarse. Todo contacto físico aprendido en la infancia debería incluir cotos fácilmente identificables.

Pero más allá de costumbres o de elecciones personales, una razón sanitaria contraindica esos besos: la transmisión de enfermedades. 

“En aquellas familias habituadas a besar, los chicos deberían reconocer el límite íntimo para esos besos”.

La cavidad oral abunda en especies microbianas que generan contagios, tanto por apoyar los labios como por otras prácticas comunes como soplar la comida, probar alimentos con la misma cuchara o la desaconsejada “limpieza” del chupete en la boca de un adulto.

Las enfermedades transmitidas pueden ser leves (resfríos) o severas (herpes simple o mononucleosis infecciosa). También se contagian gérmenes asociados a caries dental.

En otro aspecto, algunos profesionales argumentan en contra por la sexualización del acto. Aunque parezca una interpretación sobredimensionada, se postula que la costumbre haría más vulnerables a los niños al abuso. 

El daño emocional dependerá de la edad. Después de los dos años y medio (en promedio), los chicos ya identifican expresiones de cariño que los incomodan; claramente ellos manifiestan así que “ya no son bebés”. Y después de los seis o siete años diferencian con nitidez los besos ingenuos de aquellos que podrían estar teñidos de una sexualidad que los excede. Es entonces cuando advierten que “todavía no son grandes”. 

La prolongación de los “piquitos” en el tiempo –así como otras expresiones de afecto hacia los lactantes– instala el riesgo de “congelar” a los chicos en su desarrollo, impidiendo su normal maduración. Toda manifestación de cariño es valiosa cuando acompaña el crecimiento, se adecúa a cada edad y así estimula la autonomía.   

Los principios esenciales de crianza exceden el debate anecdótico de los “piquitos”: los chicos deberían reconocer el momento exacto para dejar de recibirlos. 

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