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Día Mundial de la Tierra

Cada año, nuevas fechas son elegidas a nivel mundial para celebrar diferentes situaciones;  desde el festejadísimo Día del Amigo hasta el ignoto Día del Niño por Nacer; desde el relegado Día del Padrino hasta el sorprendente Día del Trabajador Heladero.  

El 22 de abril fue designado como Día de la Tierra, para “crear conciencia común sobre los problemas de sobrepoblación, contaminación y conservación de la biodiversidad”.

¿Qué representa esta celebración para los niños? Lo que cada uno considera es su planeta, y, a diferentes edades, eligen cuidarlo de otro modo. Para ellos, por ejemplo, es más importante la paz familiar que la mundial. Les preocupa más que sus padres peleen a que Corea del Norte lance misiles. O que un progenitor no cumpla con las visitas indicadas a que Trump levante un muro. 

Entonces, ¿cómo se cuida la Tierra con los chicos? Sabiendo qué les importa. Por ejemplo, algunos están preocupados por no contaminar. Suelen ser los que solo disponen de una canilla en la manzana o caminan largo trecho hasta un pozo. En cambio, es más difícil concientizar a quienes tienen agua potable y la derrochan mientras se cepillan los dientes o juegan con la manguera. 

Otra manera de cuidado mundial es prevenir el maltrato en cualquiera de sus formas. La violencia física o psicológica, el trabajo, la prostitución o el abandono infantil niegan la propia condición de niños, y solo hay una manera de evitarlos: estar más con ellos.

El respeto por sus derechos forma parte del cuidado de la Tierra. Pero ¿qué derechos? Si los dejáramos opinar, ninguno se bañaría ni aceptaría cepillarse los dientes; tampoco madrugaría ni recibiría vacunas. En tales situaciones, los padres pueden asumir los riesgos y seguir insistiendo en esos cuidados.

“¿Cómo se cuida la Tierra con los chicos? Sabiendo qué les importa”.

El abrigo es otra decisión adulta que conmueve al mundo infantil. Cientos de bebés sofocados, acalambrados y con cefaleas atestiguan que la Tierra será un lugar mejor si se evitan mantas, gorros y chalecos antibalas (tejidos por abuelas) que –de verdad- no hacen falta.

Y, hablando de tierra, numerosos chicos y chicas muerden sus uñas o los pellejos de los dedos. Dicho mordisqueo constituye una descarga inofensiva que ayuda a aliviar situaciones emocionales. Al combatir este hábito –frecuente también en los padres– podrían surgir otros más complejos, como arrancamiento de cejas, de pestañas o trozos de piel. La convivencia humana a nivel planetario encontraría otra armonía si los adultos se relajaran.

Los mayores cuidarán el planeta sosteniendo el estudio como la única obligación infantil. Trabajar o abandonar son malas opciones. 

También, vacunarlos con el calendario gratuito y obligatorio vigente, a fin de prevenir la hecatombe que ya muestra sus riesgos: el resurgimiento de enfermedades erradicadas.

El equilibrio global será posible a pesar del sistemático rechazo infantil a desayunar, al desinterés por el colegio, a las tareas incompletas, a su aversión por usar zapatos cerrados, a los pulóveres que “pican” y a su tirria por las verduras.

Que este festejo del Día de la Tierra se produzca en cada casa con acuerdos familiares. Haciéndoles saber que cuidar a los que te quieren equivale a cuidar el mundo.

Foto: Christian Rucinski / Unsplash.

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