Les propongo un juego: de modo imaginario dibujemos un círculo; dentro de ese espacio ubiquemos nuestro conocimiento. La circunferencia, ese borde nítido que trazaron, es donde está alineada toda nuestra ignorancia. Por lo tanto, cuanto más grande el círculo, más será lo que desconocemos.
Este esquema podría aplicarse con cualquier cuestión, incluso con la enfermedad que paraliza al mundo. ¿Probamos?
Sabemos que “COVID-19” no nombra al virus, sino a la enfermedad: acrónimo de “corona”, “virus” y “disease”; y “19” por el año en que surgió. La denominación microbiológica exacta es SARS-CoV-2 (Severe acute respiratory syndrome coronavirus 2).
Al ser el virus más veloz de la familia Coronaviridae, provocó declarar la epidemia en enero y la pandemia en marzo de este año.
La enfermedad parece elegir a personas mayores con una dolencia previa, pero respeta a embarazadas y niños. Este comportamiento opuesto al de otros coronavirus indujo a pensar en un virus experimental, de laboratorio (¿círculo y circunferencia?).
Desechada la sopa de murciélago, surgió ahora la sospecha sobre los pangolines –mamíferos parecidos a nuestros armadillos– contrabandeados a mercados de China: ¿son los intermediarios originales?
El círculo se amplía con más datos: el período de incubación dura entre 4 y 14 días, el 85 por ciento de las personas son asintomáticas y el 15 por ciento restante experimenta síntomas leves. Como la circunferencia crece en proporción, ignoramos el número de asintomáticos, cómo contagian y por cuánto tiempo lo hacen.
Los recuperados, en tanto, fabrican anticuerpos. ¿Pero estos son para siempre o los ex infectados podrían volver a contagiarse? Un 20 por ciento de los sintomáticos recae con neumonía… ¿por qué algunas personas responden a las medidas de apoyo y otras no? Lo dicho: la ignorancia crece según se investiga.
No existen (por ahora) medicamentos efectivos ni vacunas, por lo que el aislamiento social es el principal recurso sanitario. Aprendimos eso sobre la base del número de fallecidos por SARS-CoV-2 por millón de habitantes: Estados Unidos –modelo mundial de fracaso político– ronda las 62 muertes por millón de personas, mientras que en China y otros países asiáticos la tasa varía entre 1 y 5 muertes por millón. India estableció un bloqueo nacional cuando solo se habían producido 10 muertes en un país de 1300 millones de personas, y hoy muestra ¡0,2 casos por millón! ¿Por qué naciones desarrolladas no la imitaron? Pregunta para la circunferencia.
La Argentina mantiene la tasa de 5 muertes por millón. Todo indica sostener las medidas sanitarias, a costa del colapso económico (tragedia que ya entró en el círculo de todos).
Más incógnitas asoman: ¿el virus es estacional? O sea, ¿el frío empeorará todo? Y además: ¿cuánto dura el estado de portador, en particular en niños, para saber la duración del contagio?
A medida que este gigantesco experimento humano avanza, nuestro círculo aumenta y, con él, su circunferencia: desconoceremos cada día más, apenas después de cinco meses de cuando el problema era chino.
Hoy estamos aquí, todos involucrados. Sabiendo mucho, pero rodeados de incertezas. Y formulando quizás la pregunta esencial: ¿cómo será nuestra vida después de la pandemia?
Ilustración: Pini Arpino