¿Por qué a veces es tan difícil distinguir los porqués? Porque confundimos diferentes formas. Un acento y un espacio son los artífices de que las palabras cambien por completo.
En tiempos en los que parece que todo es lo mismo, la ortografía sigue dictando las reglas. “Jubilemos a la ortografía, terror del ser humano desde la cuna”, decía Gabriel García Márquez en aquel discurso de inauguración del Primer Congreso Internacional de la Lengua Española. Y, humildemente, me permito disentir de él en esta oportunidad.
Mi propuesta es que entendamos los diferentes significados de estas combinaciones para poner en valor la importancia de la ortografía en este caso.
Partamos de un fragmento del relato “Dicen las paredes / 5”, de El libro de los abrazos, de Eduardo Galeano, para estudiar las diferentes variables.
“Bienaventurados los borrachos, porque ellos verán a Dios dos veces”, dice un simpático muro que el autor encontró en Santiago de Chile, a orillas del río Mapocho.
Porque. Es una conjunción subordinante causal que significa “a causa de”, “ya que”, “puesto que”. En la oración que se planteó como ejemplo, está usada para introducir la razón por la cual gozan de dicha los ebrios. Claramente, la frase es una ironía al relato bíblico que dice: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”.
Por qué. Se compone de una preposición (por) y un pronombre interrogativo o de exclamación (qué). Se puede emplear en oraciones interrogativas directas: “¿Por qué son bienaventurados los borrachos?”. En oraciones exclamativas directas: “¡Por qué son bienaventurados los borrachos!”. Y en oraciones interrogativas o exclamativas indirectas: “No sé por qué son bienaventurados los borrachos”, o también puede ser: “Se preguntaba por qué eran bienaventurados los borrachos”.
“Un acento y un espacio son los artífices de que las palabras cambien por completo”.
Por que. Una simple tilde cambia el sentido. Se compone por la misma preposición (por), pero ya no con un pronombre interrogativo, sino con un pronombre relativo (que). Si intercalamos el artículo masculino o femenino (el / la / los / las), según corresponda, entre preposición y pronombre, podremos reconocer fácilmente este caso. Por ejemplo: “La razón por (la) que son bienaventurados los borrachos es que verán a Dios dos veces”.
Porqué. Esta es la palabra más distinta de todas las anteriores, porque es un nombre o, como lo llamábamos antes, un sustantivo. Se utiliza con artículos y adjetivos, y tiene singular y plural. Significa “causa, razón o motivo”.
Siguiendo nuestro ejemplo, sería: “El porqué de la bienaventuranza de los borrachos es que verán a Dios dos veces”. Ya que estamos dando precisiones, vale recordar la forma pluralizada: “Los porqués incómodos de su hijo la asfixiaban”.
Decía “Gabo”…
“Al fin y al cabo nadie ha de leer ‘lagrima’ donde diga ‘lágrima’ ni confundirá ‘revólver’ con ‘revolver’”, continuaba explicando García Márquez en su discurso.
Sin embargo, ¿cómo podríamos hacer para expresar esta idea por escrito si no fuese por los acentos? Así, sin ser rígidos, permitiéndonos los vaivenes que la lengua necesita para evolucionar, no descuidemos la ortografía, que es la herramienta más fuerte que tenemos para evitar equívocos y para decir lo que realmente queremos decir.