Decía una profesora de Redacción de la Universidad Nacional de Córdoba: “Cuando corrijo algunos textos, muchas veces me pregunto si estoy frente a un genio o frente a un ignorante”. Claro, de los errores también nacen genialidades y descubrimientos.
Esto es porque con nuestro idioma podemos hacer juegos de palabras, resignificar términos, dibujar un cúmulo danzante de signos y significados en el que cada expresión sea capaz de trazar nuevas figuras.
Sin embargo, lo que resulta claro es que para poder hacer la rebelión de las palabras, tenemos que saber de lo que hablamos. Es decir, tenemos que conocer qué estamos rompiendo, para darle un horizonte.
Por medio de la lengua, los seres humanos expresamos el pensamiento. Buscamos las palabras exactas para que quede reflejado nuestro mundo interior de la mejor manera y para que nuestro interlocutor pueda comprendernos. “Las palabras que nada mencionan son simples ruidos”, afirma el filólogo alemán Karl Vossler.
UNA POR OTRA
Quid pro quo es el nombre que recibe el error que consiste en tomar algo por otra cosa. Es emplear una palabra con el significado de otra.
A veces, en literatura se construyen metáforas o figuras literarias en las que los términos adoptan otro sentido. Aquí podemos ver una búsqueda, una intención. Sin embargo, es frecuente encontrar vocablos empleados con otro significado de manera errónea. Es precisamente esto lo que es bueno evitar.
Analicemos algunas palabras que se emplean con el significado de otras:
Suplantar / reemplazar. Suelen emplearse como sinónimos, pero esto es un error. “Suplantar” significa ‘ocupar con malas artes el lugar de alguien’; mientras que “reemplazar” es ‘suceder a alguien en el empleo, cargo o comisión’. Ejemplos: El dictador suplantó al presidente. La maestra suplente reemplazó a la titular.
Acechanza / asechanza. En este caso, se puede ver el poder de una sola letra. “Acechanza” quiere decir ‘persecución cautelosa’. Por su parte, “asechanza” es ‘engaño para hacer daño a alguien’. Ejemplos: La acechanza del tigre dio sus frutos. Se vale de asechanzas para atraerlo.
“Para poder hacer la rebelión de las palabras, tenemos que conocer qué estamos rompiendo, para darle un horizonte”.
Infligir / infringir. Es frecuente confundir sus significados, pero no hay que perder de vista que, mientras “infligir” quiere decir ‘imponer un castigo’, “infringir” expresa ‘quebrantar leyes, órdenes’. Ejemplo: Le infligieron una reprimenda. Mario infringió las normas de tránsito.
Escuchar / oír. “Escuchar” es prestar atención a lo que se oye. “Oír” es percibir sonidos con el oído. Así, no escuchamos toda palabra o ruido que entra en nuestros oídos.
Adolecer / carecer. “Adolecer” significa tener algún defecto o padecer alguna enfermedad habitual, mientras que “carecer” implica que a algo le falta alguna cosa. Ejemplos: El emperador adolece de migraña. El niño carece de afecto.
Detentar / ejercer. “Detentar” es retener de manera ilegítima el poder; en cambio, “ejercer” significa poner en práctica los actos propios de un oficio, facultad o profesión. Por ejemplo, un presidente constitucional ejerce el poder, mientras que un dictador lo detenta.
En fin, nuestro idioma permanentemente nos invita a jugar, pero para poder hacerlo es importante conocer sus reglas. Con conocimiento de lo que rompemos, con intención clara, surgen textos llenos de magia y creatividad.